La afirmación de Churchill se hizo realidad 82 años más tarde en Londres,
Inglaterra. El 5 de agosto de 2013, el profesor de la Universidad de Maastricht,
Mark Post elaboró, cocinó y saboreo la primera hamburguesa de carne cultivada en
laboratorio del mundo. Tomó tres meses cultivar las 5 oz (140 gramos) de carne y
costó unos € 250,000, que fueron aportados por el co-fundador de Google, Sergey
Brin.
La carne cultivada en laboratorio se ha promocionado como el futuro de los alimentos libres de crueldad animal y respetuosos con el medio ambiente. Emerge como la solución perfecta: una forma de liberar tierras para viviendas o para la producción de más alimentos o bien, para prestar servicios ecosistémicos a partir de la reforestación. Todo sin dañar a los animales o pedir a los consumidores que renuncien al sabor de un jugoso bife. Sin embargo, Rebecca Wray, una consultora en economía ambiental dijo en una nota de opinión para el medio británico especializado en economía y tecnología CAPX que la carne cultivada en laboratorio está muy lejos de convertirse en una fuente de alimento verdaderamente accesible y asequible.
Un tema de costos
«La realidad es que las barreras tecnológicas para crear carne en un laboratorio son tales que es mucho más probable que se convierta en un bien de lujo que en un producto de consumo masivo», escribió Wray.
«Como el de muchos globalistas con visión de futuro, mi ánimo se animó cuando en 2020 Singapur autorizó la venta de carne cultivada en laboratorio. Pero para comprar algunos nuggets de pollo hechos por el hombre, hay que desembolsar al menos U$S 50 por porción».
Según Wray, los costos para producir carne en laboratorio son elevados debido a las condiciones estériles y los costosos y sofisticados reactores que se necesitan para hacer crecer las células.
La autora reconoce que como ocurre con la mayoría de las industrias en
desarrollo, la innovación hará bajar los precios, pero duda que puedan ser
competitivos respecto a otros tipos de proteínas.
«Las fuerzas del mercado eventualmente harán que la tecnología sea menos costosa, pero ¿en cuánto? La tecnología utilizada para cultivar proteínas animales ha existido durante décadas, pero el uso comercial aún está en su infancia. Por lo tanto, parece poco probable que veamos una carne cultivada con precios competitivos en el mercado en el corto plazo».
Oposición de los conservadores
«Entonces, ¿vale la pena luchar por la carne cultivada en laboratorio?», se pregunta Wray. En el Reino Unido, es sector ha recibido una feroz oposición de la industria agrícola. La Unión de Agricultores Nacionales (NFU por sus siglas en inglés) ha criticado la práctica, diciendo que quienes defienden «las carnes de imitación están a favor de la eliminación total de la producción animal tradicional de carne».
Wray dice que estos mensajes proteccionistas es un mensaje muy claro para los parlamentarios con distritos rurales, muchos de los cuales son conservadores.
Incluso si algún tipo de acuerdo logra aprobarse en el Parlamento, la experta dice que las cargas regulatorias serán altísimas, lo que hará que la industria sea menos eficiente e innovadora y que los productos sean más caros.
Un buen pronóstico para las proteínas vegetales
Wrey ve todo lo contrario para el mercado de las proteínas vegetales. «El mercado de las proteínas basadas en plantas se ha acelerado durante la última década. Existe un potencial real de que esta podría ser la respuesta a la proteína barata para una población en constante expansión, en un planeta cuya superficie se prevé que se reducirá en las próximas décadas. Cada vez más sabrosos, cada vez más baratos, cada vez más solicitados: los alimentos de origen vegetal están demostrando ser una opción viable para muchos».
Fuente: Bioeconomia.info - Emiliano Huergo