La economía argentina está estancada desde 2011. Llevamos 10 años sin crecimiento y con 3 años de recesión, la más violenta en 2020, que el gobierno la explica por la pandemia pero en realidad es consecuencia de la cuarentena eterna. El PBI, a pesos constantes de 2004, está en el mismo nivel que en 2007, con lo cual perdimos 13 años. Ya no es más la década pérdida, la superamos.

Además del estancamiento del PBI, la economía argentina se mantiene en tasas de inflación de dos dígitos anuales desde finales de 2006. Esa inflación pasó de 10% anual en 2006 al actual 46% anual. En otras palabras, tenemos estancamiento, en el mejor de los escenarios, con inflación, lo cual marca que es falso que sea últil la expansión monetaria como mecanismo de reactivación de la economía.

Entre septiembre de 2006 cuando la inflación alcanzó los dos dígitos anuales y junio de este año la base monetaria aumentó 37,5 veces, es decir, a un ritmo promedio del 27% anual.

En otras palabras, los que sostienen que hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente y emitir para reactivar la economía, todavía no entendieron que los billetes no se comen. Así como en su momento se decía, a modo de crítica a Juntos por el Cambio, que el cemento no se come, hoy hay que recordarle a los kirchneristas que los billetes no se comen. Se consumen los bienes y servicios que produce la economía, no los billetes.

Creen que expandiendo moneda la gente va a consumir más, al consumir más las empresas responden aumentando la oferta y no los precios y así, mágicamente, se reactiva la economía, atrae inversiones y todos felices emitiendo pesos.

Si esta fuese la fórmula del crecimiento económico, Argentina tendría que ser una potencia mundial porque emitió moneda a marcha forzada. Entre 1935, cuando se creó el BCRA y 2020, la base monetaria creció 1.543.912%, eso quiere decir que aumentó a un ritmo anual del 18,3%. Se destruyeron 5 signos monetarios y la economía no creció.

Esa tasa de expansión monetaria se tradujo en una tasa de inflación promedio anual del 54%. ¿Por qué la diferencia? Por la caída en la demanda de moneda y porque la expansión monetaria creció a un ritmo mucho mayor que el PBI, que aumentó a un ritmo del 2,6% anual, sin contar el crecimiento de la población. Es decir, mientras la cantidad de moneda creció al 18,3% por año, el PBI aumentó 2,6% anual. Los datos son categóricos confirman la teoría que la inflación es un problema monetario y que el poder adquisitivo de la moneda depende de la oferta monetaria, de la demanda de moneda y de la cantidad de bienes y servicios que genera la economía.

Mucho se emitió a lo largo de 85 años y lo único que se consiguió fue destruir la moneda y tener tasas de crecimiento económico bajísimas.

¿Por qué tomar un período tan largo para analizar el problema monetaria y de crecimiento? Para dejar en claro cómo de tanto ensayar con la emisión monetaria para ponerle plata en el bolsillo a la gente se destruyó la moneda y la economía.

Hay sectores que todavía no entendieron que para poder hacer política monetaria, hay que tener moneda y Argentina no tiene moneda.

Gráfico 1


Retomando los últimos 10 años el gráfico 1 muestra que el sector privado no creó puestos de trabajo. Al contrario, tomando enero 2012 contra marzo 2021, se destruyeron 200.000 puestos de trabajo en relación de dependencia en el sector formal de la economía. Sin embargo, en el mismo período el sector público nacional, provincial y municipal aumentó la cantidad de empleados públicos en 688.000 puestos de trabajo. En otras palabras, el sector público aumenta la cantidad de “empleados” y el sector privado, que es el que mantiene al sector público, destruye puestos de trabajo.

Una vez más hay que insistir con el siguiente punto: Argentina se construyó con trabajo y ahora se quiere construir con empleo público y gastos sociales. Típico del populismo autocrático.

Basta con ver el presupuesto destinado al COVID 19 que fue modificado durante mayo para advertir el “negocio político” del estado presente.

Al destinar el impuesto a la riqueza a paliar el tema del COVID 19, uno supone que esos recursos se iban a destinar, fundamentalmente, a financiar vacunas y sistema médico. Sin embargo de los $ 386.596 millones presupuestados para este año para atender el tema COVID 19, únicamente $ 90.134 millones están destinados a vacunas, es decir el 23% del total va a vacunas y su traslado. Aproximadamente el 77% del total de esos recursos están destinados a planes sociales. Subsidios extraordinarios a AUH, salario complementario AETP, FOGAR, Apoyo Económico Fortalecer Cultura, Becas Progresar, etc.

Es decir, todo parece indicar que la pandemia viene como anillo al dedo para financiar populismo más que para evitar que la gente se contagie.

Otro dato que impresiona es el presupuesto destinado a emergencia alimentaria, incluida la tarjeta alimentaria. En el presupuesto 2020 había presupuestado $ 21.847 millones y en el presupuesto 2021, sin incluir las últimas modificaciones, está previsto destinar $ 146.250 millones, 5 veces más para frenar el problema del hambre.

Este dato solo muestra el enorme fracaso de la política económica del gobierno. Si tanta gente necesita comer de los fondos que le da el Estado, es obvio que el gobierno no ha conseguido generar trabajo y niveles de ingreso para para que la gente pueda alimentar a su familia con el fruto de su trabajo.

Han transformado a la Argentina en una enorme masa de indigentes, pobres y empleados públicos que viven de las dádivas que le otorga el Estado.

Si uno mira la evolución en el largo plazo de la Argentina, no es un problema de la pandemia. Acá hay un fracaso del populista del estado presente que gobierno tras gobierno, profundizado por el kirchnerismo, ha impulsado sumergiendo a millones de argentinos en la pobreza más absoluta y creado legiones de desocupados y empleados marginales.

En síntesis, en Argentina sobra estado presente y falta trabajo digno, lo que traducido al castellano básico, en Argentina sobra estado presente y faltan inversiones.

Fuente: Economía para Todos