Los desmontes tienen diversas consecuencias negativas sobre los ecosistemas.
Una de ellas es la salinización de los suelos, un proceso que ocurre por el
cambio en la dinámica del agua y que puede poner en riesgo la capacidad de
grandes áreas para producir cultivos. Un estudio de la Facultad de Agronomía de
la UBA (FAUBA) analizó el problema en el Chaco Semiárido y mostró que las áreas
desmontadas se salinizan a más velocidad que las de monte intacto, y resaltó que
para retrasar el colapso de los ecosistemas de la región es necesario que exista
al menos un 30% de bosque distribuido en las superficie desmontadas.
"La salinización es un aumento de las sales solubles en la superficie del
suelo, lo que hace que pierdan su capacidad para producir alimentos, ya que en
estas condiciones muchas plantas no pueden absorber el agua del suelo. Una vez
que ocurre, es muy difícil y costoso revertir la salinización. Este proceso es
muy frecuente en casi todas las planicies semiáridas del mundo, incluyendo el
Chaco Semiárido en la Argentina", explicó Laura Amdan, recientemente doctorada
en la Escuela para Graduados de la FAUBA.
En su investigación, Amdan se enfocó en la salinización que tiene lugar con
el cambio en la vegetación tras los desmontes. "Los montes absorben mucha agua
del suelo y la transpiran hacia la atmósfera", afirmó Laura, y agregó: "Cuando
se los reemplaza por cultivos, que tienen menor capacidad de transpirar que el
monte, queda una gran cantidad de agua en el suelo. Este agua solubiliza las
sales del subsuelo y las lleva hacia abajo, a las napas. Al seguir entrando agua
al suelo, la napa se carga, asciende y arrastra las sales hasta la
superficie".
Como parte de su estudio, la investigadora comparó cuánta agua drena hacia
las napas en áreas con bosques y desmontadas, y encontró resultados
contrastantes. Por un lado, en los montes estimó recargas de napas muy bajas,
tendientes a cero, ya que el monte nativo transpira casi la totalidad del agua
que ingresa al suelo con las precipitaciones. De esa manera, no llega a recargar
las napas.
Por otro lado, en sitios deforestados, las recargas variaron en función de si
se habían implantado pasturas o cultivos, y si se aplicaba o no riego. Amdan
contó que al no existir el monte, gran parte de la precipitación drena hacia lo
profundo del suelo. "Cada año, las napas se recargaron entre 20 y 45 litros de
agua por metro cuadrado. Para dar una idea, en 20 años, esta cantidad de agua
puede movilizar hasta las napas 20 kilos de sal por metro cuadrado".
Entonces, ¿Cuándo llegará el agua salada a la superficie si continúan los
desmontes? Laura estimó que, en las áreas desmontadas y con cultivos bajo riego,
la napa podría llegar a la superficie en 40 años. En cambio, si se hace
agricultura sin riego, entre 100 y 300 años dependiendo de si la cobertura es
una pastura o un cultivo. Esto es lo que está ocurriendo en Australia, donde ya
se perdieron definitivamente miles de hectáreas agrícolas por salinización.
Los resultados de Amdan también permitieron ver que es posible configurar el
paisaje de la región combinando monte y cultivos a fin de regular la recarga de
agua subterránea y reducir la salinización. "En los campos agrícolas debe
mantenerse como mínimo un 30% de bosque nativo que absorba y transpire agua del
suelo y que retrase la recarga de las napas. Por muchas razones, hay que evitar
las grandes extensiones de área deforestada", dijo, y advirtió que con esas
medidas, las sales se moverán más lento, pero que si los desmontes continúan, el
ascenso de las napas con agua salada será inevitable.
"La salinización es sólo una forma de ver los impactos negativos de los
desmontes. Por sí misma, puede poner en riesgo la producción de alimentos en
superficies muy grandes. Es difícil saber a qué escala va a tener consecuencias.
Cada lote aporta un poco de agua y los efectos pueden verse a escala regional.
Por ejemplo, en San Luis, la recarga y el movimiento de las napas produjo la
aparición de un río nuevo de agua salada de la noche a la mañana, literalmente",
advirtió Amdan.
La sal en la agenda política y en el ordenamiento territorial
La investigadora se enfocó en el Chaco Semiárido porque, aunque la frontera
agrícola llegó a los montes de la región hace 40 años y se intensificó en las
últimas décadas, todavía queda mucho bosque remanente. "Desde el 2008 se sabe
que la salinización está ocurriendo en la zona. Hay mucho por hacer, desde
investigar o regular actividades productivas, hasta generar manejos que puedan
evitar un desenlace trágico".
A pesar de que la salinización parece la crónica de un colapso ambiental
anunciado, Amdan contó que si bien el tema está lejos de la agenda política, sí
está presente en la agenda científica. "Algunas instituciones como la
Universidad Nacional de San Luis, con Esteban Jobbágy a la cabeza, y otros
organismos vinculados a la investigación y la producción agrícola, como el INTA,
vienen estudiando el problema hace años. Esto no es poco. Cuando la salinización
crezca en importancia en la agenda de quienes deben tomar decisiones, estará
disponible un amplio conocimiento sobre cómo abordarla".
Para finalizar, Laura reflexionó: "El proceso de ordenamiento territorial de bosques nativos es una herramienta valiosa para gestionar el uso del territorio y podría incorporar la salinización como variable. La Ley de Bosques determinó qué bosques nativos se protegen y en cuáles se podrían realizar en distintas actividades productivas. Estas últimas deberían contar con más de un 30% de superficie de bosques si queremos ganar más tiempo para pensar cómo resolver el problema y evitar que el sistema colapse. Esperemos que este tema pase a la agenda política antes de que sea tarde".
Por: Sebastián Tamashiro
Fuente: FAUBA