Ante tal escenario, el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa) indicó que la reversión en la tendencia declinante de las importaciones “seguramente responde a las expectativas de los agentes económicos en torno a una posible devaluación del tipo de cambio oficial”.
“El ensanchamiento de la brecha entre el dólar paralelo y el oficial aumenta las dudas sobre la sostenibilidad del valor del dólar oficial. Esto incentiva los adelantamientos de importaciones y el retraso de las exportaciones”, aseguró la entidad en su informe mensual.
En esa misma línea, agregó que la tendencia a la caída de las exportaciones y el crecimiento de las importaciones aumenta “las presiones sobre las reservas del Banco Central” y que, para “evitar un traumático salto devaluatorio”, desde el Gobierno nacional “intentan estimular las exportaciones con bajas transitorias en las retenciones y, a la vez, ponen diferentes tipos de trabas a las importaciones”.
“Una pregunta que cabe hacerse es cuál es la relevancia que tienen las importaciones, en particular, y el comercio exterior, en general, sobre la actividad productiva”, indagó el informe, al tiempo en que citó estadísticas del Ministerio de Economía sobre la actividad económica e intercambio comercial.
Según la cartera que dirige Martín Guzmán, entre el 2004 y el 2019 el PIB de Argentina creció a razón de 2,3% anual. Asimismo, durante esos 16 años, las importaciones treparon 5,0% promedio anual y las exportaciones 4,0%.
“Estos datos muestran que por cada punto que crece el PBI, las importaciones crecen el doble. La razón es que más del 80% de las importaciones se componen de bienes de capital, insumos para la producción y repuestos. La principal conclusión es que para mover el aparato productivo se necesitan divisas a fin de pagar las importaciones que demanda la producción”, resaltó Idesa.
Y añadió: “Las estadísticas de comercio exterior muestran que desde hace
mucho esto no viene sucediendo, ya que las exportaciones crecen a un ritmo
inferior que las importaciones. Esta inconsistencia explica por qué en el pasado
el crecimiento no fue sostenible. A su vez, alerta sobre las trabas a las
importaciones, que si bien puede parecer que sirven para cuidar las reservas,
atentan contra toda posibilidad de salir de la recesión”.
Según el Instituto, el estancamiento secular de la economía argentina “está asociado a la demonización del comercio exterior”, ya que está arraigada la idea de que “los exportadores son privilegiados que ganan mucho dinero, por lo que se justifica sobrecargarlos de impuestos” y las importaciones son asumidas “como una amenaza a la producción y el empleo nacional, de manera que también merecen ser cargados de impuestos y burocracia”.
“Mientras siga prevaleciendo esta visión no habrá posibilidades de crecimiento. Todo experimento reactivador abortará debido a que la baja capacidad exportadora no generará las divisas suficientes para financiar las importaciones que requiere una mayor producción”, consideró la entidad.
Asimismo, a esta “inconsistencia estructural”, se le suma en la actualidad una “desaforada emisión monetaria que se intensificó con la pandemia, pero que había arrancado antes”. “La consecuencia natural y previsible es que la gente rechace los pesos y recurra a la compra de dólares para proteger sus ahorros. El problema no es que el valor del dólar oficial esté atrasado (el dólar oficial está a niveles superiores a los históricos) sino que el déficit fiscal, por su enorme magnitud, obliga a una emisión monetaria desestabilizante”, subrayó el informe.
“Seguir con la inacción y el voluntarismo lleva fatalmente a la devaluación del dólar oficial y al golpe inflacionario que licue el exceso de emisión. La manera de evitar este desenlace traumático, ineficiente y socialmente costoso es abordando un ordenamiento integral del Estado. Esto incluye el ordenamiento previsional (el principal gasto del Estado nacional y un componente decisivo en las finanzas provinciales), el ordenamiento tributario (simplificar y unificar impuestos para aumentar la recaudación con menor presión impositiva), el ordenamiento funcional (eliminar organismos nacionales que se superponen con funciones provinciales) y el ordenamiento federal (eliminar la coparticipación para que las provincias se financien con su recaudación)”, concluyó Idesa.
Fuente: El Economista