¿En qué situación están las empresas pyme? ¿Cuál es el impacto en la adaptación a un nuevo modo de operar de factores tales como cultura y estructura organizacional, liderazgo y toma de decisiones? ¿Qué rol asumir en una situación incierta?
En primer lugar, les propongo pensar todo lo que pasa en un lapso breve de tiempo y la cantidad de decisiones que tomamos a nivel personal o, si somos empresarios pymes, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. ¿Podemos decir que fueron más de 100, 200, 300 o 1.000 decisiones? En verdad, por más que uno no lo sepa, en un día normal tomamos más de 35.000. Y, según un estudio desarrollado por Huawei, sólo somos conscientes de menos del 1% de las 35.000 decisiones que tomamos al día. El cerebro humano funciona automatizando determinados procesos que se repiten a diario, de manera que el número de decisiones reales que tenemos que tomar se reduce a cerca de cien al día, lo que se traduce en poco más de cuatro decisiones a la hora.
La pandemia puso en jaque la toma decisiones de los empresarios. De entender el fenómeno, a establecer un diagnóstico de la propia situación organizacional a empezar a tomar decisiones sobre un negocio, resetearse, adaptarse sabiendo que esto iba en serio. De qué manera liderar a la distancia, adaptar sus procesos, sistemas, modalidad de venta y sobre todo cambios de hábitos tanto de él y de su gente, fueron algunos de los asuntos clave. Esto, siempre que fuera posible adaptar un trabajo de oficina a uno remoto: el problema se presenta sobre todo para aquellos empresas y trabajadores qué sí o sí requieren de presencia física. Aunque lo cierto es que una rápida transformación depende pura y exclusivamente del nivel de profesionalización de la empresa, el producto o servicio que ofrecen, sus recursos tecnológicos y financieros, y sobre todo su equipo de trabajo.
El contexto de pandemia aceleró el tiempo de decisiones empresariales que, a
pesar de su recurrencia, en muchos casos venían siendo postergadas. Si en marzo
uno pensaba como iba a sobrevivir a 7 meses de pandemia/cuarentena, le parecía
imposible. Y así y todo, a pesar de notables caídas en la actividad económica,
el empleo y de muchas empresas, se sobrevino y todo partió de una decisión.
Resta saber cómo continuar y para qué hacerlo. La respuesta de manual sería para
crear condiciones de sostenibilidad en la empresa y continuar brindando trabajo,
ya que de él (y por ende de nuestras decisiones) dependen nuestros empleados y
sus familias. El asunto es cómo lograrlo.
¿Qué porcentaje de mi agenda es emergente ahora comparada con aquella la de períodos normales? ¿Podría haber automatizado algún proceso o puedo hacerlo a partir de ahora? ¿Reviso mi proceso de negocio una vez al año? ¿Cómo realmente agrego valor a la empresa como número 1? ¿Vale la pena un plan de contingencia ante situaciones crisis? En el día a día, ¿sigo privilegiando lo urgente y no importante, o lo importante y no urgente? ¿Qué tareas son las que no puedo delegar como número 1? ¿De qué plantel dispongo para delegar situaciones de corto plazo? Estas preguntas pueden ser consideradas como un puntapié para hacer de la empresa una institución con mayores niveles de gobernabilidad, que actúe de forma más proactiva que reactiva, y que sea más sostenible en el tiempo
Si bien en estos momentos evitar chocar la calesita es el objetivo más acuciante, no debería ser el único en nuestra agenda. Como todo empresario y persona, operamos en el presente “relojeando” el futuro. Incluso con equivocaciones nuestro ADN es mirar hacia adelante. No dejemos que la gravedad de la situación nuble nuestro propósito. Uno de los fundadores y primer rector de la Universidad de Flores, Roberto Kertész, que falleció hace mas de un año, decía “vayamos al futuro”. Esta frase sintetiza la idea que quería transmitir en la nota.
Fuente: El Economista