Aún en uno de los peores momentos de la economía global, la demanda de trabajadores calificados en tecnología sigue en aumento. Tan es así que Estados Unidos sigue teniendo puestos vacantes en las compañías del rubro, que los completa con trabajadores extranjeros.
Queda en evidencia la fuerza creciente que van tomando la digitalización, el comercio electrónico, el trabajo y la educación desde el hogar, la inteligencia artificial, la medicina remota, las comunicaciones en general, y tantas otras disciplinas conexas, y el carácter estratégico que el sector en su totalidad tiene para potenciar la economía, dotarla de mayor competitividad y de bienestar. La pandemia no hizo más que exacerbar esta realidad y acelerar cambios que ya estaban en pleno progreso.
Las rigideces naturales del mercado de trabajo local, la prohibición de
despidos, la doble indemnización y hasta la demora en contar con estadísticas
actualizadas, impiden en Argentina apreciar con claridad este proceso. Funcionan
como una batería de analgésicos, que ocultan los síntomas de la crisis sobre el
empleo. La economía estadounidense, sin semejantes restricciones en las
cuestiones laborales, reaccionó de forma instantánea, y a grandes rasgos
describe la tendencia que con mayor o menor grado de profundidad podrían
verificarse en el mediano plazo en la Argentina.
La evolución del empleo del sector software y servicios informáticos en Argentina durante los últimos diez años, confirma que su participación en la economía está creciendo de forma considerable. Entre los años 2009 y 2010 mientras que el empleo privado registrado creció un 10% (con bajas en algunos años puntuales), los puestos de trabajo asociados al software aumentaron sin pausa hasta totalizar un 61%. Esta brecha de crecimiento es notable, pero probablemente insuficiente para describir la magnitud de las diferencias que existirán en la generación de empleo tecnológico versus el empleo estándar en el futuro muy próximo.
Analizar el impacto de la tecnología a través del prisma del mercado laboral, es muy relevante, pero es tan solo una muestra de los efectos que se generan en terrenos como la competitividad sistémica, la balanza de pagos y el bienestar de la población.
El sector tecnológico es estratégico, y como tal es objeto de políticas públicas en casi todo el mundo. La competencia de las firmas argentinas en el mercado global del software y de los servicios informáticos no se recuesta exclusivamente de la capacidad individual de las empresas. El éxito del bloque tecnológico depende de una interacción público-privada intensa, que fomente la competitividad y promocione políticas públicas tendientes a solucionar problemas específicos, como la indisponibilidad de recursos humanos calificados o de financiamiento, o mecanismos que incentiven las habilidades emprendedoras y el desarrollo de nuevas empresas. Todos estos instrumentos, inclusive los fiscales, son aún más necesarios en contextos de volatilidad macroeconómica (y específicamente desdoblamiento cambiario) como la que sufre Argentina, y de cimbronazos de orden global como el coronavirus.
La reinstalación de un esquema de impulso al desarrollo del sector, como la ley de la economía del conocimiento que está en pleno debate legislativo, debería contribuir a dotar de mayor competitividad, empleo y certidumbre a las empresas. No sólo es importante el contenido de la nueva Ley, sino también la celeridad con la que se implemente: los ya casi cinco meses sin vigencia de ningún tipo de régimen se constituye en un cepo para la inversión en el sector.
Por Pablo Besmedrisnik Director de Invenómica
Fuente: El Economista