Actualmente, el empresario argentino trabaja en la producción de arándanos, cerezas, peras y manzanas. Quiere seguir creciendo en la industria de las cerezas para lograr convertirse en un jugador importante a nivel mundial, y además, está enfocado en el recambio varietal y renovación de los campos de arándanos para obtener mejores productos y menores costos.
PortalFrutícola conversó con Adolfo Storni, quien nos entregó su visión sobre el presente y futuro de la industria frutícola de Argentina.
A modo general y como introducción ¿cómo ves la industria de la exportación de frutas en Argentina en la actualidad?
Somos un país que tiene muchísimas condiciones naturales y humanas como disponibilidad de tierra, agua, horas de frío, amplitud térmica, etc. Tenemos muchos mercados abiertos, recursos humanos calificados y capacidad empresarial. Sin embargo, también tenemos muchas dificultades que otros países ya han sabido resolver, como puede ser el tema de una estabilidad macroeconómica, los acuerdos de libre comercio, la eliminación de las trabas que generan los impuestos distorsivos, entre otros.
En eso Argentina tiene mucho trabajo pendiente y debe resolverlo pronto para poder acercar sus productos a los mercados a través de una política comercial e internacional mucho más agresiva; similar a la que ha utilizado Chile, Perú o Sudáfrica y distintos países que son hoy los más exitosos en cuanto a la inserción internacional de sus productos.
La industria de las cerezas ha tenido un impulso importante en Argentina ¿a qué se debe esto?
Las empresas, productores y exportadores de Argentina hemos trabajado con condiciones excepcionales. Tenemos 6 provincias, desde Mendoza hacia la Patagonia en el sur, y contamos con una gran zona productiva donde hay fruta desde principios de noviembre hasta finales de febrero.
Participamos en el mercado cinco meses y el sector de las cerezas tiene condiciones muy buenas para ser un referente mundial, obviamente por ahora, con un volumen pequeño. Este año exportamos cerca de 6 mil toneladas, las que al lado del volumen de Chile parece muy pequeño, pero para nosotros es la continuación de un camino que se inició y esperamos seguir desarrollando y creciendo.
Ese camino lo hemos transitado con muchísimo aprendizaje y colaboraciones desde Chile. Los productores tenemos muchísima vinculación con Chile. Tenemos muchos técnicos chilenos trabajando en Argentina, asesorando en cuestiones de nutrición, poda, empaque, vida poscosecha. Además de muchos proveedores que hoy tienen al mercado de Argentina como cliente, que son proveedores de material de empaque, agroquímicos y de toda esa tecnología que a Chile lo llevó a ser el primer exportador mundial y que también ha generado toda una base productiva y de conocimiento para poder transmitir su experiencia a otros países.
En este contexto de desarrollo ¿cómo visualizas la industria de las cerezas argentinas de aquí a diez años?
Yo creo que, si logramos obtener condiciones de acceso al financiamiento y eliminamos impuestos distorsivos, veo una industria muy pujante porque hay muchísima tierra, agua y capacidad como para crecer. Hoy estamos aproximadamente en un poco más de 2.000 hectáreas plantadas y esto podría fácilmente multiplicarse por diez, si estuvieran las condiciones de acceso al financiamiento.
Hoy entendemos que el mercado está y que la calidad de la cereza argentina está creciendo. De hecho, esa calidad se está premiando con un mayor precio en el mercado; es un producto que gusta en cuanto a sabor, color y firmeza. Tenemos la suerte de tener un producto de alta gama, pero el principal problema que vemos en el desarrollo es la falta de acceso al financiamiento.
Hoy sabemos que plantar una hectárea de cerezas es una de las inversiones más caras en la fruticultura, porque no solamente está la preparación del terreno, el riego y las plantas, sino que también todo el sistema anti heladas y, en algunas zonas productivas donde también tenemos precipitaciones, se necesitan coberturas contra lluvia. Entonces podemos hablar de que una hectárea de cerezas en Argentina puede costar entre 30 y 50 o 60 mil dólares; son inversiones muy pesadas. Cuando alguien dice “me gustaría multiplicar por diez la producción, o la cantidad de hectáreas”, es obvio que hablamos de inversiones millonarias y hoy no está disponible ese crédito.
Y más allá de las cerezas ¿qué otras frutas podrían llegar a tener un desarrollo similar en Argentina, ya sea actualmente o en un futuro cercano?
En nuestro país hay condiciones para hacer casi todo tipo de fruta. El kiwi es un producto que puede crecer mucho, también toda la familia de frutas tropicales, ya que tenemos zonas como el noreste y noroeste donde se puede producir palta, ananá, mamón, mango, papaya, uchuva, higos y distintos productos que hoy se importan o que tienen una producción local pequeña.
Otro producto que también tiene bastante impulso en vista a la inestabilidad
macroeconómica es la banana. Es un producto que se consume mucho en Argentina y
hay una creciente producción local.
Después tenemos otros productos donde se ha achicado mucho la oferta, como el caso de la uva. Hay productos con los que Argentina tenía una buena inserción y producción que alimentaba el mercado interno y que también se exportaba, como toda la fruta de carozo y el pomelo, los que fueron fuertes hace 20 años o más y hoy tienen una pequeña producción y casi no se exportan.
También están todos los productos clásicos donde Argentina sigue siendo referente como las peras, manzanas y cítricos. Hay mucha capacidad de crecimiento, know how y clusters ya armados donde es mucho más fácil crecer, porque existe una industria pujante previa.
Políticas gubernamentales y un mayor acceso al libre comercio internacional
¿Cómo evalúas la gestión del nuevo gobierno en el contexto actual, enfocándonos en la industria?
El gobierno argentino ha trabajado con dos emergencias desde que asumió hace seis meses; una fue la negociación de la deuda, y a partir de marzo irrumpe el tema del Covid 19, que también lo mantuvo muy ocupado y que trastocó profundamente la forma en que nos movíamos cada uno de los argentinos.
El gobierno por suerte tuvo la valentía y clarividencia de poder darnos todas las condiciones para seguir trabajando, así que, desde el punto de vista operativo, toda la producción agroindustrial argentina y específicamente, la fruticultura, ha tenido el apoyo del gobierno para poder seguir trabajando en medio de una cuarentena con muchas restricciones a la movilidad de personas, con el funcionamiento de muchas actividades reducidas o interrumpidas.
Argentina ha seguido cosechando, empacando, transportando, exportando todos sus productos agroindustriales y específicamente la fruticultura, en cuanto a las campañas de pepitas, cítricos, granadas y todo lo que se exporta en esta época del año se está realizando o se realizaron sin complicaciones.
Hemos tenido apoyo a poder seguir trabajando, pero hoy las preocupaciones, en cuanto a medidas concretas para la producción no están siendo recibidas, porque toda la prioridad del gobierno la tiene el manejo de esta crisis desatada por la pandemia y tener una finalización adecuada de toda la renegociación de la deuda donde se están discutiendo o negociando plazos, tasas de interés, etc.
¿Por qué es tan importante para la industria frutícola de Argentina el impulso del comercio internacional?
Nosotros creemos que ese es el camino. Personalmente, no entiendo la inserción internacional de los productos de un país si no es a través de Acuerdos de Libre Comercio. No existe otra forma de acceder a los mercados, porque tiene que haber una relación fructífera entre ambos países.
Argentina tiene una ventaja competitiva que tiene muchos productos asociados a la alimentación o a la agroindustria, pero tiene déficit en otros productos donde tiene necesidades de importar. Entonces, yo soy un ferviente partidario del Libre Comercio; entiendo que uno tiene que asociarse con economías complementarias y hoy Argentina prácticamente es complementario de todo el mundo, porque tiene alimentos, materias primas, energía, minerales, entre otros. Soy un ferviente partidario de los Acuerdos de Libre Comercio y entiendo que es la única forma de poder insertar mejor nuestras producciones en el exterior.
¿Cómo ha afectado a la industria argentina la pérdida de las exportaciones frutícolas del país en los últimos años?
Cuando uno mira la totalidad de las exportaciones de Argentina, te das cuenta de que se exporta mucho menos en comparación a diez años atrás. Una parte por falta de inversiones y de adaptación a lo que está queriendo el mundo, pero también por la irrupción de otros países que han crecido fuertemente: Chile, Perú, Colombia, Sudáfrica, Australia y muchos países también del hemisferio norte que extendieron o sus cosechas.
La tecnología alargó la vida útil de algunos productos y yo creo que el mercado se mueve rápido y, cuando uno se mueve más lento que el resto, se queda estancado o pierde posiciones.
Argentina ha bajado mucho su nivel de inversión; en algunos productos no supo mantener la calidad y ha habido también una concentración. Antes se exportaba muchas uvas y hoy prácticamente nada. Yo creo que cuando uno deja de invertir y la rentabilidad de la actividad no es tan buena, porque tienes altos aranceles de importación por falta de acuerdo de comercio, o tienes un impuesto distorsivo como son las retenciones a la exportación, se genera pérdida de competitividad y cuando uno pierde competitividad el incentivo de exportar cae y esto hace que la producción de Argentina se haya concentrado en menos productos y desaparecido algunas categorías o disminuido bastante.
Con inversión, Acuerdos de Libre Comercio y otro marco impositivo tenemos la posibilidad de hacer crecer la exportación, porque sabemos producir; lo que necesitamos son las condiciones.
El sector frutícola genera inversiones, movimiento, valor agregado, empleo, mucho empleo y divisas al país que son muy necesarias para sostener la recaudación, el pago de las importaciones y de la deuda externa, ya que es un ciclo virtuoso.
La fruticultura, como pocos, es un sector que derrama mucho, porque tiene mucho valor agregado en empleo, proveedores, material de empaque, consumo de energía, fletes, servicios. Todo eso genera un enorme derrame, enriquecimiento y desarrollo colectivo que otras actividades no tienen. Somos los principales impulsores del desarrollo en el interior del país.
Fuente: Portal Fruticola