Entre el pasado 9 de diciembre (fin de la gestión de Mauricio Macri) hasta el 4 de marzo la tasa de las Leliq había acumulado un descenso de 23 puntos básicos. El BCRA redujo en ese período la tasa de pases pasivos en 35,1 puntos, y la de pases pasivos en 46,5 puntos porcentuales.
Las tasas bancarias registraron una caída heterogénea. Por el lado de los depósitos a plazo fijo en pesos entre 30 y 44 días, las tasas en pesos retrocedieron 12,5 puntos, perforando el 30% anual. Por el lado de los créditos, el comportamiento ha sido heterogéneo. Las mayores bajas de tasas correspondieron a los adelantos a empresas privadas con acuerdo por $ 10 millones o más y 1 a 7 días (-20,6 puntos) y al call money en pesos (-20,3 puntos). Los niveles de las tasas activas parecerían nivelarse en torno del 30% anual, salvo para los mencionados adelantos a empresas por los que se cobraba, en promedio, 38,4% anual) y para los préstamos personales, con tasas promedio del 58,4%. En este último caso con una habitualmente elevada dispersión.
La transmisión de las tasas de control monetario a las del mercado de crédito
no es fácil cuando la credibilidad en la autoridad monetaria no es independiente
de la definición de políticas no monetarias que pueden condicionar decisiones de
política respecto del sendero futuro de la inflación, el tipo de cambio, y el
financiamiento fiscal.
La dominancia fiscal parecía estar neutralizada en las primeras semanas del año, abrigando incipientes expectativas de cierta acotada “autonomía” del BCRA respecto de Hacienda. Pero el total acumulado de adelantos de la autoridad monetaria al Tesoro desde el inicio de 2020 y hasta el 2 de marzo pasado ha sido de $ 182.000 millones, nada menos que el 52% del total de adelantos del BCRA al Tesoro durante todo 2019.
La base monetaria se ha contraído en dicho período en $ 81.267 millones, pero gracias a una fuerte absorción explicada por la operatoria de pases y Leliq que permitió absorber $361.929 millones. Además, el stock del pasivo de la autoridad monetaria por pases pasivos y Leliq aumentó de $ 1,17 billón al 9 de diciembre pasado a $ 1,69 billón al 4 de marzo de este año. N nada menos que 45% en menos de 90 días.
¿Podrá sostenerse la baja de tasas? Dependerá no sólo de la evolución de la oferta monetaria y de estos pasivos onerosos del BCRA sino del ajuste de las expectativas. La semana próxima en ese sentido puede ofrecer algunas señales relevantes para el reacomodamiento de la psicología de los mercados. Por un lado, se daría a conocer la oferta oficial sobre la reestructuración de la deuda con los tenedores de bonos, y por otro, se publicará el próximo jueves la inflación de febrero. Un número que va a ser decisivo para el ajuste de las expectativas y de contratos atados a la inflación. Un guarismo inferior a 2% para febrero marcaría un antecedente que le daría oxígeno político a mecanismos oficiales de controles de precios. Un número cercano al 2,3% de enero sembraría de pocas dudas sobre la eficacia y el futuro de esos controles, poniendo dudas, también, sobre la sostenibilidad de la baja en curso de las tasas de interés, y de la relativa “pax cambiaria” de estos primeros meses del año.
De todas formas, el futuro de la reestructuración de la deuda es crucial para intuir, de mínima el rumbo futuro de la política fiscal. Las medidas de diciembre pasado parecían orientarse hacia un genuino ajuste fiscal, pero ahora, y luego del reperfilamiento de deuda interna hasta agosto, hay evidencia de un fuerte aumento de la asistencia del BCRA al Fisco. Una evidencia que repite otras experiencias análogas, pondría en riesgo el intento de sostener la relativa estabilidad cambiaria actual con un sendero a la baja de las tasas de interés. Algo que a partir de este mes no podrá pensarse como algo decidido incondicionalmente por el BCRA. Su sostenibilidad estará probablemente condicionada a nuevos anuncios en materia fiscal, monetaria y cambiaria, aun si el ministro de Economía llegara a lograr una reestructuración de la deuda rápida y a bajo costo.
Fuente: El Economista