Los Estados Unidos no logran aumentar sus exportaciones agroalimentarias por la gran competencia que le han generado países como Brasil, Argentina y China. Del récord de US$152.000 millones de exportaciones en 2014, para el 2020 proyectan exportar por un total de US$139.000 millones.
El dato más relevante es la evolución del balance de comercio agroalimentario estadounidense, de un superávit de US$43.000 millones en 2014 a superávit de apenas US$7000 millones en 2020. Mientras las exportaciones de alimentos perdían el 9% en los últimos seis años, las importaciones de alimentos crecieron un 21%, llegando al récord de US$132.000 millones en 2020.
El complejo agrícola en su conjunto, granos forrajeros, cereales y
oleaginosos, generan el 41% del ingreso de dólares a la economía estadounidense,
con un total de US$56.600 millones. La soja y todo su complejo agroindustrial
exportador generan ingresos por US$27.100 millones, mientras que en segundo
lugar figura el maíz con US$9000 millones por exportaciones.
La política agrícola estadounidense, de promover la producción, el consumo y la exportación de productos con valor agregado, data del siglo pasado. Mientras que la política agroindustrial exportadora de la Argentina, que desde sus orígenes daba cierta protección al procesamiento de la soja y a exportación de aceites y harinas, se terminó cuando el gobierno de Mauricio Macri decidió eliminar el diferencial arancelario que favorecía la industrialización de la soja. Esto le permitía a los exportadores poder compensar parcialmente el excesivo nivel de proteccionismo de las grandes potencias: Estados Unidos y Europa.
La falta de protección a nuestra agroindustria aceitera, junto con el plan "4 pesos por dólar", fue el principal factor que provocó la caída en los márgenes de molienda, a punto tal que hace muchos meses los mismos son negativos. Hay mucho por hacer en este sentido para que la Argentina recobre el mínimo de competitividad perdido y para poder competir de igual a igual con las principales potencias mundiales.
Otro gran acierto de la política agrícola estadounidense ha sido la política
de producción de etanol a partir del maíz. Hoy Estados Unidos procesa 135
millones de toneladas del forrajero para convertirlo en biocombustible. Nuestro
país debería copiar ejemplos exitosos, como lo es el proceso de agregado de
valor de la soja, y la utilización de maíz para elaborar etanol.
La Argentina ha podido consolidar un modelo de rotaciones donde el maíz hoy está produciendo casi el mismo volumen que se produce de soja.
La genética ha dado respuesta al nuevo modelo de producción, donde los maíces de segunda y los tardíos ya son parte del portfolio productivo de los productores. Con la actual relación de precios soja/maíz, los márgenes de éste último vuelven a ser atractivos y competitivos. Con casi 17 millones de toneladas de maíz de la nueva cosecha vendidos en forma anticipada por los productores, está asegurado el precio y un margen bruto aceptable, compitiendo de igual a igual con los márgenes de la soja.