El debate sobre el futuro impregna ambientes diversos. Los líderes globales
reflexionan sobre los desafíos de estos tiempos en varios espacios de la
academia y la sociedad. La preocupación crece con el cambio climático, la
contaminación, las nuevas formas de terrorismo, las políticas sorpresivas de
EE.UU. y sus consecuentes impactos en el comercio global. ¿Cuál será el rol de
las nuevas potencias como China? ¿Y sobre todo los cambios culturales, sociales
y laborales que generan la convergencia de las nuevas tecnologías y las
migraciones?
Con esta misma energía podríamos mirar el futuro con esperanza. El desarrollo de las energías renovables hace tender su costo a cero, ya no será una utopía producir en el Sahara o usar el agua desalinizada del mar. La convergencia de biotecnología, robótica, agricultura de precisión, IA y nanotecnología puede abaratar aún más los precios de los alimentos y crear una agricultura más amigable con el medio ambiente. Recordemos que hoy el 1% de la población produce para el 100% y hace pocos años era el 40%. La salud personalizada y los avances en las ciencias elevarán la expectativa de vida varias décadas.
Los motivos para la esperanza pueden ser mayores a los del miedo, pero estas
transformaciones, aunque finalmente sean positivas, pueden causar dolor, como
vivimos en otros tiempos. Por ello la reflexión sobre los modelos económicos y
sociales donde estas transformaciones sucederán no es solo académico. El
progreso podría abortarse si la sociedad no está preparada para recibirlo. El
sistema capitalista estimula y acelera desarrollos sociales, institucionales,
económicos y tecnológicos pero también el temor de que algo esté fuera de
control o no sea justo. La realidad les da la razón a esos sentimientos, pero
muchas veces le cargamos al capitalismo responsabilidades en daños que
justamente se generan por su falta.
El sistema no funciona bien si no hay competencia, los monopolios u
oligopolios generan fallas que afectan a la sociedad. Hay que incentivar la
inversión para crear opciones a los consumidores. Los Estados deben funcionar
eficientemente, creando bienes públicos de calidad. No hay capitalismo sin un
Estado fuerte, que no necesariamente es sinónimo de grande. Los mercados son
creaciones de los Estados y muchas veces los problemas que ocasionan vienen por
no tener ajustes en tiempo y forma. Cuando decimos que falla el mercado, en
realidad es el Estado el que no está cumpliendo bien con su tarea. Tampoco
funciona bien si no hay empresarios, políticos o trabajadores que cumplan con
sus reglas y funcionen con su dinámica. Todos estos grupos de interés deben ser
de este tiempo. Parece ambiguo el comentario, y lo es. No sabemos exactamente
qué va a suceder, solo sabemos que debemos estar dispuestos a cambiar, a
aprender, a ser transparentes, a integrarnos.
En un reciente evento en Harvard (HBS-Dialogue) los empresarios conversamos sobre estos temas y algunos aprendizajes de casos exitosos que cambian la perspectiva y propósito de la actividad empresarial. Por ejemplo, hay evidencias de que maximizar el valor para los accionistas no asegura la supervivencia de las empresas y solo se la consigue cuando se lo hace para todos los grupos de interés (además de los "dueños", los talentos, clientes, proveedores y la sociedad en su conjunto). La reflexión sobre el propósito de nuestras acciones como empresarios o ciudadanos es relevante. ¿Para qué hacemos lo que hacemos? Esa exploración conduce a pensar en cómo mejoramos, con nuestra actividad, las capacidades de las personas para lograr su felicidad; cómo satisfacemos a los grupos de interés y cómo estos nos prefieren; de qué manera les generamos confianza; cómo cooperamos con otras empresas -a veces competidoras- y cómo ayudamos a construir instituciones, incluido un Estado de este tiempo. La sublimación de la asociación público-privada es la construcción conjunta de un Estado de este tiempo. Actualmente es mucho más relevante cómo hacer las cosas que las cosas por hacer. Si tenemos los mecanismos de creación de consensos y la capacidad de ejecución en tiempo y forma es probable que lleguemos más rápido y más lejos. Para los empresarios de este tiempo, ganar dinero es la consecuencia de haber hecho las cosas bien durante muchos años.
El tema del empleo no es un desafío menor. Con tantos cambios en la forma de
trabajar y necesidades de nuevas capacidades, es muy probable que para preservar
el empleo haya que estar preparado para cambiar de trabajo. Aquí la
empleabilidad es una necesidad que supera a la de tener empleo, ya que refiere a
la libertad de elegir cómo y dónde trabajar. Probablemente el gran desafío de
las nuevas generaciones no sea conseguir empleo sino crearlo. No podemos seguir
condenados a la idea de que la pobreza crea pobreza. Es cierto, también, que
tenemos la responsabilidad de generar amplias opciones de creación de trabajo
durante una transición que probablemente será dura, pero no debemos perder la
brújula: tenemos que hacer a las personas más libres, más autónomas, más
empleables, más emprendedoras, más solidarias y más saludables.
Para los políticos, ser de este tiempo requiere abrirse e integrar la mayor
cantidad de miradas de la sociedad, tener vocación de servicio, resolver los
problemas rápido y bien, y facilitar los procesos de transformación. Es muy
importante facilitar un flujo permanente de talentos desde y hacia el sector
privado, debemos hablar el mismo idioma y desarrollar competencias
complementarias. El sector privado debe entender el idioma y la cultura de la
función publica, y viceversa.
El populismo no es la causa de los problemas, es lo que emerge de la sociedad por la falta de confianza en el futuro. Hay que trabajar para recrear una sociedad de la esperanza, donde los jóvenes no tengan desventajas, la educación dé las mismas oportunidades, la infraestructura nos conecte y los bienes públicos permitan incluir, con información transparente y amplia base de participación en el debate público. Debemos recrear la idea de una movilidad social con progreso. Hay que manejar las expectativas; no somos ricos, debemos trabajar para serlo. Muchas veces las crisis y el desencanto vienen por no entender la distancia entre las expectativas y las realidades, y la forma de acercarlas.
Es necesario transitar por este árido camino entre el presente y el futuro y
para ello el rol del liderazgo es fundamental. Digo liderazgo ya que es un
sistema, que si bien incluye a líderes, debe transformar colectivamente. Los
lideres inspiran, catalizan, emocionan. Los colectivos incluyen, sustentan y
proyectan.
La Argentina es un "megalaboratorio" donde se ponen a prueba cosas que la economía o la sociología aún no terminaron de explicar. Esta situación, la mayoría de las veces conducida con cierta irresponsabilidad o falta de capacidad, ha generado mucho dolor y desazón, pero también nos ha preparado para estar en la vanguardia de estas ideas que impregnan, como novedad, los ambientes que frecuentan los líderes globales. Nuestra historia y experiencia es nuestra oportunidad y esperanza.