Con energías renovadas, la nueva campaña comienza con buenas perspectivas. Según el Informativo semanal de la Bolsa de Comercio de Rosario, con una inversión de US$ 10.100 millones para 2018/19 se prevé un incremento del área sembrada. “Las expectativas están firmemente puestas en el próximo ciclo esperando dejar atrás una campaña 2017/18 que arrojó un saldo muy negativo para la producción primaria argentina. A la peor sequía en 50 años, le siguió un período de lluvias intensas y extendidas en plena época de cosecha, lo que determinó una producción no mayor a 100 millones de toneladas”, apunta el informe.
A 10 días de comenzar con la siembra, clima y precios parecen acompañar a la oleaginosa en el NEA y se prevé un avance de la superficie total. “En el norte de Santa Fe, intención de los productores con la soja viene similar al año pasado”, señaló Sebastián Zuil –especialista en Producción Vegetal del INTA Reconquista–.
“Si bien la soja no suele bajar en superficie, por ahora entendemos que la intención se mantiene. Sin embargo, a causa de las condiciones climáticas, muchos productores se inclinaron a otros cultivos como girasol y algodón”, indicó Zuil.
Por su fisiología y la sensibilidad fotoperiódica, el desarrollo de la planta depende de las temperaturas y las horas de luz del día. A mayor temperatura, el ciclo del cultivo se acelera. Por esto, “en nuestra zona, la fecha óptima de siembra –por temperatura de suelo– es del 15 de noviembre al 15 de diciembre y los grupos de madurez más difundidos son siete y ocho”, explicó Zuil y aclaró: “Hacia el sur, los grupos de madurez son más cortos”.
En el norte argentino, el verano suele romper récord. Con temperaturas que pueden llegar a los 45 °C, Chaco se ubica entre las provincias con los mayores registros. En este sentido, Gerardo Quintana –especialista en cultivos del INTA Las Breñas– pone el foco en el impacto que tienen los estreses térmicos e hídricos en el rendimiento de los cultivos.
“Para evitar que el momento de formación de vainas y granos se de en el período en el que se producen los estreses –térmicos como hídricos–, nuestra recomendación sembrar entre el 20 y 30 de diciembre”, señaló Quintana y afirmó: “En ese período se da la mejor combinación entre altos rindes y mayor probabilidad de obtenerlos”.
“Si bien en esta zona los rindes están limitados por el momento en el que ocurre un estrés, evaluaciones realizadas a campo en la zona de influencia de la experimental del INTA Las Breñas demuestran que en torno al 20 de diciembre –en lotes muy buenos y con óptima provisión de agua– se pueden obtener rendimientos en torno a los 5.000 kilos por hectárea”, indicó Quintana y agregó: “Algo muy interesante, si tenemos en cuenta que el rinde promedio provincial es de 2.000 kilos”.
Escalonar la fecha de siembra durante el mes de diciembre y mediados de enero y diversificar la selección de variedades y de grupos de madurez es una buena estrategia para asegurar que el momento para la definición de los rindes se de en fechas diferentes. De esta manera, es posible diversificar el riesgo de disminución de rendimientos.
“Es importante conocer las características de las variedades según su potencial productivo y su adaptabilidad, debido a que esto te dice cuál puede incrementar los rindes en lotes de buena calidad y cual puede mantenerlos sin una caída notable en lotes de baja calidad”, manifestó el especialista del INTA Las Breñas e invitó a consultar los informes de la Red Nacional de Evaluación de Cultivares de Soja (RECSO) y de la Red NEA de Evaluación de Cultivares de Soja
Asimismo, Quintana recomendó: “Optar por variedades de alto potencial de rendimiento, elegir aquellos lotes que tienen alta capacidad productiva, que vienen estabilizados con siembra directa con antecesor maíz o sorgo o cultivos de cobertura y que tengan buena disponibilidad de agua antes de la siembra de la oleaginosa. Mientras que en los de mediana o baja calidad, es preferible utilizar variedades estables o adaptables a estos ambientes”.
En cuanto a las prácticas para mejorar los rindes del cultivo, Quintana expresó: “La soja responde con incremento de rindes frente a prácticas de manejo que mejoren la calidad del ambiente: rotación de cultivos que incluya gramíneas, incorporación de nutrientes en los suelos degradados”.
“Caminar los lotes, evaluar la cantidad de agua en el suelo y analizar la disponibilidad de nutrientes son prácticas que ayudan a tomar decisiones para aprovechar el potencial de los lotes”, puntualizó Quintana.
Por otro lado, antes de la siembra es fundamental evaluar el poder germinativo de las semillas y realizar un exhaustivo control de malezas. Un barbecho libre de malezas puede ayudar en la definición de los rindes.