Como hemos dicho en anteriores comentarios, los derechos de exportación han vuelto con fuerza. Eso sí, y justo es reconocerlo, ahora con la particularidad de que el golpe se aplica a todos los productos ligados a la exportación.
Con la nueva disposición referente a los derechos de exportación, la producción agrícola más castigada pasa a ser la del maíz.
A partir de la disposición del gobierno, en términos relativos el maíz queda en peor posición respecto a la soja.
Al momento de la cosecha (el año que viene) hasta la aplicación de la nueva disposición, el diferencial de derecho de exportación entre soja y maíz se aproximaba a 21-23%. Ahora, pasa a ser de 18%
Frente a este nuevo y sorpresivo cuadro, los productores posiblemente se vean tentados, ahora que está en pleno inicio de la campaña maicera, a modificar su plan de siembras a favor de la soja y en desmedro de la rotación agrícola.
Muy probablemente, los productores ampliarán la superficie a sembrar de soja, castigando así la que se iba a destinar a maíz. Obviamente, pesará en esta decisión la menor inversión que exige el cultivo de soja desde el arranque mismo, pues la semilla suele ser de propia producción.
La devaluación golpea mucho más fuerte a la actividad maicera así como también a la del girasol.
En el mes de junio pasado, un estudio realizado por CREA mostró que los cultivos con mayor participación de costos establecidos en dólares son el girasol con un 72% y el maíz con un 61%. En tanto que para la soja, la participación de estos costos llega a solamente 59%.
Otra particularidad que muestra el nuevo esquema impositivo es que, dado que se aplica un valor fijo, la incidencia de la alícuota efectiva a tributar disminuye a medida que sube el tipo de cambio. No es lo mismo un dólar $26 que uno de $32.
El complejo sojero paga de ahora en más el mismo impuesto para cualquiera de sus productos. Y la incidencia de la alícuota efectiva va cayendo. Suponiendo un dólar de $ 40, la alícuota efectiva es de 28%. Pero si el dólar (Dios no lo quiera) llegase a $ 50, ésta bajaría a 26%.
En suma, el poroto, el aceite y la harina de soja tributan un 18%. A ello se agrega un 12% o un tope de $ 4 por dólar de valor de exportación.
A nuestro modo de ver, preocupa la falta de incentivos que ahora hay para industrializar, es decir agregar para valor en la cadena oleaginosa, pues la harina y el aceite están gravados con el mismo tributo que el poroto.
Durante varias décadas, hemos mantenido una suerte de política de estado que promovía la industrialización. Merced a ella, hoy el país es el principal exportador de harinas y aceites de soja del mundo.
El hecho es llamativo pues para el caso de derivados del maíz y del trigo el tributo es de $3. La discriminación hacia la industria sojera es evidente, pues los subproductos deben abonar $4.
Respecto a los otros granos, la alícuota máxima queda en un 12%. Y a medida que el tipo de cambio aumenta, la incidencia del impuesto tiende a la baja. Es que los montos son fijos independientemente el tipo de cambio que haya.