Desde siempre, lo único constante en el sistema atmosférico es lo variable. Bajo esta premisa, predecir lo caótico resulta una utopía. Los especialistas coinciden en que los grandes avances en la ciencia no alcanzan, aún, para pronosticar la variabilidad climática. Se trata de fluctuaciones tan naturales y propias del sistema, como misteriosas.
Así lo cree Roberto De Ruyver, investigador del Instituto de Clima y Agua del INTA, quien no dudó en asegurar que “en la próxima década, nos afectará más la variabilidad que un incontrastable cambio climático” y reconoció que “a pesar de los grandes avances de la meteorología, resulta imposible, todavía, anticiparse a estas fluctuaciones u oscilaciones interanuales que implica la variabilidad”.
“Es que se trata de un fenómeno que está presente desde siempre, es natural y propio del sistema y resulta de los miles de procesos simultáneos que ocurren en la atmósfera, algunos muy conocidos y otros ni siquiera develados hasta hoy”, puntualizó el investigador.
En este sentido, a fin de profundizar el concepto, De Ruyver explicó que, del análisis de los últimos 100 eventos más extremos de precipitación y temperatura de los últimos 85 años en el país, surge que no hay una tendencia definida en el largo plazo para estas variables, sino meras oscilaciones de onda.
“La frecuencia de temperaturas máximas extremas por localidad, contadas por décadas, no muestra su máximo, en general, en las últimas 3 décadas sino en los años 30 y 40”, puntualizó.
“Las Ciencias Meteorológicas tienen apenas 100 años, son contemporáneas a la aparición del automóvil y, a pesar de haber evolucionado con la misma rapidez y sofisticación, todavía no nos alcanza para anticiparnos”, indicó y agregó: “el clima es un sistema caótico que se resiste a mostrar sus secretos”.
En este sentido, reconoció: “Progresamos mucho en materia de pronósticos, pero es difícil tener una perspectiva precisa y confiable a tres meses, dado que el margen de error es más grande de lo que quisiéramos”.
Ante la gran incertidumbre que esto produce, De Ruyver recomendó que los productores opten por realizar actividades en aquellos lugares con condiciones óptimas y evitar arriesgarse en zonas poco sustentables y con inseguridad.
En este punto, el especialista se refirió al caso del corrimiento de la frontera agrícola del país, como en las zonas de Santiago del Estero y Córdoba. Allí, se pasó de actividades ganaderas a agrícolas, como consecuencia de una época de abundantes precipitaciones.
“Este ciclo de bonanza concluyó en la década de los ´90 cuando las precipitaciones en estas zonas comenzaron a presentar una tendencia negativa”, indicó De Ruyver quien subrayó que “no es consecuencia del cambio climático, sino que es el mero comportamiento de la variabilidad climática a largo plazo”. Por este motivo, recomendó “apuntar a lo que es posible de sostener en el tiempo de acuerdo a las características propias de cada zona, sin forzarlas”.
Clima: ¿variable o cambiante?
Cambio o variabilidad climática. Si bien ambos conceptos se asimilan en cuanto a su influencia directa en las actividades productivas agropecuarias, se diferencian en materia de plazos, riesgos e incertidumbre.
Se entiende por variabilidad climática a las fluctuaciones de los componentes del clima –como temperatura y precipitaciones, entre otros– durante lapsos de tiempo determinados, los cuales pueden ser tan disímiles como abarcar períodos desde algunos días hasta décadas.
“Registrando estas variables meteorológicas, por al menos 30 años, podremos establecer la media aritmética de las mismas, que definen en términos climáticos, las características de un lugar dado”, explicó el investigador.
Mientras que el cambio climático se refiere a una variación significativa en los valores medios de las variables o componentes del clima en períodos de centurias y con consecuencias a muy a largo plazo.