La estampida que provocó el dólar, especialmente entre miércoles y jueves, con un salto desde los 30 a los 40 pesos en 48 horas –aunque ayer bajó a 38- provocó un cimbronazo en toda la economía argentina. Y la cadena agroindustrial, que obviamente no fue ajena a ese impacto, quedó considerada por muchos –al menos en los primeros análisis- como el sector más favorecido. El único, se atrevieron a decir algunos.
Sin embargo, a poco de hilar un poco más fino, las cuentas no son tan lineales. Un factor clave es el destino de los productos: las actividades con foco exportador son las que reaccionarán mejor al salto del dólar, pero las que están más vinculadas al consumo interno probablemente resulten perjudicadas, por el aumento de costos y el menor poder adquisitivo de los clientes.
La volatilidad en la cotización del tipo de cambio jugó un papel central en el mercado granario, impulsando a las fábricas locales a elevar considerablemente sus ofertas de compras, tanto por los cereales, como por la soja, tal como se reflejó en las cotizaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario. La oferta de compra por la soja con entrega contractual alcanzó los $ 9.000 por tonelada, el valor ofrecido por el trigo con descarga alcanzó los $ 8.000 y en el caso del maíz llegó a cotizar $ 5.500 por tonelada. Ello a pesar de que, particularmente el jueves, hubo bajas en el mercado internacional de Chicago.
Con todo, David Miazzo, economista de Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Argentino (FADA), advirtió que “semejante salto no le sirve a nadie porque la inestabilidad tiende a paralizar actividades. El campo con el dólar a 25 pesos ya tenía buena rentabilidad y ahora, por ejemplo, va a a tener serias dificultades para cubrir créditos y volver a financiarse”.
El análisis de los márgenes de rentabilidad fue uno de los focos principales en las Agrojornadas que impulsó Agrovoz esta semana en Córdoba, donde por un lado se dejó constancia que tanto soja como maíz -los dos cultivos objeto de análisis del evento- presentan “márgenes de rentabilidad positivos para la próxima campaña. Pero hay que tener en cuenta que venimos de una campaña complicada, con una fuerte sequía que dejó a muchos productores muy complicados. Y con escasas posibilidades de refinanciación por las tasas altas”, analizó el economista Gonzalo Agusto, de la Bolsa de Cereales de Córdoba.
La perspectiva presentada por Agusto coincide, además, con la que elaboraron en el Inta Marcos Juárez a mediados de julio: el maíz le saca ventaja a la soja. Agusto también dio a conocer la proyección de costo de arrendamientos, con una caída del cinco por ciento en quintales por hectárea o 15 por ciento en dólares.
Según el economista, los márgenes de la última campaña fueron exiguos debido a la fuerte caída de los rendimientos, como consecuencia de la sequía. En promedio, en esa provincia, la soja marcó poco más de 200 dólares por hectárea de margen bruto, 100 dólares de resultado neto y una pérdida de casi 100 dólares en caso de campo arrendado. El maíz, por su parte, tuvo una ganancia bruta de 300 dólares, neta de 200 y apenas “salió hecho” en establecimientos alquilados.
Para el nuevo ciclo, la expectativa es que el régimen de lluvias sea normal o superior al normal, y eso ayudaría a recuperar los rindes y, por ende, a los resultados esperados. La proyección de la Bolsa de Cereales corobesaes que los márgenes, como mínimo, se dupliquen. En el caso de la soja, hasta 400 dólares en bruto, 300 netos y 150 en campo arrendado. En maíz, son unos 600 dólares en bruto, 500 netos y 350 en lotes alquilados.
El ingeniero Hernán Fernández Martínez, asesor en diversos establecimientos en distintas regiones del país, reconoce que “a corto plazo la mejora es notable para las actividades agrícolas, la mayoría de las cuales cobran su producción en dólares, ahora revalorizado. Pero rubros como la lechería tienen costos en dólares e ingresos mayormente en pesos. La ganadería de carne también se verá parcialmente afectada, porque tiene alta vinculación con el mercado interno y es probable que mucha gente reemplace este tipo de productos alimenticios por otros más baratos”.
Juan Manuel Garzón, economista jefe del Ieeral (Fundación Mediterránea) resalta que deben considerarse matices, porque los productores que exportan tienen posibilidades de captar rápido los dólares, pero los más vinculados al mercado interno están peor que la semana pasada y posiblemente van a sufrir”. En ese sentido, afirmó que la suba de costos de la alimentación animal resultará un problema para los productores de cerdos y aves, por ejemplo, algo que también preocupa a Miazzo Fernández Martínez luego advirtió que incluso para la agricultura extensiva enfocada a la exportación el horizonte largo no es tan claro, porque lo que puede ganar en una cosecha va a volver como dificultades de capitalización en la próxima, teniendo en cuenta que muchos insumos y costos logísticos están dolarizados”. Y puso de relieve “la difícil situación que atraviesan los contratistas que se capitalizaron con máquinas financiadas en dólares pero no pueden cobrar mucho más en pesos por sus servicios a los productores. Esa pérdida de valor en dólares seguramente afectará también a todo el mercado de la maquinaria agrícola, vital para el dinamismo económico en muchas pueblos del interior agropecuario”.
En un sentido similar, Garzón calculó que “el campo hoy debe 3.000 millones de dólares en los bancos. Los que deban créditos en dólares están peor que la semana pasada. Ahí aparece otro matiz: en un extremo están los que tienen deuda en dólares y activos en pesos; son los más afectados. Y entre los más favorecidos se cuentan lo que no tienen deudas, o las tienen pesificadas, y cuentan con activos en dólares, como granos”. El analista Pablo Adreani estimó que todavía quedan 13 millones de toneladas entre soja, maíz y trigo de la última cosecha Además, Garzón advierte que “la mejora competitiva para el campo podrá ser tal si no se la devora la inflación de los próximos meses. Habrá que ver dónde estamos parados cuando llegue la cosecha”.
Frente a este escenario, Fernández Martínez recomendó “atar algunos cabos posibles dentro de la incertidumbre”. Consignó que “se pueden comprar insumos en dólares, como una manera de implementar un canje sin entrar a la influencia de la divisa indomable. Si compro y vendo en dólares, el tipo de cambio no me afecta directamente”.