Chuck Lund ya está a menos de dos semanas de iniciar la cosecha de maíz, que promete rendirle un promedio de 225 bushels por acre. Son 13.500 kg por hectárea, sobre 700 hectáreas en Corning, en el centro de Iowa. Es la mitad de lo que siembra. La otra mitad es soja, donde espera rindes de 3.600 kg/ha.
Lo encontramos en su chacra, limpiando la planta de silos de 50 mil toneladas para recibir el aluvión de granos. Se bajó del tractor para recibir al grupo de periodistas de Sudamérica que armó Corteva, la nueva compañía que surge de la fusión de Dow y Dupont, y que tiene su sede a pocas millas de Lund Farms.
A pesar de que son excelentes resultados, después de un año en el que el clima acompañó bien después de cierto atraso en el arranque de la primavera, Chuck no la está pasando bien. El experimentado farmer del corn belt dice que con los precios actuales los números no le cierran, y que este será un año para el olvido.
Esto significa que deberá esperar otra campaña para hacer lo que hace siempre cuando le sobra algún dólar: comprar algunos acres más. “Es lo mejor que puedo hacer con mi dinero. Soy farmer y estamos aquí desde que llegó mi abuelo de Suecia, en 1912”. Chuck trabaja con su señora, que también nació en una chacra vecina, su hijo de 36 años y su nuera, también farmer. Cada vez que pudieron, fueron comprando puchitos de tierra para ampliarse. Ya tienen 1000 acres propios. Son 400 hectáreas, que a los precios actuales significan un patrimonio de 8 millones de dólares.
“Necesitamos una soja de 9,50 y está a 8,30”, dice. Le debe haber venido muy bien la ayuda de 1,60 dólares por bushel que al día siguiente anunció Scott Perdue, el secretario de Agricultura de los EEUU, en el Farm Progress Show. Con el maíz está mucho mejor: lo salva la cercanía de una planta de etanol, que le permite reducir el costo del flete y tiene demanda firme todo el año. “Por eso construí la planta de silos, la mejor inversión que hice en mi vida, con un crédito a baja tasa”. Antes lo mataban con el “basis”, el descuento entre el precio de Chicago y lo que cobraba en chacra. “Ahora tengo más opciones, pero siempre la mejor es la de la planta de etanol, de la que –a diferencia de otros farmers—no es accionista y confiesa estar un poco arrepentido, porque el negocio es bueno.
Hace todo en familia y no tienen empleados, salvo alguno transitorio. Para sembrar los 3000 acres cuenta con un tractor John Deere de 280 caballos, y dos sembradoras, una para maíz a 90 cm y otra para soja, a 35. Implantar cada cultivo le lleva 5 días, a razón de 300 acres (120 hectáreas). Y eso que se tienen que mover en 30 km a la redonda. “Este año nos complicó el clima, porque se prolongó el invierno. Estaba muy frío y húmedo y no pudimos empezar antes del 15 de abril con el maíz, pero después el clima fue perfecto”. Lo mismo para la soja.
Le encanta la siembra directa y la implementa en todo lo que puede. Pero los suelos fríos a la salida del invierno le impiden hacerla en maíz. Después, a medida que se calientan, puede hacer “no till” en más de la mitad de la soja, para lo cual tiene preparada la sembradora. Rota todos los años entre estos dos cultivos, que se alternan matemáticamente. “Podemos repetir algún maíz, pero nunca hacemos soja sobre soja, se incrementan problemas de enfermedades, insectos y malezas”.
El mayor problema tecnológico es precisamente el de las malezas tolerantes. “Hay herramientas, pero no quiero usar algunas para evitar problemas con los vecinos”, dijo refiriéndose al Dicamba, un herbicida que generó algunos conflictos entre farmers por deriva, afectando a cultivos sin el evento de tolerancia.
Una vez terminada la siembra, no tiene mucho más que hacer que monitorear los lotes, hacer las aplicaciones de herbicidas, insecticidas y algún funguicida, y esperar la cosecha. Tiene una cosechadora JD grande. “La compré usada. Siempre compro una con algunas horas, que otro asuma la depreciación inicial”. Una nueva vale 370.000 dólares, una de dos años con mil horas cuesta 260.000 reparada. Y también hay crédito a baja tasa, menos de 2%.
Entre diciembre y abril se dedica a reparar los equipos y transportar el grano con su propio tractor. El y el hijo hacen de camioneros, a veces la señora. Y se toman unos días en Isla Mujeres con sus nietos que, espera, serán también farmers.
Pero para ello tiene que resolver el principal problema de todos los productores: el plan de retiro, la sucesión y la transferencia de los bienes. Los altísimos impuestos a la herencia y a la cesión los obligan a una ingeniería compleja, para evitar que el Estado se quede con la mitad del patrimonio. Por ahora, todo lo que compran es a nombre de su hijo, pero un día tendrá que venderle su propia tierra. No sabe todavía cómo.
Son farmers, están en Iowa, nada menos. Pero para ellos también son tiempos difíciles.