“Hoy está claro que para resolver el problema del hambre mundial no es cuestión de producir más, sino mejorar la distribución y reducir las pérdidas. Una forma de encarar el problema es mejorar los niveles de producción de los sistemas más atrasados, como los que hay en África”. Con esta premisa, Jorge Mercau, del INTA AER San Luis, analizó durante el XI Congreso Nacional de Maíz las estrategias que pueden llevar a un mejor uso de los recursos.
“En Argentina conviven sistemas de alto nivel de uso de insumos con otros de menor uso. Pero el sistema mayoritario está en un nivel intermedio porque es en secano, contiene cierto riesgo y, por ejemplo, no se usa un alto nivel de fertilizante. Sí se usa un alto nivel de productos para la protección de cultivos. Hacia el futuro, hay que pensar en un menor uso de esos insumos”, remarcó el especialista, y añadió: “Somos responsables de las inundaciones por el cambio de uso del suelo, somos responsables por el fenómeno del río Nuevo y por el proceso de salinización”.
Tras el mea culpa, llamó a pensar en sistemas de producción que mejoren el ambiente, y como ejemplo mostró las diferentes realidades que vive la producción de maíz en diversas zonas de la Argentina. En algunas zonas se produce con déficit hídrico, y el uso de maíces tardíos es una herramienta para hacer más eficiente el uso del recurso agua.
La oferta de agua, según explicó Mercau, no se reduce al agua de lluvia, sino que incluye también a la oferta que ya estaba en el suelo y la napa. Adaptar la agricultura a esa realidad, medir el agua del suelo y la profundidad de napa son herramientas para aumentar la producción. “El desafío es integrar la variabilidad espacial a los modelos para combinar la productividad con el manejo del ambiente”, afirmó el especialista.
“Los modelos de variabilidad de precipitaciones y profundidad de napas de cada zona pueden ayudar a prever el riesgo y definir el momento de siembra del maíz. También se puede adaptar los niveles de fertilización. Además, hay que ampliar la mirada en el tiempo, pensar en secuencias de años, y ampliar la mirada en el espacio. Las napas conectan los sistemas. Ya no es el lote, ni el campo, sino la cuenca la que debe ser manejada de manera integral”, explicó el técnico.
De esta manera, una agricultura más “adaptativa” y responsable con mayor uso de sabiduría nos va a permitir aumentar la producción con los mismos recursos.