“La poda se realiza en los meses del año que no tienen erre: junio, julio y agosto” es el consejo que postula el viejo dicho a la pregunta de cuándo podar. En el caso de cítricos –en general, de todas las especies y variedades–, técnicos del INTA reconocen que la afirmación es válida como regla general, aunque afirman que es preferible hacer los trabajos en julio al compás del inicio invernal y elegir el tipo de poda acorde a la necesidad de las plantas.
Marcelo Perondi, especialista del INTA Yuto –Jujuy–, resaltó las ventajas que ofrecen las labores de poda para ganar competitividad. “La fruticultura moderna está cada vez más orientada hacia soluciones que favorezcan la precocidad de fructificación y logren una alta eficiencia productiva por árbol y calidad de frutos, a fin de agilizar el retorno de los capitales invertidos”, definió.
Para llevar adelante la poda de cítricos con eficacia, es necesario observar el estado del árbol y elegir cuál es la opción más conveniente.
En los primeros años de la planta, se aplica la poda de formación con el objetivo de lograr una distribución equilibrada de las ramas que serán las principales. Este trabajo se extiende de 12 a 18 meses desde la plantación y se realiza manualmente con tijeras.
Los cítricos se implantan con un tallo único de 60 a 70 centímetros de altura sin ramificaciones y, sobre los primeros 10 centímetros superiores, se dejan crecer entre cuatro y seis ramas distribuidas alrededor del tallo principal –en forma helicoidal–. A su vez, estas ramas –que alcanzan los 50 centímetros– deben desarrollar brotes laterales en forma alternada a fin de que no se superpongan unas con otras.
“A partir de allí, la planta se deja crecer casi libremente”, detalló Perondi, quien remarcó la importancia de tener en cuenta la poda de fructificación que puede llevarse a cabo en forma manual y mecánica. “Es de gran importancia en producciones destinadas al mercado de frutas frescas y consiste en realizar cortes para limpieza, raleos y despuntes”, describió.
De esta manera, es posible equilibrar la distribución de los frutos y mejorar la calidad, el tamaño del fruto en el árbol y, por ende, su valor comercial.
Dentro de las labores artesanales, además se destaca la poda de limpieza para quitar ramas secas, quebradas, enfermas o afectadas por plagas o heladas. Se necesitan tijera, serruchos o podones y evita que frutos y ramas se raspen y se deterioren, así como la aparición de problemas sanitarios.
Por último, hay una poda específica que permite “rejuvenecer” aquellas plantaciones que, si bien todavía mantienen un alto potencial productivo, presentan daños. “Su aplicación significa la pérdida productiva durante los años siguientes, pero una vez restablecido el equilibrio de la planta, se manifiestan los beneficios buscados”, advirtió Perondi.
Aunque implica eliminar una gran parte de la copa, esta poda consiste en recortar las ramas –de gran diámetro– ubicadas por arriba de la cruz del árbol en busca de yemas fisiológicamente jóvenes que permitan el surgimiento de brotes vigorosos. Pueden utilizarse motosierras comunes, extensión de la espada, tijeras o podones.
Además, se recomienda desinfectar los cortes evitar daños por enfermedades, pintar los tallos para evitar que se quemen por el sol y realizar la poda en los meses indicados, ya que, si la planta se encuentra en actividad, puede disminuir gravemente la próxima brotación.
“La desinfección y protección quemaduras de sol se aplica, sobre todo, en quintas cítricas grandes y donde se realiza poda mecánica, ya que deja muchas ramas gruesas y cortes muy expuestos”, puntualizó el técnico. La pulverización requiere una máquina a turbina y cualquier fungicida a base de cobre (oxicloruro de cobre, hidróxido de cobre u óxido cuproso).
El limonero es la especie más propensa a sufrir quemaduras por sol en la corteza de las ramas internas que quedaron expuestas, después de una poda agresiva o importante (poda mecánica o de rejuvenecimiento). En estos casos, “si bien los productos a base de cobre ayudan, lo más apropiado es aplicar blanqueos con pinturas a la cal o caolinita que permitan evitar escaldaduras”, explicó Perondi.
En explotaciones cítricas pequeñas, los cortes que deja la poda manual pueden tratarse pintando con la vieja pasta bordelesa –que puede ser elaborada en casa con sulfato de cobre y cal– o con soluciones acuosas basadas en cualquier producto cúprico comercial.
Múltiples ventajas
Uno de los primeros beneficios de podar es la posibilidad de guiar a la planta para que forme un “esqueleto equilibrado y fuerte”, capaz de soportar el peso de los frutos y las inclemencias climáticas –así como los fenómenos ambientales en general–.
También tiene un aporte sanitario, ya que elimina las ramas internas o debilitadas que suelen alojar plagas y enfermedades, y regula el tamaño. Reducir la altura y crecimiento de los árboles facilita las labores mecanizadas –desmalezado, aplicación de productos, etc.– y la cosecha.
Al mismo tiempo, la poda asegura un equilibro óptimo entre vegetación, estructura y producción que ayuda a mantener el balance de la planta y favorece la entrada de luz. Eliminar el follaje excesivo y controlar el ángulo de crecimiento permiten que los árboles reciban mayor cantidad de luz directa sobre una mayor superficie y aumenten su capacidad de fotosíntesis.