El 60 % de la faena nacional de cerdo es generado por grandes productores que poseen el 40 % de las madres, mientras que el 40 % restante proviene de establecimientos de pequeña y mediana escala que reúnen el 60 % del capital reproductivo y, a su vez, representan el 95 % del sector. Debido a su impacto global, técnicos del INTA recomiendan esquemas integrados de agricultura y ganadería porcina para incrementar la eficiencia y sostener los resultados del negocio económico.
“Ser más eficientes significa producir más capones por madre por año y, por lo tanto, más kilogramos de carne por madre por año, sumado a la reducción del índice de conversión global que es la relación entre la cantidad de alimento consumida en el criadero y la cantidad de carne producida”, definió Mariano Lattanzi, especialista del INTA Marcos Juárez.
Para Lattanzi, más allá del sistema tecnológico que se utilice para hacer un uso eficiente de los factores productivos, “es necesario que los productores hagan un cambio cultural y comiencen a dirigir el funcionamiento de los criaderos con una mirada empresarial”. Esta tarea requiere el análisis continúo de datos que ayuden a orientar el negocio, así como la gestión estratégica de los recursos humanos.
Entre las posibles estrategias de intensificación, la Unidad Demostrativa Agrícola Porcina (UDAP) del INTA Marcos Juárez propone un modelo tecnológico de confinamiento adaptado a pequeños y medianos establecimientos que puede instalarse con baja inversión inicial. “Escalas mayores pueden lograrse con más inversión, a partir de la adición de módulos de confinamiento tradicional o de otras alternativas como el asociativismo”, amplió Lattanzi.
El planteo desarrollado, cuya instalación cuesta una tercera parte respecto de uno mediana o altamente tecnificado, supera la productividad obtenida en los sistemas tradicionales a campo. En esa línea, mejora la competitividad en tres aspectos: expande la superficie agrícola, aumenta cantidad de kilos de carne por madre y reduce costos por el ajuste de la conversión de grano en carne.
Con una superficie total de 80 hectáreas, la UDAP destina 78 a la producción de soja, maíz y trigo. “La agricultura alterna maíz con soja y trigo con soja para equilibrar el consumo de nitrógeno del suelo y facilitar el control de malezas”, remarcó Germán Cottura, especialista del INTA Marcos Juárez. Al mismo tiempo, las rotaciones “incrementan el uso de la tierra, reducen el riesgo de adversidades climáticas y aumentan la diversificación económica del establecimiento”, puntualizó.
En un sistema de alta eficiencia y baja inversión –como la UDAP–, son necesarias dos hectáreas para mantener un plantel de 50 madres y, por lo tanto, habilita mayores posibilidades agrícolas. Es decir, “la ganadería prácticamente no ocupa superficie”, señaló Cottura.
Asimismo, la integración de agricultura y ganadería supone un circuito virtuoso que apunta a satisfacer la alimentación de los cerdos. “Se estiman entre 240 toneladas de maíz y 92 de soja para cubrir las necesidades de la actividad ganadera, lo que se traduce en alrededor de 24 hectáreas de maíz –a un promedio de 10.000 kilos por hectárea– y 26 de soja –a un promedio de 3.500 kilos por hectárea–”, indicó Cottura.
De acuerdo con Cottura, el esquema propuesto por la UDAP “tiene potencial para lograr productividades similares a las registradas en establecimientos confinados de mediana a alta tecnología” con una cifra anual que asciende a los entre 2.200 y 2.400 kilos de carne por madre. Por el contrario, “en sistemas extensivos carentes de gestión, la productividad por año ronda los 1.000 kilos por madre”, comparó.
En esta línea, el técnico explicó que “las tecnologías aplicadas apuntan a controlar el ambiente y, junto con el manejo de servicio, gestación y maternidad, permiten expresar la máxima potencialidad reproductiva”. Esto se refleja en índices como porcentaje de preñez, celo, cantidad de nacidos vivos y destetados, entre otros.