Argentina enfrenta una difícil situación económica, un déficit fiscal insostenible que venimos arrastrando hace 70 años y ha llegado el momento de tomar una decisión donde el camino se bifurca y hay solo dos posibilidades: Seguir con las viejas recetas de emisión y endeudamiento o cambiar definitivamente en lo que debe ser gastar lo que podemos pagar.
El complejo agroindustrial argentino exporta por 30.000 millones de dólares, mientras que el déficit industrial es de 36.000 millones de dólares. No es sostenible.
Sólo en la provincia de Buenos Aires, se gastan 17.000 millones de dólares en su sistema de suplencias para los docentes. No es sostenible.
Regímenes de promoción como el de Tierra del Fuego que representa, por sí solo, la mitad de las retenciones a la soja son ejemplo de la transferencia de recursos no solo de un sector a otro si no de una región a otra. Esto también debe ser estudiado o por lo menos debatido.
El camino que nos queda es achicar el gasto y promover las exportaciones. De esta manera se generará empleo genuino en el interior y aumentará la mano de obra y se agrandará el ingreso de divisas.
Reducción del gasto público tanto en Nación, como así también en Provincia y Municipios.
Reducción del gasto también en los poderes judiciales y legislativos, donde nunca parece asomar signos de austeridad.
Profunda revisión del sistema impositivo hacia un esquema que premie la inversión y el empleo y no castigue a los emprendedores y exportadores.
No podemos seguir haciendo más de lo mismo.
La ruta del déficit finalmente margina a los de menos recursos, que es justamente a quien se dice defender.
La pobreza se combate con educación y pleno empleo, empleo digno que genere
bienestar y confianza.
La hora es crucial. La historia nos juzgará y sin relatos.