Son agricultores, ganaderos, tamberos, tienen planta de silo, producen y comercializan su propio alimento balanceado y hasta negocian directamente con los exportadores la venta de granos. En San Gregorio, límite sur de la provincia de Santa Fe (la suela de la bota), Los Eloas S.A. es una empresa familiar que desde comienzos de los 90 buscó la diversificación apostando a un trabajo serio en pos de sumar valor, capturar mayor rentabilidad y ser estables.
Los campos de la familia provienen de la rama materna de los hermanos Aseguinolaza, Andrés y Agustín, que trabajan en sociedad con uno de sus tíos, José Luis Losada.
Cuando empezaron, en los años 90 (comandaba las acciones su padre, hasta que falleció), la agricultura era áspera en San Gregorio. Tuvieron que esperar hasta 2002, post devaluación y con la consolidación de la soja resistente a glifosato para tener buenos años agrícolas.
Los excedentes generados durante aquellos años por la agricultura se fueron reinvirtiendo: primero para sumar tecnología, porque cuando empezaron lo habían hecho con herramientas y estructura básicas. Compraron cosechadoras, tractores, sembradoras, incluso compraron 4 camiones propios.
El año 2006 fue un punto de inflexión porque empezaron el camino de la diversificación: decidieron reducir la superficie agrícola de 4000 a 3000 hectáreas, y armaron un rodeo de vacas holando para poner en marcha un tambo. “El que tenía sangre tambera era mi abuelo materno, que ya tenía su tambo el cual, como él ya estaba grande, se lo manejábamos nosotros”, contó Andrés Aseguinolaza.
Después de aquel 2006 en el que armaron el tambo, se animaron a componer un rodeo de cría. Hoy tienen 500 vientres en campo alquilado, pero también engordan unos 250 angus negros y colorados.
En 2011, armaron una planta de alimento balanceado en el parque industrial de San Gregorio. Valor agregado en estado puro: El 80-90% del maíz que producen va a parar a esa planta. Pero no sólo eso: “La soja también la usamos para canjear grano por insumos como harina o pellet que necesitamos para armar la mezcla en la confección del alimento”, apuntó Aseguinolaza. En su mayoría es un concentrado para mezclar con maíz.
“Lo único que termino viendo como un grano en sí es el trigo, porque el maíz se convierte en balanceado y la soja también es el medio de pago para canjear por insumos”, contó Aseguinolaza.
Al principio el objetivo era el autoabastecimiento del tambo y el feedlot donde actualmente engordan 400 machos por año, unos 250 angus negros y colorados y 150 machos holando. Pero no quedó sólo en al autoabastecimiento. El boca a boca fue sumando interesados y hoy venden la mitad de las 600 toneladas mensuales que producen, lo que representa otro buen ingreso.
En lo que respecta a la agricultura (trabajan 3000 hectáreas, mitad propias y mitad alquiladas), en Los Eloa son fanáticos de toda tecnología que les permita mantener los pisos de rendimiento aportando seguridad en el lote y estabilidad al bolsillo. Así, “los años buenos son muy buenos, pudiendo aprovechar todo el potencial, pero en los años malos no se deja el cuero”.
En cuanto al manejo buscan una rotación balanceada entre soja, trigo/soja y maíz. El trigo busca llegar a los 45 qq/ha promedio. En algunos ambientes trepa a los 55 qq/ha y en otros cae a 40. En soja de primera apuntan a 38 a 42 qq/ha: “Con 38 salís hecho, con 42 es buen negocio”. En cuanto al maíz, apuntan a 10 toneladas por hectárea en los de primera y 9 toneladas en los tardíos. La última campaña, la media fue de 8,2 toneladas por hectárea. Las fechas tardías les han aportado mucha estabilidad.
“Estamos convencidos que en soja y trigo hay que reconocer la propiedad intelectual y pagar regalías, nosotros hace 15 años que lo hacemos y esperamos que salga una nueva ley de semillas para que el reconocimiento sea de todos y esa plata vuelva con más inversión y nuevas tecnologías”, apuntó Andrés Aseguinolaza.
Un dato interesante de la comercialización de granos es que tratan de tener un 30% de la producción atada a coberturas en el mercado. “No es común que un productor se cubra con opciones futuras para dejar cerrada una rentabilidad de 15% en soja y maíz”, reflexionó Aseguinolaza.
Cuentan con maquinaria propia para casi todas las labores: varios tractores, tres sembradoras, una pulverizadora y tres cosechadoras. Un dato logístico no menor es que tienen cuatro camiones propios para mover los granos dentro y fuera del campo. La producción se envía la planta de silo de la cerealera de San Gregorio, que fue fundada por el abuelo de Andrés y Agustín Aseguinolaza hace 75 años. La planta se fue agrandando y actualmente tiene 12.500 toneladas de capacidad.
Las malezas rebeldes son un tema que preocupa y ocupan el tiempo. Entre las difíciles se destacan rama negra y yuyo colorado. “Esta año, el el 99% de los lotes de la zona había yuyo colorado, en algunos la situación era desesperante, en otros apenas algunos manchones aislados”, relató Aseguinolaza.
En el ranking de las actividades más rentables se destaca la planta de balanceados, en realidad “siempre es buen negocios porque entra una materia prima producida por nosotros mismos, se elabora y se pone un precio final de venta, no hay desperdicios ni fugas”. En el podio de las producciones a campo, aún a pesar de los problemas hídricos que padecieron los cultivos, la agricultura fue más rentable que la ganadería bovina y que el tambo.
Párrafo aparte para el tambo. Tras la inundación de 2016/17 y todo el trastorno que generó el desborde de La Picasa, unieron los dos tambos, el de su abuelo y el propio y redujeron el plantel de 500 a 300 vacas. Con un agravante. Las vacas todavía están en 25 litros por día cuando habían alcanzado los 27-28. “La recuperación está complicada porque el maíz aumentó 50% y el precio de la leche no subió ni la mitad”, advirtió Aseguinolaza. Así y todo, el tambo es un legado sentimental familiar y no se toca, es una pieza más dentro del engranaje y en algunos momentos ha sido rentable.
Consultado sobre las claves de la empresa, Aseguinolaza no duda. Bien arriba de la lista está la diversificación de negocios y riesgos. “Tener varias actividades nos permite seguir a flote en campañas como la 2016/17 en la que llovió el doble de lo habitual, o en la pasada 2017/18, que llovió 40% menos de lo que llueve de noviembre a marzo”, relató.
El año pasado les quedaron completamente bajo agua 500 de las 2800 hectáreas agrícolas que tenían sembradas. Un 20% de pérdidas totales. Y este año los golpeó la sequía. “Que es cierto que impactó menos porque los cultivos se tomaron todo el exceso hídrico que tenían los suelos de la campaña pasada, pero también es verdad que nos coartó la posibilidad de recuperarnos del todo del desastre del año pasado”, resumió Aseguinolaza.
Se perdió más el año pasado de lo que se ganó este. Porque “maíces que pintaban para 120 quintales por hectárea (qq/ha) quedaron en 80 y sojas que parecían de 50 se cosecharon con 35 qq/ha. Así cierran un período de 4-5 años en los que no lograron embocar una cosecha con rinde y precio como las que lograron en el lustro 2003-2008.
Saber reinvertir en el momento justo. Saber elegir en qué. Y avanzar. Esta ha sido la clave para Los Eloas, que se hicieron fuertes de adentro hacia afuera sin hacer locuras. “Todo esto, nos ha permitido no llevar la empresa al límite en lo financiero”, apuntó Aseguinolaza. Y dejó un sueño: “A mí me gustaría que Argentina se desarrollara desde el interior y no desde Buenos Aires, tenemos con qué, es una decisión política”.
Campo y sociedad
“Tenemos que lograr que nos conozcan más” “Me preocupa que los últimos años hayamos pasado de ser productores de alimentos a contaminadores del ambiente, cuando en realidad los fitosanitarios que usamos son mucho menos contaminantes que hace 20 ó 30 años”, se lamentó Andrés Aseguinolaza, al analizar esa relación ambigua entre campo y sociedad.
Aseguinolaza advirtió que es injusto que paguen “justos por pecadores”, porque “quizás algunos han hecho o hacen mal las cosas, pero también somos muchos los que trabajamos responsablemente pero terminamos quedando en la misma bolsa porque la sociedad hace un reduccionismo”.
Y cerró: “Las cosas malas llegan a las páginas de sociedad mientras que las buenas prácticas quedan relegadas a un suplemento rural”.
San Gregorio, donde nacieron, se criaron y producen, es un pueblo de 5.000 habitantes. “La vorágine de la actividad nos ha llevado a estar un poco aislados de la sociedad, por eso como sociedad agropecuaria tenemos que lograr que las comunidades en las que vivimos nos conozcan un poco más, sepan más qué hacemos y cómo lo hacemos”, opinó el productor.