Si la suba del dólar nos deja en una situación de competitividad interna y en línea a lo que pasa en el mundo, es algo favorable que debemos aprovechar. En diciembre de 2015 celebramos la decisión del presidente Mauricio Macri de eliminar las retenciones al trigo (que estaban en 23%) y liberar las exportaciones. Sabíamos que sin esos impuestos y sin trabas la producción crecería de manera exponencial. Y el tiempo nos dio la razón.
Así fue como en las últimas dos campañas, la cadena de valor del trigo logró dar vuelta la ecuación pasando de cosechar apenas 11 millones de toneladas a un promedio 18,5 millones con proyecciones que hablan de superar las 20 millones si el clima acompaña.
La Argentina de esta forma recuperó un protagonismo en el mundo que había perdido, eliminando las retenciones al trigo y liberando las exportaciones se logró derribar una creencia popular demostrando a la sociedad y a los dirigentes políticos que, no sólo no cae la recaudación fiscal, sino que, por el contrario, se incrementa vía otros impuestos como IVA y Ganancias.
A partir del crecimiento de la cosecha de trigo y el escenario favorable este dinamismo debe obligadamente alcanzar al resto de los actores y rubros vinculados, aumentando notablemente la participación en exportaciones con mayor ingreso de divisas, más generación de empleo genuino y arraigo en el interior del país.
Vale como ejemplo para cualquier cadena de valor que en el 2016 y 2017 el rubro agroindustrial que generó la mayor cantidad de empleos fue el dedicado a elaborar productos de molinería. Somos un sector que da trabajo a 42 mil personas de forma directa, empleando a generaciones de familias en las provincias.
La reciente devaluación que llevó el dólar a 28 pesos nos abre una nueva posibilidad para todas las economías más alla de la envergadura, para posicionarnos en un mundo cada vez más competitivo.
Pero el dólar es un instrumento más que hace a la competitividad. Ahora nos queda trabajar con los funcionarios del Gobierno en la estructura de costos que complica a las empresas de cualquier rubro y economía regional, a la hora de colocar nuestros productos en otros y nuevos mercados del mundo que demandan alimentos.
Conocemos a la perfección el delicado momento económico que atraviesa el país en un contexto internacional complejo. Es un momento que requiere que todos pongamos el hombro y empujemos para el mismo lado de manera tal de salir de esta coyuntura.
Evidentemente, por los últimos acontecimientos, el mundo y los organismos financieros tienen una mirada más optimista que los propios Argentinos y eso no puede o no debiera ocurrir.
Por eso, entendemos que la vuelta de las retenciones al trigo no es el camino. La única salida viable a la crisis es alentar la exportación. Si queremos alcanzar nuestro máximo potencial hay que trabajar junto a los productores, empresarios de cualquier tamaño para que puedan desarrollarse de manera plena.
Las empresas necesitan una inyección de certidumbre con reglas y horizontes claros a mediano y largo plazo para volver a generar confianza. El único sendero de generacion de riqueza, crecimiento sostenible se construye con este valor que hoy, lamentablemente, escasea, pero que esperamos recuperar pronto.
Por Diego Cifarelli, presidente de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM)