En un día y a una hora que nadie supo precisar de la semana pasada, Mauricio Macri llamó a Gustavo Idígoras. El dólar parecía no tener techo y aunque no se trataba de un escenario apocalíptico, el Presidente le preguntó al jefe de Ciara, que cobija a las exportadoras de granos y aceites, si podían liquidar la divisas a un ritmo mucho mayor.
El pedido y las reuniones posteriores con los ministros Dujovne y el por entonces responsable de Finanzas, Luis Caputo, tuvieron consecuencia inmediata: en lo que va de junio liquidaron US$ 2.300 millones y suscribieron un compromiso verbal de llegar a los US$ 4.000 millones antes de que termine julio. El viernes pasado hubo otra prueba cuando desembolsaron US$ 303 millones. Claro que ese ingreso de divisas supone que los productores vayan vendiendo las 20 millones de toneladas de soja que aún guardan en los silo-bolsa.
Para colmo, este año por culpa de la sequía y las abundantes lluvias posteriores que dejaron a la cosecha con serios daños en su calidad comercial, la merma en divisas se calcula en un 30%.
Asistimos, además, a una situación singular. La declarada guerra comercial de Trump a Beijing está haciendo naufragar el precio de la soja. En un mes se derrumbó 40 dólares, de los US$ 320 por tonelada a los actuales US$ 280. No es el único cultivo que sufre. El trigo perdió US$ 30 desde los US$ 250 a los US$ 220.
Lo curioso es que con el salto del dólar, los productores, pese a la baja de la cotización internacional, pueden recibir muchos más pesos. Se pasó de $ 6.500 a $ 8.000 por tonelada de soja.
-¿Apurarán las ventas?, se le preguntó a Gustavo López de Agritrend.
-Hasta ahora se vendieron 21 millones de toneladas de una cosecha muy magra de soja, de unas 35 millones de toneladas de soja. Si se compara con lo que habían volcado el año pasado a esta altura, 22,5 millones de toneladas de una cosecha que fue mucho mayor, no es poco.
Por cierto, no es la primera vez que se recurre a las exportadoras para contener el dólar. Alfonso Prat Gay suscribió un acuerdo al compás de la eliminación de las retenciones, salvo en soja, para que inyectaran 4.000 millones de dólares y así facilitar la salida del cepo en enero de 2016.
Idígoras, con una amplia experiencia en el negocio de granos y ex agregado agrícola ante la Unión Europea, maneja una cámara de colosos y que en los últimos tiempos tiene una fuerte presencia de empresas chinas.
Con la unión de Nidera, que supo pertenecer a las familias Wolf, Drake y Levi y de Noble, con su corazón en Hong Kong, los chinos encabezan el ranking.En la Argentina también operan las mayores compañías del mundo como la estadounidense Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, Cargill,de EE.UU y la suiza Dreyfus.
Las cuatro , a las que se nombra por sus iniciales como ABCD , tienen algo en común, además de sus multimillonarias facturaciones y el bajo perfil: han desarrollado sus capacidades en otros rubros como semillas, agroquímicos, biocombustibles, además de alimentos y logística. ADM tiene aún poco movimiento en el país si se comprara con el tamaño de la firma que nació en 1902 con su corazón en Decatur, Illinois y que contabiliza ingresos por US$ 90.000 millones.
Bunge surgió en 1818 en Holanda pero se hizo grande en la Argentina desde que llegó Ernest Bunge en 1880 al puerto de Buenos Aires. Durante todo el siglo XX fue considerada la corporación más poderosa e influyente del país. Su sede actual es White Plains en Nueva York y en su directorio solo hay un argentino, Raúl Padilla. Cargill fue fundada por los primos Cargill y MacMillan en 1865 en Minnesota y ha crecido hasta ser la mayor corporación estadounidense que no cotiza en bolsa. Sus ingresos superan US$ 150.000 millones.
Dreyfus, aún en manos de la misma familia de su fundador Léopold Louis-Dreyfus, tiene partida de nacimiento en Suiza. Hoy mueve US$ 35.000 millones. De todos ellos, depende.