Los análisis apresurados concluyen casi siempre en un mal diagnóstico. Una cosa cierta es que toda crisis impone cambios y que Mauricio Macri , realista como es para manejar el poder, ejecutó algunos cambios antes de que se los pidieran. Otra cosa es que haya tomado distancia del grupo de funcionarios ( Marcos Peña , Mario Quintana y Gustavo Lopetegui ) con el que siente mayor afinidad política y personal. La relación de Macri con Peña, sobre todo, requerirá de varias crisis consecutivas e irresueltas para romperse. "Se vuelven a equivocar los que ven cosas que no existen", dijo ayer un ministro que no siempre coincide con el jefe de Gabinete.
En rigor, pocas veces esas tres personas expresan opiniones que no son las del Presidente. Son, más bien, las que ejecutan las ideas de Macri porque son, al mismo tiempo, las que durante más tiempo lo escuchan. Por eso, muchos creen que las críticas al tridente de funcionarios son, en verdad, una crítica indirecta al propio presidente. Cualquiera que haya circulado por el despacho presidencial de la Casa de Gobierno o por la residencia de Olivos pudo constatar que esos tres funcionarios son las únicas presencias constantes. Más aún, Peña es el primer jefe de Gabinete que tiene un despacho propio en el ala ejecutiva de la casona presidencial de Olivos. Aunque Peña suele ser de un optimismo inquebrantable en sus declaraciones públicas, varios funcionarios (Elisa Carrió, entre otros) aseguran que también es el único que suele darle a Macri una lectura franca y sincera de la realidad.
Es probable que en adelante sigan siendo esas mismas cuatro personas las que
definan las líneas fundamentales de la administración, aunque luego las
someterán a la discusión de las mesas política y económica. Es el estilo de
Macri, reacio a soportar largos debates que a veces terminan fugándose por ramas
que nada tienen que ver con los temas en cuestión. Hombre que se formó como
ejecutivo de empresas, detesta la pérdida de tiempo en interminables debates.
Prefiere conocer las conclusiones o, en todo caso, reservarse él mismo la
consulta de una opinión diferente. Quintana y Lopetegui están fuera de cualquier
rumor sobre por qué no integran la mesa política. Sencillamente no son
políticos. Llegaron a la administración pública después de exitosas carreras en
la actividad privada. Esos antecedentes son una crítica que la política les hace
a Macri y a ellos. La política debe responder otra pregunta: ¿por qué el país
está tan mal después de que los políticos lideraron la democracia durante 32
años, hasta 2015? ¿Qué es lo que impide explorar con otra forma de conducir el
Estado democrático?
Sin embargo, la política es, al mismo tiempo, necesaria. Un gobierno sin mayoría
parlamentaria y que controla solo las gobernaciones de cinco distritos requiere
de acuerdos permanentes con partes distintas del mosaico peronista. Esa es la
misión que recaerá en la mesa política que conduce Peña y que integran Rogelio
Frigerio, Emilio Monzó, Ernesto Sanz y Fernando Sánchez, a la que deben sumarse
la vicepresidenta Gabriela Michetti y el presidente provisional del Senado,
Federico Pinedo. Algunos de ellos creen que se embarcaron en una misión
imposible. El peronismo está lanzado, aseguran, a la carrera presidencial y le
dirá que no a todo. El consejo de algunos es que los gobernadores peronistas no
pueden andar a su aire por la vida. "Disciplinamiento" es la palabra que más se
escucha entre integrantes de esa mesa en las últimas horas. Es decir, que la
administración aplique una receta con una dosis de kirchnerismo y otra dosis de
menemismo. Todo para los amigos; nada para los enemigos. Y los que dicen eso no
son precisamente los que vienen de conducir empresas, sino de la gestión
política.
El papel de Nicolás Dujovne será importante como coordinador de un vasto número de ministerios, algunos económicos y otros a mitad de camino entre la política y la economía (Frigerio y Jorge Triaca, por ejemplo). La designación de Dujovne en ese rol se debió a tres razones. La primera de todas es que es él quien lleva el presupuesto (lo llevó siempre) y de lo que se trata ahora es de ajustar los números del presupuesto. La segunda es que es Dujovne quien tiene la relación con el Fondo Monetario y, sobre todo, con su directora general, Christine Lagarde. No se les puede pedir a Lagarde ni al staff del Fondo que negocien con nueve ministros al mismo tiempo. La tercera razón consiste en que fue un nuevo mensaje de reconciliación de Macri con los mercados, que venían pidiéndole una conducción más unificada en el área económica. Ya le habían enviado otros mensajes, como la devaluación y un mayor control del gasto público.
Es cierto, por otro lado, que la Jefatura de Gabinete arrastraba una fama de concentración de poder que no les hacía bien ni siquiera a sus propios miembros. Y que esa centralidad provocó la falta (o la escasa) de coordinación entre ministerios claves. El mejor ejemplo lo dio hace poco el secretario de Comercio, Miguel Braun, cuando dijo que habían subestimado la influencia de la devaluación y del aumento de tarifas en la inflación. Fue una confesión brutal de que cada área económica tomaba decisiones sin tener en cuenta las consecuencias en otras esferas también económicas. Ese problema Macri no se lo atribuye a su equipo de la Jefatura de Gabinete, sino a que sus funcionarios económicos no piensan siempre lo mismo. Es mejor para él que Dujovne le lleve una conclusión digerida de las distintas posiciones. El Presidente se reservará siempre la palabra final sobre cada disenso. Macri no delegará nunca la responsabilidad última de las decisiones de su gobierno. Es así, guste o no.
Un sector del oficialismo ve en estos días en las versiones sobre la supuesta debilidad del tridente una operación política para castigar a Peña y, más que nada, a Quintana. Cree que algunos laboratorios medicinales nacionales quieren vengarse del vicejefe de Gabinete por la presión para que bajen los precios de los remedios que compra el Pami, que se redujeron en un 5 por ciento. Carrió fue la más fuerte y explícita con esa denuncia sobre una supuesta conspiración de los laboratorios, pero no es la única que piensa eso en el elenco gobernante. Los laboratorios tendrían mala información si culparan a Quintana de lo que pasó en el Pami. Esa idea surgió del propio Presidente y la ejecutó Lopetegui y no Quintana, que se excusó por su vieja relación con la cadena Farmacity. El propio Macri ya había tenido un problema con los laboratorios nacionales cuando era jefe de gobierno de la Capital. En medio de ese conflicto estuvo también Farmacity. Es Macri quien mira las cosas del derecho y del revés cuando debe tomar una decisión sobre los fabricantes de medicamentos.
Un dato último, pero no por eso menos relevante, es que fue el tridente de la Jefatura de Gabinete el que le llevó al Presidente la idea de crear las dos mesas, la política y la económica. El argumento fue que la imagen de concentración no les hacía bien ni a ellos ni a la gestión del gobierno. El Presidente es el primero en no culpar a esos funcionarios de lo que sucedió el 28 de diciembre pasado, cuando se anunció un cambio en las metas de inflación. Si bien la escenografía del anuncio es discutible (por la presencia del presidente del Banco Central en la conferencia de prensa), lo cierto es que la modificación surgió de un consenso de todos los economistas del gobierno, incluidos Dujovne y el ministro de Finanzas, Luis Caputo. Pero el 28 de diciembre es ya un mito. Y la realidad es definitivamente impotente si se propone destruir los mitos.