Mientras algunos se empeñan en firmar el pase a retiro de la Segunda Revolución de las Pampas, saludando la llegada de “la Tercera”, la realidad puso su impronta en el “A todo trigo” celebrado esta semana en Mar del Plata. El clásico encuentro anual de la cadena triguera, convocada por la Federación de Acopiadores de la Bolsa de Cereales, puso en negro sobre blanco que la tarea de la hora es consolidar el sendero de la intensificación, aprovechando el caudal tecnológico disponible.
La primera revolución, la de la conquista territorial, tuvo al trigo por gran protagonista. La segunda, la de la conquista tecnológica, se expresó con fuerza en la soja y el maíz, donde se combinaron la biotecnología, la siembra directa, la fertilización y el control de plagas para generar un fenomenal crecimiento de los rindes. Ambos duplicaron el rendimiento nacional en apenas 30 años. Y con ello la rentabilidad.
Con el trigo no pasó lo mismo. Es el cultivo al que más le costó dejar de lado el modelo “defensivo” que dominó durante décadas en estas pampas. La relación insumo/producto, en un marco de bajo potencial de rendimiento, impedía la utilización de la tecnología que había llevado al podio triguero mundial a Francia, Inglaterra, Alemania y otros países europeos.
Recuerdo mi sorpresa cuando en mi primer viaje a Francia, en 1982, me encontré con el “Club de los 100 Quintales”. Lo integraban los productores que superaban esa barrera. El promedio nacional era de 50 qq/ha. Aquí el rinde promedio nacional era de 18 qq/ha. “Ellos subsidian”, fue la respuesta que encontré una y otra vez entre los colegas agrónomos y muchos productores.
Yo les respondía: “Ok, ellos subsidian. Pero supongamos que te doy todos los insumos –fertilizantes, herbicidas, funguicidas, retardadores de crecimiento, insecticidas—gratis. ¿Qué rinde sacás?”. Nadie sabía.
Bueno, unos años después llegó la genética francesa. Los Baguette de Nidera. Enseguida se vio que su potencial era muy superior. Igual fueron muy cuestionados: que la calidad, que la susceptibilidad a enfermedades. Pero fueron entrando. Con mucha emoción, leí esta semana un artículo generado por el INTA Balcarce, en el que mostraban que un conjunto de variedades de esa genética habían superado los 110 quintales en forma consistente. Es en el sudeste bonaerense donde mejor se expresa el potencial de este nuevo (para el país) germoplasma. Pero el año pasado se comprobó definitivamente que no son sólo para el sur de la ruta 5. Rindes de 80 y más quintales hicieron que el trigo fuera nuevamente interesante en la zona núcleo del sur de Santa Fé, norte de Buenos Aires y sudeste de Córdoba.
También se cuestionaba la calidad, tanto contenido de proteína como gluten. Ahora se sabe que cuando se le da el nitrógeno que necesitan, se combinan rendimiento y calidad panadera.
En A Todo Trigo se hizo mucho hincapié en la excelente relación insumo/producto que reina esta campaña. Ya se descuenta que se viene un nuevo récord, con una superficie sembrada de 6 millones de hectáreas. La expectativa es enorme, porque ya se sabe lo que pueden las nuevas variedades cuando se las conduce como corresponde.
Mientras se avecina la Tercera Ola, la de las aplicaciones de la inteligencia artificial, el internet de las cosas, y todo lo fascinante que propone el “ecosistema digital”, recordemos que en el trigo todavía no pusimos la Segunda. Tanto que prácticamente se había convertido en un cultivo de servicio, una especie de puente verde que había que hacer para la rotación, o para que el suelo consumiera el exceso de humedad, o se mantuviera cubierto para mitigar la problemática de malezas resistentes.
Ahora está todo listo para el gran salto.