Fue su propio espacio el que se anticipó a todos en busca de consolidar ventajas propias y descartar especulaciones de los adversarios. Pero ahora prefieren poner en el freezer las discusiones sobre las elecciones.
Su candidatura a la reelección como gobernadora es un hecho y no está en duda, aunque ella evite responder cuando se le pregunta sobre el tema. Su decisión solo expresa de manera extrema el deseo de toda la cúpula macrista. No el de los demás socios de Cambiemos, especialmente los radicales, que sí quieren empezar a discutir y analizar el escenario electoral.
Son necesidades y responsabilidades distintas, propias de la familia disfuncional que integran.
Si el calendario empezó a adelantarse en el mismo momento en que desde la Casa Rosada dijeron que estaba resuelto que Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta y la gobernadora fueran por sus respectivas reelecciones, ¿por qué Vidal se niega tan rotundamente a confirmar que se postulará para continuar con la administración provincial y deja que circulen rumores sobre otros posibles destinos? La estrategia de la maquinaria macrista y el olfato de la gobernadora lo explican.
El clima social y el contrato electoral que Vidal estableció con sus votantes no le dejan margen para otra cosa. Puro instinto de preservación política. Sabe que en estos momentos la demanda de sus votantes es que se ocupe de la gestión y dé respuesta a las necesidades de los bonaerenses, no todas por causas locales. Lo supo y se lo transmitió a su equipo aun antes de que estallara la última crisis por la suba de tarifas. Ahí ella manda y todos la siguieron. No tuvo el mismo éxito en el gobierno nacional, adonde llevó su preocupación por el impacto que tendrían los aumentos en medio de un proceso inflacionario demasiado elevado para el primer trimestre. Por eso planteó la necesidad de prorratear las subas. No la escucharon hasta que Carrió puso en jaque el sistema de toma de decisiones de Balcarce 50.
Fue otro ejemplo de la marcada diferencia de sensibilidades que existe entre quienes están a cargo de los distritos y reciben los reclamos cotidianos de los ciudadanos y los que miran el país desde la Casa Rosada, mediados por las planillas Excel, las encuestas nacionales y las presiones de posibles inversores y prestamistas.
Los bonaerenses, en especial los habitantes del conurbano, muestran un cierto deslizamiento en su humor y cierto enojo por la situación económico-social. Lo confirmó el timbreo realizado anteayer.
"La gente no le perdonaría a María Eugenia que en este contexto traicionara lo que es y lo que prometió de su gestión: sensibilidad, cercanía, transparencia y obra pública. Que la vean distraída con el juego electoral sería como una traición", explica uno de los hombres del círculo más pequeño de la gobernadora y que está entre los que analizan los sondeos y escuchan a los intendentes.
El problema docente
La discusión salarial docente aún abierta, que el viernes sumó un nuevo tropiezo, es otro tema que golpea a la gobernadora, sobre todo luego de que se hizo pública la decisión de cerrar algunas escuelas con una matrícula casi inexistente, a pesar de la racionalidad que podría tener la medida. Contra las percepciones no hay argumentos que valgan.
Por eso, algunos funcionarios de Vidal consideran que Macri le fijó una valla demasiado alta al imponer el rechazo a la cláusula gatillo para actualizar los salarios por inflación, como se había hecho con éxito el año pasado.
"María Eugenia siempre va a demostrar que es la mejor alumna y por eso cumplirá, pero la disciplina le está saliendo cara y le impide avanzar con medidas que permitirían bajar más el gasto, en lugar de ahorrar con los docentes", se lamenta un funcionario vidalista.
Estar cerca de la gente, tener sensibilidad política, escuchar las demandas, mantener los teléfonos abiertos y demostrar transparencia fueron las exigencias que bajó a su gabinete en el retiro de Chapadmalal. "La sensibilidad no puede perder ante la eficiencia", fue la síntesis.
No parece difícil entender por qué Vidal le rehúye a la cuestión de las candidaturas. Pero hay otros que también juegan y empujan las agujas del reloj electoral.
Dentro de la coalición, el radicalismo no quiere dejar para último momento la resolución de las postulaciones. Sabe que en la fórmula presidencial no tiene chances de participar, pero al menos quiere tener un lugar destacado en el armado de las listas legislativas y de las candidaturas provinciales. No solo afloran sospechas, sino también miradas diferentes sobre el calendario.
El efecto del más que probable adelantamiento de comicios provinciales en distritos que maneja el peronismo, para desengancharlos del efecto arrastre nacional, y la idea del macrismo de unificar elecciones por la razón opuesta, es evaluado de manera muy distinta.
En el partido de Alem temen que una sucesión de triunfos provinciales peronistas cree un clima que facilite uniones (aun contra natura) para disputar las presidenciales y ponga en riesgo la aspiración oficialista de ganar la elección en primera vuelta. También, que Pro facilite la reelección de justicialistas dóciles en provincias que el radicalismo aspira a recuperar. Córdoba y Entre Ríos encabezan la lista.
El riguroso tablero de control de la Casa Rosada deberá incluir próximamente un sensor para monitorear lo que suceda en una provincia que pretende gobernar, pero cuyo futuro podría complicarse. El gobernador santafesino, el socialista Miguel Lifschitz, ya anunció su intención de llamar a una convención para reformar la Constitución este año. El proyecto incluiría la posibilidad de reelección para el mandatario provincial, hoy vedada.
El caso santafesino excede la cuestión provincial y representa para el Gobierno una complejidad con posible impacto nacional. En esa arquitectura modular que es Cambiemos, la provincia litoraleña tiene particularidades que dificultan cualquier solución. La coalición está integrada ahí por Pro, una parte del radicalismo (otro sector mayoritario forma parte del frente gobernante) y por peronistas de Carlos Reutemann.
Todos ellos, al igual que los distintos peronismos, ya se han manifestado en contra de la oportunidad de la reforma, pero ninguno está en condiciones de descartar que el socialismo consiga sacar en la Legislatura la convocatoria a la elección de constituyentes, que Lifschitz anunciaría dentro de una semana.
Si el gobernador de Santa Fe termina por sumar a legisladores ajenos a los que intenta convencer con insistencia de mormón y picardía de político tradicional, el calendario electoral se habrá adelantado formalmente. El armado de las listas de candidatos a convencionales anticipará discusiones en cada espacio y el resultado de la posterior elección las agravaría.
Para Cambiemos, no solo podría anticiparse la interna provincial por la candidatura a gobernador, en la que los radicales impulsan al intendente de la capital, José Corral, mientras que en Pro apuestan por el diputado Luciano Laspina. Lo más complejo podría ser que en este proceso el atomizado peronismo santafesino encontrara incentivos para alcanzar algún entendimiento con proyección más allá de las fronteras provinciales. Sería una mala noticia después del regalo otorgado por la jueza María Servini de Cubría, con la intervención del PJ a cargo de Luis Barrionuevo, que profundizó las muchas grietas que dividen al peronismo.
No sorprende, entonces, que algunas figuras del macrismo prefieran que no se hable de candidaturas para las elecciones, al menos hasta que pase el invierno y las facturas de los servicios dejen de provocar escalofríos.