El anuncio del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, en sus siglas en inglés), de que esta semana se habían vendido 120.000 toneladas de soja norteamericana con destino a la Argentina, y que un día después se conoció otra operación por 120.000 toneladas, provocó un debate entre referentes del mercado de granos y productores.
La información dada a conocer por el USDA y difundida por las agencias de noticias internacionales decía que hacía 20 años no ocurría una exportación de soja norteamericana a la Argentina de esa magnitud. Esa afirmación transformaba al dato en noticia. En tiempos en los que la información se interpreta en términos de pensamiento binario y se descuidan los matices y las variables que convergen en el hecho, conviene intentar ampliar el radio de observación.
Con una sequía que provocará una merma en la producción de entre 15 y 16 millones de toneladas respecto de lo esperado al inicio de la campaña, que representa aproximadamente el 27% del volumen de la cosecha proyectada, las fábricas agudizarán sus problemas de capacidad instalada ociosa de los últimos años.
Para los operadores no fue extraño que la industria busque mercadería para moler y transformar en harina o aceite para noviembre, época de escasa oferta en la plaza local. En todo caso, la estrategia forma parte de los extensos vasos comunicantes que tiene el comercio de granos a nivel mundial.
Los especialistas creen que no había que hacer tanta alarma. Afirman que, al fin y al cabo, la Argentina importó este año un millón de toneladas de soja de Paraguay. Y también recuerdan que se compró poroto desde Brasil, en definitiva el gran ganador de la campaña 2017/18 entre los tres principales productores de soja a nivel mundial.
El volumen adquirido en todas las operaciones, afirman, es ínfimo aun si se lo compara con los 37/38 millones que tendrá la actual cosecha. Quienes llaman a tomar estas compras con cautela recuerdan que hace dos años la Argentina exportó 50.000 toneladas de trigo a Estados Unidos , uno de los principales productores del mundo, y nadie levantó polvareda en los EE.UU.
En un país con una visión y una estrategia de largo plazo, la palabra importación no debería asustar a nadie salvo cuando representa una amenaza para la destrucción de un sector y se realiza con prácticas predatorias. Las naciones que lograron un elevado nivel de desarrollo lo hicieron, entre otras cosas, por el comercio internacional: exportar e importar.
Sin embargo, en la Argentina el término "importación" parece una mala palabra. Y en su nombre se justifican las incoherencias. Pareciera que fuera correcto importar maquinaria agrícola, fertilizantes o agroquímicos que ayuden a mejorar la competitividad de la producción, pero es incorrecto cuando un eslabón de la cadena necesita cubrir una necesidad para su programa industrial.
En las reacciones frente a las importaciones de soja, se destacan las de aquellos que advirtieron que los farmers que exportarán la oleaginosa a la Argentina no tuvieron que pagar derechos de exportación del 28%, ni llenar declaraciones por duplicado ante el Estado ni estar anotados en algún registro de granos. Son las ventajas competitivas del primer mundo.
El episodio revela, además, que a la cadena de la soja, por más eficiencia que haya logrado cuando se le quitaron las restricciones del Estado, necesita de una visión estratégica de largo plazo. Cierto desdén que existe frente al cultivo que genera la mayor cantidad de divisas por exportaciones de bienes del país, con la idea de que la soja "se arregla sola", beneficia a países competidores. Brasil bate récords productivos año a año. Paraguay incrementa cada vez más su capacidad de molienda. Y no se puede descansar en el hecho de que China aumenta año a año sus importaciones. Se nota en el conflicto comercial con los Estados Unidos que suma volatilidad al mercado.
"A China le costará mucho no comprar soja de los EE.UU. con su estimación de importaciones de 97 millones de toneladas para este año", explicó un operador. Y las exportaciones de EE.UU. representan el 37% de las ventas externas mundiales de poroto. "Simplemente no hay suficientes granos de soja en el mundo fuera de los Estados Unidos para satisfacer las necesidades de China. Es una disputa que nadie sabe para dónde va a salir y hay que ser prudentes", añadió el experto. "Por ahora el gran ganador es Brasil", explicó.
Para la producción argentina, vale recordar, la gran pelea es cómo salir de una campaña para el olvido y prepararse para un nuevo ciclo con mejores condiciones climáticas.