Conservativa, eficiente y resistente. Así es la alfalfa, una forrajera capaz de enfrentar al déficit hídrico por su capacidad de extender sus raíces hasta una profundidad de seis metros para extraer humedad de las napas. Recomendaciones del INTA para identificar el cultivar que mejor se adapta a cada región y actividad productiva.
“La alfalfa es una especie perenne con capacidades morfológicas y fisiológicas para tolerar el déficit hídrico”, aseguró Daniel Basigalup, técnico del INTA Manfredi –Córdoba– y autor del libro “El cultivo de la alfalfa en la Argentina”, quien, además, destacó que la planta “aumenta la eficiencia en el uso de agua, a medida que el estrés hídrico se incrementa”.
Para esto, cuenta con un sistema radical robusto y profundo, cuya función principal es la absorción de agua. “Sus raíces se pueden extender hasta una profundidad de seis metros para extraer humedad de las capas profundas del suelo, si no existen impedimentos en el perfil”, explicó.
“Esta fuente de agua puede suplir, parcialmente, las necesidades del cultivo, en mayor proporción a medida que la precipitación efectiva anual disminuye”, especificó Basigalup.
No obstante, el especialista advirtió que “si bien la alfalfa puede resistir largos períodos de sequía, esta situación la obliga a reducir la expansión de las hojas, lo que afecta la fotosíntesis, la intercepción y la eficiencia de uso de la radiación”. Esto provoca que la producción de materia seca se reduzca rápidamente.
De acuerdo con el especialista de Manfredi, la producción de forraje estará condicionada, principalmente, por la captura de los recursos agua y radiación solar, sumado a las condiciones de temperatura que pueden ejercer algún grado de limitación en la eficiencia de uso de aquellos recursos.
Una forrajera con numerosas ventajas
Considerada la reina de las forrajeras, la alfalfa se destaca por sus altos rendimientos de materia seca, excelente calidad forrajera, gran adaptabilidad a diversas condiciones ambientales y su capacidad para la fijación de nitrógeno.
Mientras que Córdoba es la principal productora de alfalfa pura, Buenos Aires es la mayor productora de esta forrajera consociada con gramíneas anuales o perennes. Como especie pura o consociada, la alfalfa integra el 58 % del total de las forrajeras de la Región Pampeana.
En esta área, la alfalfa se cultiva casi exclusivamente en condiciones de secano y es la principal especie forrajera del país, así como la base de la producción de carne y leche en la zona.
Sus rendimientos promedio en forraje –obtenidos en parcelas de cultivos puros correspondientes a la red de evaluación de cultivares del INTA– son de entre seis toneladas de materia seca por hectárea por año en Anguil, La Pampa, y 20,5 en Marcos Juárez, Córdoba.
Un cultivar para cada región y actividad
La extensa distribución que la alfalfa tiene en la Argentina supone un amplio rango de adaptación a las particulares condiciones de precipitaciones, suelos, temperatura, plagas, enfermedades y modalidades de manejo de cada zona.
En los últimos 25 años, se inscribieron cerca de 300 variedades en el Registro Nacional de Cultivares (INASE). Si se descuentan las obsoletas y las fuera del mercado por diversas razones, los materiales disponibles en el mercado rondan los 130.
En este sentido, Basigalup recomendó que el productor ganadero, a fin de aumentar su producción y maximizar su rentabilidad, identifique aquellos cultivares que mejor se adapten a las condiciones particulares de su actividad.
“En líneas muy generales, las variedades sin reposo invernal (SRI) se recomiendan para el NOA, Cuyo y toda la Región Pampeana, las de reposo invernal moderado (CRIM) son ideales para toda la Región Pampeana y para algunas zonas de la Región Patagónica, mientras que las con reposo invernal (CRI) se aconsejan para la Región Pampeana Sur y la Región Patagónica”, señaló Basigalup.
Las SRI se utilizan en los sistemas pastoriles de producción lechera e invernada intensiva y, también, para la producción de heno bajo riego en las regiones del NOA y Cuyo.
“Son muy susceptibles a enfermedades foliares y exigen un manejo bastante cuidadoso en condiciones de pastoreo, aunque las mejoras permitieron contar con excelentes potenciales de rendimiento y persistencia con un muy buen comportamiento frente a las enfermedades de hoja”, reconoció el técnico.
Por su parte, los cultivares CRIM son las preferidas para la producción de carne o de heno en muchas zonas de la Región Pampeana. En general, son menos susceptibles a las enfermedades de hoja que las SRI y toleran mejor un manejo del pastoreo no muy ajustado.
“Si bien tienen un rendimiento total de forraje muy similar a las SRI, presentan un ciclo vegetativo más corto con un pronunciado pico de producción en primavera”, advirtió Basigalup.
Por último, las variedades CRI se recomiendan para la producción de carne o heno en zonas más frías, tienen un ciclo productivo más corto que las CRIM y, por ende, es más concentrada su producción de forraje.