Con esta disputa ante el más poderoso sindicalista argentino, el primer mandatario ha encontrado una alternativa para recuperar la iniciativa política en uno de los momentos más difíciles de su gestión en términos de imagen en la opinión pública. Es una ocasión para renovar el respaldo de una parte de la ciudadanía que apostó al cambio y que rechaza un modelo basado en los privilegios corporativos, la corrupción y la prepotencia. Especialmente cuando, unidos por el espanto a la Justicia y por circunstancias donde el muerto parece reírse del degollado, moyanistas y kirchneristas se disponen a marchar juntos.
Desde luego, hay riesgos para el Gobierno. El sindicato camionero ostenta un importante poder de fuego. Puede paralizar buena parte de la economía del país, al tener bajo su control el transporte de combustibles y el abastecimiento de supermercados o cajeros automáticos. Y pese a las deserciones sindicales que sufrió la convocatoria de Moyano para el miércoles próximo, todo indica que la movilización sobre la avenida 9 de Julio será multitudinaria. Algunos gremios docentes, los bancarios y los estatales harán su contribución, del mismo modo que la militancia de ciertas organizaciones sociales, de fuerzas de izquierda como el Partido Obrero y del kirchnerismo.
No será, sin embargo, la cantidad de manifestantes el dato más relevante para el futuro político, sino la reacción de unos y otros tras esa demostración de fuerza, tanto como la interpretación que del devenir de esta confrontación efectúen los operadores económicos.
Macri ha dejado atrás con éxito varios desafíos. El primero fue demostrar que podía gobernar y sancionar leyes pese a su absoluta minoría parlamentaria. Un segundo test fue la resistencia de la oposición kirchnerista frente a la acción de la Justicia; el resultado es que hay innumerables exfuncionarios detenidos e investigados por diversos escándalos de corrupción. Más tarde vino la prueba de las elecciones legislativas, superada con creces por la coalición oficialista, que permitió enterrar la idea de que el actual presidente podría seguir el triste derrotero hacia el naufragio que tomó Fernando de la Rúa.
El nuevo desafío para el gobierno de Macri es enfrentar a una vieja corporación sindical contra la que ningún gobierno se animó a arremeter, pero que hoy luce más debilitada que nunca, entre las obscenas imágenes de montañas de dólares y de fastuosas residencias construidas con el dinero de los trabajadores, de los aprietes o de inconfesables negociados que involucran a clanes familiares.
Macri y Moyano se conocen desde hace mucho. Cuando el primero gobernaba la ciudad de Buenos Aires, arribaron a importantes y controvertidos acuerdos en cuestiones como la recolección de basura. Años después, el Presidente considera que el líder camionero no solo es un fiel representante de la vieja corporación sindical, sino también un emblema del costo logístico, que hace que un flete desde el norte argentino hasta el puerto de Buenos Aires resulte más caro que trasladar esa misma mercadería de aquí al otro lado del océano Atlántico.
Pero más allá de esa peculiar lucha de Macri para enfrentar el costo argentino y dar una señal concreta a potenciales inversores, subyace ahora una pelea casi personal, en la cual el Presidente percibe que no puede ceder. Su adversario está golpeado, confundido y, por momentos, asustado, como lo manifestó cuando, sin medir las consecuencias, afirmó que al actual Gobierno le quedaba poco tiempo.