Aunque resulte más didáctico y elegante ilustrar las ideas sobre la base de comportamientos agregados y uniformes, existe en la economía argentina una fuerte segmentación de realidades por tamaño de empresa, sumada a una creciente dualización productiva que se estructura funcionalmente con la pobreza.
No estamos solos en esto. La dualización productiva, es decir, las significativas divergencias de productividades entre tamaños de empresa y sectores, es una de las características más estudiadas del subdesarrollo económico. En los países desarrollados, la diferencia de productividad entre grandes empresas y las pymes gira en torno al 10%, mientras que en los países menos desarrollados esta brecha alcanza niveles superiores al 300%.
Una demostración contundente de la profunda brecha de productividad y dualismo entre grandes y pequeñas empresas de nuestro país es que el 80% de la informalidad laboral se concentra en empresas con menos de 10 ocupados (2.000.000 de personas), que el 95% de estas empresas no accede al crédito bancario y que prácticamente ninguna de ellas exporta. Otra cara del mismo fenómeno es que los salarios en las 500 empresas más grandes son cinco veces superiores a los salarios registrados en las empresas menores.
En síntesis, tenemos un grave problema de dualismo económico que no se resuelve con políticas horizontales uniformes para todos los tamaños de firma, lamentablemente inocuas para la magnitud del problema que tenemos que enfrentar. Es necesario pensar en políticas fuertemente diferenciadas por tamaño y especialmente dirigidas hacia las más pequeñas.
Nuestras pymes son débiles y desde hace años casi no generan nuevos puestos de trabajo, cuando en todo el mundo este segmento es el creador de empleo por excelencia y, por esta vía, cohesionador social valorizado por todos.
Las comparaciones internacionales muestran que la participación de las pymes argentinas en el empleo total está todavía al menos 10 puntos por debajo de los estándares de los países de alto nivel de ingresos, según la clasificación del Banco Mundial. Sin embargo, seguimos retrocediendo. Mientras en Estados Unidos entre 2007 y 2016 las empresas formales de menos de 50 empleados crearon el 53% de los puestos de trabajo, en la Argentina durante el mismo período las empresas formales de la misma dimensión crearon solo el 22% . Una dinámica similar se observa respecto de Europa.
Cuando se afirma que para crecer, generar empleo y disminuir la pobreza es necesario prestar especial atención a la realidad productiva de las empresas menores, no se está alimentando un mito. Por el contrario, se está señalando la gravedad de un problema que hay que atender con instrumentos especiales de política pública, calibrados a la propia realidad y lejos de los modelos utilizados en los países más desarrollados del mundo, donde ya han logrado una sustancial convergencia de productividades, y aun así, donde el énfasis en la necesidad de valorización de las pymes es enorme.
Las pymes en la Argentina parecen muchas, pero son en realidad muy pocas. Uno de los aspectos menos conocidos de nuestra realidad productiva es la anómalamente pequeña dimensión de nuestro sector empresarial. En la Argentina se contabilizan 2326 habitantes por cada empresa formal naciente, mientras que el promedio de América Latina arroja 505; Brasil, 347, y Chile, 125. A su vez, en los países de la OCDE nace una empresa formal cada 185 habitantes.
Puede resultar doloroso, pero según datos del Banco Mundial el nivel de natalidad empresaria de nuestro país es parecido al registrado entre los países más desafortunados del planeta. El resultado de este penoso indicador es que mientras en Chile se contabilizan 50 empresas cada 1000 habitantes (y en Australia 88), en la Argentina solo se registran 20.
Tampoco se puede afirmar que disponemos de una abundante "fauna" emprendedora que nos asegura el crecimiento futuro de nuestro stock de empresas: según los datos del Global Entrepreneurship Monitor, en la Argentina solo el 15% de la población económica activa acredita una actividad emprendedora, contra un 20% de Brasil y 25% de Chile.
Si no tenemos empresas, ¿quién va a crear el trabajo que el país necesita para disminuir la pobreza? Es necesario incentivar drásticamente la natalidad empresarial, diseñar políticas públicas para defender las existentes y disminuir el cierre de empresas. Sin empresas no hay futuro.
Tal vez el mito que haya que abandonar ya mismo sea que se puede crear trabajo sin el crecimiento del sector de las pymes.
El Autor pertenece a la Universidad de Bologna; director de la Fundación Observatorio Pyme
Por: Vicente N. Donato