Esta época del año es propicia para balances y reflexiones sobre nuestras vidas y sobre nuestro país. Evaluamos cómo estamos en relación con décadas pasadas, cuál es nuestra situación hoy y cómo vemos el futuro. Para ello, las encuestas, aun con sus limitaciones, son muy útiles ya que nos permiten escuchar la voz de los ciudadanos y responder a estos interrogantes.
Un estudio global del think tank norteamericano PEW que incluye la Argentina
nos muestra que en nuestro país la mayoría (51%) piensa que estamos peor que
hace 50 años mientras que un 21% sostiene que estamos igual (o sea sin progreso)
y solo un 23% que estamos mejor que entonces. Por otra parte, una encuesta
nacional reciente de Voices! entre jóvenes de 18 a 34 años nos dice que los
millennials piensan que tendrán en el país una mejor calidad de vida que sus
padres (69%), mientras que un 24% similar y solo 6% cree que será peor. Los
argentinos tienen una visión negativa en relación con el pasado y más
esperanzadora hacia el futuro.
Al analizar los datos duros en las estadísticas comprobamos que efectivamente
si nos referimos a indicadores económicos y sociales hemos retrocedido en las
últimas décadas. En 1974, cuando se comenzó a medir, la pobreza en el país era
del 4%; al inicio de la democracia, cuando asumió Alfonsín en 1983, era del 16%
y hoy el 33% son pobres. La informalidad en el empleo era de 22% en 1983 y hoy
ronda el 30%. Señalo estos dos indicadores como ejemplo porque considero que son
de sustancial importancia en la construcción de una sociedad justa e integrada.
En cambio, en lo que hace al sistema político, hemos avanzado y podemos
afirmar que en nuestro país la primera etapa de la construcción de la democracia
se ha cumplido y el sistema está legitimado. Llevamos 34 años de democracia con
alternancia en el poder y contamos con un sistema político que, aunque con
problemas pese a la baja credibilidad en sus instituciones, se va consolidando.
En cuanto al presente, las opiniones de los argentinos se han visto reflejadas en los resultados electorales de medio término, donde la población ha dado al gobierno de Macri un voto de confianza y también en las encuestas. El sondeo anual de fin de año en el que participamos desde 1983 y que fue iniciado por George Gallup en 1977, muestra a los argentinos más optimistas y esperanzados que el promedio mundial en relación con sus expectativas para 2018.
En esta oportunidad esa encuesta de GIA/WIN en 55 países cubriendo todas las
regiones y dos tercios de la población mundial, nos muestra a nivel global un
menor optimismo que el año anterior. Quienes piensan que 2018 será mejor son un
39% (vs. 52% del año pasado) mientras que un 23% cree que 2018 será peor y un
32% que será igual.
Este mayor escepticismo a nivel global se explica por una serie de factores, entre los cuales se encuentran las perspectivas económicas que resultan más pesimistas que hace un año. Decrecen al 28% quienes creen que este año será de mejoría económica vs. 42% que así lo creía respecto de 2017. De los 55 países medidos, en 32 hay pesimismo sobre el futuro económico. En la Unión Europea encontramos 12 países entre los 17 incluidos que prevén un año con problemas económicos sobre todo Italia y Grecia, pero también Francia, España, Alemania, Polonia, Rumania y Gran Bretaña. Con respecto al G-20, entre los 15 que participaron en el estudio solo dos son muy optimistas en lo económico: Indonesia (65%) y la India (62%).
Interesa destacar que, a diferencia de lo que pasa en el mundo, en general los argentinos estamos más optimistas que hace un año y 12 puntos por encima del promedio global con 51%, pensando que en general 2018 va a ser mejor, un 22% que será similar y un 21% que será peor que 2017. En todos los segmentos demográficos predominan en nuestro país las respuestas positivas sobre las negativas. Son los universitarios y la clase alta quienes más sostienen que este año será mejor (62% vs. 49% en el nivel bajo). En el interior del país y la Capital Federal (53%) los ciudadanos son más optimistas que en el Gran Buenos Aires (45%).
Al referirnos específicamente al futuro del país en el plano económico, los argentinos tienen opiniones más divididas acerca de las proyecciones para 2018. Aun así, en este punto somos también más positivos que el promedio mundial (donde el 28% es optimista) y que el promedio de los países del G-20 (25%). El 34% de la población en la Argentina manifiesta que este año será de mejoría económica, el 24% vaticina un año de mayores dificultades y un 38% no espera cambios. Los resultados son muy similares a los obtenidos el año pasado y más pesimistas que en 2015, año signado por las elecciones presidenciales, donde las perspectivas eran significativamente más positivas en todos los planos. Son fundamentalmente los sectores más bajos y los jóvenes quienes están más preocupados y menos esperanzados sobre todo en la reducción de la inflación y el desempleo.
Los principales problemas del país para la población hoy son la pobreza, el temor al desempleo y la inseguridad. Se reconoce al Gobierno una buena gestión contra el narcotráfico, la política exterior de estrechar relaciones con el mundo y la lucha contra la corrupción. Y se esperan mejores resultados en temas económicos sociales, como el combate contra la pobreza, la creación de puestos de trabajo y el control de la inflación.
La participación permanente en este trabajo internacional nos permite también un análisis histórico de las tendencias desde 1983. Analizamos las expectativas con que llegaron los argentinos al cumplirse los dos primeros años de cada gobierno para ver cómo está el gobierno actual en situación comparativa.
Cuando Alfonsín cumplió los dos primeros años en 1985 el 57% de los argentinos pensaba que el país estaría mejor el año siguiente. A los dos años del primer gobierno de Menem en 1991 el 61% esperaba un año mejor; en cambio, en su segundo gobierno, solo un 37% creía en 1997 que el año siguiente sería mejor. En el caso de De la Rúa, al cumplir su segundo año en 2001 solo un 36% tenía una visión positiva con respecto al año venidero. A los dos años de Kirchner en 2005 un 54% esperaba un año mejor. Al finalizar el segundo año de su primer mandato Cristina Kirchner solo un 23% esperaba un año mejor y en 2013, a dos años de su segunda presidencia, el 34% pensaba que 2014 sería mejor. Con Macri, como dijimos, es el 52%.
Este análisis permite concluir que existe una asociación entre los resultados de las elecciones legislativas y las expectativas. Los datos históricos muestran que las expectativas aumentan cuando se ha ganado la elección legislativa del segundo año. Puesto en este contexto, Macri se encuentra al cumplir dos años de gobierno, en análoga situación a las de Alfonsín, Menem en su primer mandato y Néstor Kirchner.
Esperamos que las expectativas positivas de la población para 2018 se cumplan y que el Gobierno pueda dar respuesta a las necesidades y demandas de la gente. Sin duda, es un voto de confianza que espera respuestas y para ello necesitará del diálogo y la participación de la dirigencia de los distintos sectores y de cada uno de nosotros.
La Autora es Presidenta de Voices!, vicepresidenta/ presidenta electa de Wapor