Probablemente aún lo sea para quienes analizan la realidad desde una óptica populista y piensan que cesantear a un solo empleado estatal es poco menos que un sacrilegio. Pero las más recientes señales del gobierno de Mauricio Macri , empezando por la "recalibración" de las metas de inflación, indican que el combate al populismo se dará al compás de la canción que hizo célebre el puertorriqueño Luis Fonsi. Esto es, despacito.
¿Qué ocurrió para que, de pronto, el titular del Banco Central, Federico
Sturzenegger, quedara reducido a la altura de un ministro del Poder Ejecutivo y
por debajo del jefe de Gabinete, Marcos Peña? ¿Qué obró para que todos olvidaran
que, al inicio de su gestión presidencial, Macri se jactaba de que una de las
principales contribuciones que podía hacerle a la economía era respetar la
autonomía del Banco Central?
Dos factores explican el triunfo de la postura encabezada por Peña y el enamoramiento del gradualismo. El primero fue que imperó cierto temor a que una excesiva concentración en la lucha contra la inflación terminara impidiendo un mayor crecimiento económico. El segundo, la caída en la imagen presidencial y en las expectativas económicas de la opinión pública durante el último mes.
Distintas encuestas reflejan que los sectores medios de la sociedad, en
particular, quienes mayoritariamente votaron a Cambiemos, han comenzado a
exhibir malestar ante el devenir económico. El estudio de DAlessio Irol y
Berensztein, concluido el 20 de diciembre entre 1278 encuestados, da cuenta de
que, por primera vez en la presidencia de Macri, es negativa la percepción
social sobre el futuro económico. La gestión del Gobierno, que en noviembre era
calificada como buena por el 53% y mala por el 42%, pasó a fines de 2017 a ser
calificada como mala por el 54% y buena por el 45%.
El consuelo para el oficialismo es que no solo cayó la imagen positiva de Macri (del 53 al 44% en un mes). También se derrumbó la imagen de prácticamente toda la dirigencia. La oposición no logra rearmarse y el peronismo es percibido como una fuerza fragmentada, carente de liderazgo y sin poder de fuego.
Solo Cristina Fernández de Kirchner surge con un claro perfil en la
oposición. Ella misma lo dejó trascender en sus últimas exposiciones, tanto en
el Senado como ante dirigentes de su sector: hay que oponerse a todo lo que
proponga el gobierno de Macri. "Para eso nos ha votado la gente", aclara la
expresidenta. Su objetivo de mínima es debilitar a Macri de cara a su posible
reelección en 2019; su objetivo de máxima, bastante improbable, es forzar su
retiro anticipado del poder, como ocurrió con De la Rúa.
Mientras los dirigentes peronistas debaten qué perfil adoptar y el Gobierno intenta aislar al kirchnerismo, la mencionada encuesta ofrece otro dato interesante: el 40% dice que le gustaría ver un peronismo dialoguista en los próximos años; solo el 22% prefiere un peronismo combativo.