La incorporación del maíz tardío en nuestros sistemas agrícolas ha sido uno
de los avances en tecnologías de procesos más importantes de los últimos años.
Permitió incluir al cultivo en ambientes restrictivos, principalmente en suelos
someros con tosca, donde en los últimos años predominaban secuencias de cultivos
de invierno y soja.
La elección de la fecha de siembra, densidad de plantas e híbridos permiten definir las estrategias más adecuadas para cada ambiente. Así, el retraso en la fecha de siembra pretende ubicar el período crítico para la definición del rendimiento (30 días centrados en floración) en condiciones de menor probabilidad de deficiencias hídricas debido a una menor demanda atmosférica. En nuestra zona, trabajos realizados por el grupo de ecofisiología de cultivos de la UIB (INTA-Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata) determinaron que la fecha óptima para los maíces tardíos es alrededor de la última década de noviembre. Siembras posteriores reducen marcadamente el rendimiento alcanzable debido a que las caídas en la radiación y temperatura limitan el llenado de los granos.
Plantas individuales creciendo a altas tasas permiten, en densidades óptimas,
lograr altos rendimientos. De este modo, para rendimientos cercanos a 6000 kg/ha,
30 a 35 mil plantas/ha resultan suficientes, mientras que en aquellos ambientes
donde sea posible alcanzar 10.000 kg/ha las densidades no deberían bajar de
55.000 plantas/ha.
Reducciones mayores en el stand conllevan el riesgo de que condiciones desfavorables durante el crecimiento de las hojas no permitan alcanzar la máxima intercepción de la radiación incidente, o de que cada planta no tenga la capacidad de compensar mediante un mayor número o peso de los granos. Para un mejor ajuste, debemos considerar las características particulares del híbrido seleccionado en cuanto a su plasticidad.
Para siembras tardías optamos por los mismos materiales que en siembras
tempranas, de madurez relativa entre 115 y 120.
Además, la demora en la fecha de siembra permite que el suelo adquiera mayor temperatura, y con ello aumente la tasa de mineralización de nitrógeno. Así, es posible que la disponibilidad del nutriente a la siembra y durante el ciclo del cultivo sea mayor para los maíces tardíos respecto de los tempranos.
Sin embargo, no son todas luces para los tardíos. El obstáculo más grande es la imposibilidad de llegar a humedad comercial, o al menos a valores económicamente viables, antes del invierno. Por ejemplo, híbridos de madurez relativa entre 118 y 120 sembrados a fin de noviembre presentan, al 1° de mayo, humedades cercanas a 25/30%. Esto obedece a que la demanda atmosférica se reduce marcadamente a partir de marzo. En consecuencia, es usual que estos cultivos se cosechen en agosto, o incluso septiembre. Cobra relevancia la elección de híbridos con buen comportamiento a vuelco o quebrado del tallo.
Además, la demora en la cosecha permite el crecimiento de malezas debajo del cultivo. Esta situación es especialmente problemática considerando la predominancia en la zona de crucíferas, rama negra y raigrás con resistencias o tolerancias a varios herbicidas. Como alternativa de interés, surge la implantación de cultivos de cobertura con el maíz aún en pie. El establecimiento de estos cultivos restringe el crecimiento de las malezas, además de aportar carbono al suelo.