La actividad creció 3,8% en septiembre, completó siete meses consecutivos de
recuperación interanual y se viene extendiendo a más sectores económicos. Según
esta aproximación mensual al comportamiento del PBI, todos muestran mejoras con
respecto al mismo mes de 2016, con excepción de minería y servicios públicos,
atribuible en este caso a los ajustes tarifarios.
Sobresale el fuerte repunte de la construcción (13,2%), impulsado por la obra pública y también por la construcción privada debido al boom de crédito hipotecario, sólo superado por la actividad pesquera (39%). También hay mejoras en la intermediación financiera (6,9%), comercio (3,9%) y la industria manufacturera (2,3%), que fue uno de los últimos sectores en salir de la recesión de 2016. De ahí que el nivel general igualó al de agosto de 2015 (antes de que se iniciara el ciclo recesivo), después de 25 meses. Aun así, todavía hay tres sectores (construcción, industria y minas y canteras) que no alcanzaron ese registro.
Si bien el crecimiento acumulado en los primeros nueve meses del año fue de
2,5% interanual (el más alto de los últimos doce), en agosto y septiembre mostró
una desaceleración, con alzas de sólo 0,2 y 0,1% -sin estacionalidad- respecto
del mes previo. De ahí que el promedio del tercer trimestre fue de 1,3% (por el
arrastre del anterior) y de 4,3% interanual.
Con estos datos a la vista, la consultora LCG calcula para el cuarto trimestre un alza de 0,9% promedio con respecto al tercero (y de 4,4% interanual), con lo cual el año 2017 cerraría con un crecimiento techo de 3% anual y un arrastre de 1,4% para el año entrante. Para 2018 su proyección es de 2,4% anual, traccionada por el consumo privado, una sostenida recuperación del crédito y el mejor clima de inversión que podría aportar el arranque del proceso de reformas (fiscal, previsional, tributaria y laboral) junto con el fortalecimiento del oficialismo en el Congreso, aunque con menor impulso fiscal.
No obstante, advierte que el atraso cambiario impedirá que el aumento de la inversión se haga extensivo en gran medida a los sectores transables y restará así crecimiento vía sector externo.
Precisamente, los datos de intercambio comercial del Indec muestran que el déficit trepó a 955 millones de dólares en octubre y acumula US$ 6155 millones en los primeros diez meses del año (frente al superávit de US$ 1811 millones de 2016), con lo cual podría cerrar 2017 en torno de US$ 8000 millones.
Las exportaciones del mes pasado subieron porcentualmente en valor (10,8%) casi dos tercios menos que las importaciones (29,5%), en ambos casos con respecto a septiembre. Pero esta tendencia se agudiza en el acumulado del año: las ventas al exterior (US$ 49.271 millones) subieron apenas 1,8% en comparación con los primeros diez meses de 2016, mientras que las compras (US$ 55.836 millones) treparon casi 19%.
Por un lado, la composición de las importaciones se corresponde con la recuperación de la actividad económica y de la inversión en maquinarias y equipos. En efecto, el mayor aumento se verifica en bienes de capital (25,2%), al que se suma el de partes y repuestos (12,7%), que en total superan US$ 22.000 millones (y US$ 18.000 millones excluyendo equipos de transporte). Luego se ubican los bienes intermedios (13,8%), pero es notable el incremento de bienes de consumo (20,4%), por US$ 7300 millones, e importaciones de automotores (45,9%) por US$ 5100 millones, especialmente desde Brasil.
Por otro lado, la debilidad de las exportaciones se produce pese al aumento de las manufacturas industriales (12,6%) y combustibles y energía (18,7%), que contrarrestaron la caída en productos primarios (-0,7%). Esta tendencia es preocupante porque agudiza el déficit externo, tanto por problemas estructurales como por un tipo de cambio flotante pero poco competitivo, que busca ser contrarrestado por bajas de costos (impositivos, logísticos y laborales) a mediano plazo.