Pero quedan muchas incógnitas por despejar en estas elecciones. El interrogante más inmediato se refiere a las derivaciones políticas que se desprendan del hallazgo de un cadáver en el río Chubut.
Las incógnitas a resolver son nudos determinantes para la dinámica que
adquirirá la vida pública en los próximos dos años. Identificarlos es crucial
para comprender el nuevo mapa de poder que surgirá desde las urnas.
En el caso Maldonado, en principio, falta corroborar una hipótesis generalizada: que el muerto es el joven tatuador. Aun con la aparición del documento de identidad, la familia no quiso anoche reconocerlo. Algunos amigos de Sergio, el hermano del muerto, atribuyen esa suspicacia a su estado emocional. Si se confirma lo previsible, que es Santiago Maldonado, habría que desentrañar las razones de la muerte. Si fue violenta o se trató de un accidente. Si se produjo por ahogo o el cuerpo fue arrojado al agua ya sin vida. Qué papel jugaron los gendarmes. Si antes de fallecer fue sometido a cautiverio. Son variables claves para sostener o descartar la figura de la desaparición forzada. Esa tesis se vuelve más problemática. A quien lo hizo desaparecer, ¿le conviene sacar el cadáver a la luz pública, con el documento de identidad en un bolsillo, para que se conozcan los detalles del delito? Sería casi una confesión con pruebas.
El juez Gustavo Lleral pidió los gabinetes de criminalística el viernes
pasado, como si ese día hubiera tenido algún indicio. Para acercarse al lugar
debió vencer la resistencia de militantes mapuches. Logró pasar cuando llegó
Soraya Maicoño, la líder del grupo. Macondo. El cuerpo se encontró anteayer a
las 12.30. El primer funcionario del gabinete en enterarse fue, a las 13.50, el
ministro de Justicia, Germán Garavano. Fue a través del abogado de los
Maldonado. Garavano se lo comunicó a su colega de Seguridad, Patricia Bullrich,
y al director de la AFI, Gustavo Arribas. Desde entonces los funcionarios se
prepararon para días de tensión. No por el dictamen de las urnas. Por el
dictamen de la autopsia. Se irá filtrando en trascendidos.
Cabe imaginar que las preferencias electorales sean, en muchísimos casos, indiferentes a las novedades de esta peripecia desgraciada. La polarización resuelve sin necesidad de constataciones el misterio Maldonado. Igual que resuelve el misterio Nisman. Para un extremo de la oposición, es indiscutible que los restos atrapados en el río fueron plantados por las autoridades. Para un extremo del oficialismo, fueron plantados por los mapuches. Paranoias enfrentadas. Aun cuando se suscriba lo de Kissinger: "También los paranoicos tienen derecho a tener razón". Esa tensión dividió ayer a las organizaciones de derechos humanos. Unas convocaron a un acto de protesta. Otras se sumaron a la posición de la familia Maldonado y aconsejaron esperar los peritajes. El juez Lleral y los expertos forenses están ante un desafío gigantesco. Romper el bloqueo con una explicación convincente. Les quedará el consuelo de estar trabajando para la posteridad.
Más allá de la incierta influencia del caso Maldonado sobre el proceso electoral, el domingo encontrarán respuesta varias preguntas relevantes. La primera de ellas es si Cambiemos conseguirá repetir los triunfos que consiguió en agosto. Sobre todo, en territorios donde es oposición. Para los peronistas derrotados, las primarias fueron un gran despertador. Los candidatos del Gobierno compitieron desde entonces con oficialismos más agresivos. En La Pampa, a Mauricio Macri lo recibieron con huevazos. Y Adolfo Rodríguez Saá fue denunciado en San Luis por asignar a una fundación de su esposa $ 80 millones para repartir regalos de campaña.
La segunda gran incógnita es si Cambiemos conseguirá imponerse en dos distritos importantísimos. Las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. En esta última, las encuestas que maneja el oficialismo parecen contundentes: entre 34% y 36% a favor de los candidatos de Macri, contra 25% a 27% para el kirchnerista Agustín Rossi. El socialismo, en esta hipótesis, haría una mala elección: entre 9 y 11 por ciento.
Buenos Aires es, por supuesto, el gran enigma. Para el comando de Esteban Bullrich existe un factor decisivo: el nivel de participación. Allí detectaron desde las primarias que la cantera de votos de Cambiemos está en los 500.000 empadronados que no fueron a votar. María Eugenia Vidal y Federico Salvai, máximos responsables de la campaña, se volvieron meteorólogos. El clima es un jugador relevante. ¿Las amenazas de bombas también? De nuevo la polarización impone los significados. Para el oficialismo, detrás de esas intimidaciones está el kirchnerismo, desalentando a la gente a participar en mesas en las que ganaría el adversario. Para el kirchnerismo, como lo explicó Leopoldo Moreau, es una maniobra del Gobierno para suspender algunas urnas.
Las perspectivas bonaerenses son dispares en el oficialismo. Jaime Durán Barba convenció a Macri y su entorno de que Bullrich se impondrá sobre Cristina Kirchner por alrededor de 5 puntos. Algo así como 42% contra 37%. En La Plata son más cautelosos. Temen que las encuestas telefónicas no estén captando a un universo de electores que carece de línea fija y que se inclina por la señora de Kirchner.
En la provincia de Buenos Aires hay que observar algunos municipios estratégicos. Tigre y San Fernando, por ejemplo, serán un indicador de la fortaleza relativa con que quede Sergio Massa. En Lomas de Zamora se decidirá el peso de Martín Insaurralde dentro del PJ. También es importante. En especial si termina siendo el candidato que disputará al kirchnerista Fernando Espinoza, de La Matanza, la jefatura del partido en la provincia. En Cambiemos también se discute un cuadro de honor. Por ejemplo: ¿lograrán esta vez Néstor Grindetti, en Lanús; Martiniano Molina, en Quilmes; o Nicolás Ducoté, en Pilar; hacer ganar a Bullrich? En agosto, en esos distritos triunfó la ex presidenta.
Balance provisional: si Cambiemos logra agregar Buenos Aires y Santa Fe al triunfo que ya obtuvo en Capital Federal, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos y La Pampa, Macri habrá conquistado una base de poder inédita para cualquier oficialismo en una elección parlamentaria desde 1983.
El tercer interrogante es qué sucederá en los distritos donde, en agosto, el resultado fue parejo. El gobierno nacional apuesta a que la ola de adhesión que recorre casi todo el país le permita imponerse ahora en Tierra del Fuego, Chubut, Chaco y Salta, en ese orden de probabilidad. El desenlace salteño es estratégico. Derrotados Massa y el cordobés Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey quedaría como el único ex kirchnerista competitivo para la carrera hacia 2019. Eso mismo lo convierte en una figura central del nuevo agrupamiento parlamentario del PJ en ambas cámaras. Y, por lo tanto, en un interlocutor destacado del oficialismo, sobre todo en la discusión de las leyes que Macri piensa promover apenas terminen los comicios. Corolario: el domingo hay que poner la lupa sobre Salta.
Las expectativas de Cambiemos en el Noroeste, más allá del triunfo de Gerardo Morales en Jujuy, se dirigen hacia las ciudades capitales. Así es en Tucumán, Salta, La Rioja y Catamarca. Los intendentes son eventuales candidatos a gobernador para enfrentar al PJ en 2019.
Los que miran el mediano plazo querrán saber, el lunes por la madrugada, qué volumen de votos obtuvo el oficialismo en todo el país. Será, aunque muy imperfecto, un atisbo de la posibilidad de Macri de presentarse en 2019 a la reelección y ganarla en primera vuelta. Para muchos funcionarios es un problema todavía abstracto. En la sala de máquinas de Cambiemos están pendientes de otra información. ¿Cuántos diputados se pueden sumar a los que prometieron los números de agosto? ¿En Buenos Aires se podrá pasar de 15 a 16? ¿En Capital, la imbatible Carrió conquistará ocho bancas o llegará a las nueve? ¿En Santa Fe pasarán de cuatro a cinco los ganadores del Gobierno? La Casa Rosada sueña con un número mágico. Un bloque de 110 diputados nacionales. Así, a Emilio Monzó, el líder oficialista de esa cámara, le faltarían sólo 19 legisladores para alcanzar el quórum. Es la incógnita que desvela a Macri, que está devorado por la ansiedad de lanzar un programa de reformas. Ayer lo explicó con claridad uno de sus colaboradores más cercanos: "A partir del domingo, por un año, no miramos más al electorado. Prestaremos atención a otro tipo de votante. Los diputados y senadores del Congreso".