El departamento santafecino de General López, en el límite de esa provincia
con Córdoba, es uno de los más afectados por las inundaciones. A las lluvias se
le suma el problema de las napas altas y las derivaciones de la laguna La
Picasa. Por ello, en Sancti Spíritu, unos 35 kilómetros al norte de Rufino, los
productores aseguran que no quedan caminos y que hay granos almacenados de hace
dos campañas en los campos porque no se puede sacar la producción.
Jonatan Damiani, productor de la zona, describió ante LA NACION como "gravísima" la situación. "No hay ninguna respuesta y eso es lo más desesperante; los caminos rurales están destruidos, el principal tiene un metro de agua", dijo.
Coincidió con Tomás Aramendi -que iene un campo en la misma área y otro en
Maggiolo, a unos pocos kilómetros- que hubo un tiempo en que se podrían haber
hecho las obras, pero "no se avanzó". Ahora, con el agua cubriendo las
superficies, es imposible realizarlas.
En Sancti Spíritu, una localidad de unos 4300 habitantes, todo se mueve
alrededor del campo. La cooperativa agrícola, los servicios veterinarios, una
empresa de camiones, la ferretería. "Hay reuniones, se habla, pero cada vez va
menos gente porque ya estamos agobiados; hace más de dos años que vivimos así",
expresó Damiani.
Carlos Oxandaburu, también productor, el año pasado perdió el 30% de sus 270 animales por el agua, por enfermedades y por falta de alimentos. "Sigo haciendo ganadería porque no tengo opciones -señala-, no puedo dejar y dedicarme a otra cosa. Llevamos muchos años trabajando en esto. Ni siquiera se pueden vender las vacas porque hay que moverlas por arreo, los camiones no pueden entrar", afirmó.
Aramendi pidió obras. "Hay que hacer trazas nuevas, planificar. Nosotros tenemos que hacer lo que sabemos, no somos ingenieros en caminos, pero las autoridades deben coordinar una tarea institucional, hacerse responsables", reclamó.
El camino "Cinco Esquinas", clave para el movimiento de la producción entre Santa Fe y Córdoba, lleva dos años y medio cortado. Los productores explican que hay campos secos, pero sin vías de acceso es imposible entrar o salir.
"No hay posibilidad de llegar con equipos ni con insumos -remarcó Oxandaburu -. Perdí la pastura y los animales comen de lo que quedó del maíz que se perdió y de los rastrojos, pero es una situación insostenible".
La napa -como en toda esa zona de Santa Fe y en el sudeste cordobés- está muy alta y la tierra no absorbe. El núcleo de los problemas es La Picasa (tiene una extensión de 300 kilómetros cuadrados, su extremo medio inferior occidental está en General López), que superó varias veces sus límites este año y levantó los niveles de las lagunas en los alrededores. "No quedan bajos, todo está anegado", graficó Damiani.
Aramendi hace hace dos años y medio que no saca la cosecha de su campo. Ya perdió el trigo embolsado y teme que el resto tenga igual destino. Insiste en que las comunas no tienen ni recursos ni logística para solucionar los problemas que existen. "La Provincia y la Nación no se hacen cargo tampoco y ese es el drama que tenemos; en 20 años no se hizo nada y el empeoramiento de las condiciones climáticas terminó de empeorar todo", dijo.
Los movimientos son por campos vecinos pero no se puede mantener el ritmo necesario porque no hay traza. Los trabajadores rurales quieren irse por la imposibilidad de moverse.
"No pueden salir de los campos, los chicos no pueden ir al colegio; tienen toda la razón, no son condiciones para vivir", agregó Aramendi.
Oxandaburu reclamó un "plan nacional de agua que ordene las cuencas, que audite, que proyecte". Explicó que la declaración de emergencia agropecuaria de Santa Fe no cubre las pérdidas, porque para eximirse de los impuestos el 80% del campo debe estar inundado y para diferir el pago, el 60% debajo del agua.
"No contempla que no se pueda entrar o salir del campo, que no se pueda mover la producción. Tampoco nos incluye la emergencia vial que es para que las comunas puedan contratar de manera directa sin licitación; estamos muy complicados", señaló.