Numerosos analistas políticos coincidieron en afirmar que el resultado favorable que tuvo Cambiemos en el interior bonaerense y santafecino, y los triunfos en Córdoba, Entre Ríos, La Pampa y San Luis se vincularon con la recuperación económica que exhibe la actividad agropecuaria en la región pampeana.
El aumento de los volúmenes de las cosechas de trigo, maíz y girasol no son
otra cosa que la dinamización de la economía agrícola, que mueve gran parte de
la rueda de la actividad de los pueblos. Comercios y servicios, directos e
indirectos, reaccionaron cuando al agro se le dejó de poner un pie encima. Esa
reactivación llegó antes al interior que a los grandes centros urbanos, como
Buenos Aires o Rosario. Pero no es sólo una cuestión económica: hay un conjunto
de creencias que se mantienen intactas en esas regiones y que los candidatos de
Cambiemos lograron interpretar mejor que sus competidores. El valor de la
palabra, la impronta del trabajo y la independencia del Estado son algunos de
esos pilares que se mantienen vigentes. Y también la memoria. No se quería
volver a un pasado oscuro.
El resultado, también, es un mensaje a la fuerza política que logró crecer por haber prometido que iba a apoyar a quienes quisieran trabajar y emprender. Y, más en profundidad, a quienes afirman que quieren solucionar los problemas crónicos de la Argentina: pobreza, corrupción, crisis educativa, falta de infraestructura, inseguridad y burocracia, entre otros. La confianza, como se ha demostrado en otras etapas de la historia democrática argentina, no es eterna.
Cambiemos tiene el crédito abierto. Lo demostraron los resultados que obtuvo
en las zonas donde hay graves problemas con las inundaciones, como en el centro
y el oeste bonaerense o el sur de Córdoba, entre otras. Además de las obras del
plan de la cuenca del Salado, las comunidades rurales necesitan un manejo por
cuencas y regiones, no por los límites políticos de las provincias y municipios.
El oficialismo confía en que podrá aplicar la receta que le dio resultados en la
Ciudad de Buenos Aires cuando prometió y cumplió con el entubamiento del
Maldonado. La extensión y las dificultades que presenta la pampa húmeda son
mayores que las de la Capital Federal. Los países que enfrentaron con éxito sus
problemas con el agua, tanto por los excesos como su escasez, lo han hecho por
la gestión política antes que por la tecnología. En algunos sectores del
Gobierno, como la Subsecretaría de Recursos Hídricos, esto se entiende y se pone
en práctica. Falta que se extienda a las provincias y a los municipios.
Éstas son oportunidades que se les presentan a los nuevos liderazgos que se vislumbran tras los comicios. En Entre Ríos, por ejemplo, donde Cambiemos le ganó al peronismo, la lista de diputados tiene origen agropecuario, Atilio Benedetti y Alicia Fregonese de Marcuard, vienen del campo. "Tenemos problemas, pero la gente quiere salir adelante", dice la productora, de Maciá.
En La Pampa, donde Cambiemos también le ganó al peronismo, lidera la lista
Martín Maquieyra, un joven sub30 de familia de productores agropecuarios. Lo
acompaña un grupo de productores que surgió con el conflicto por la 125 y que ya
tiene un diputado provincial, Maxi Aliaga.
Estos y otros liderazgos que surjan pueden dejar atrás la escasa relevancia que tuvo el Congreso para el campo en los últimos años. Salvo leyes generales como la de las pymes, las iniciativas para la actividad (semillas, fertilizantes y leche, entre otras) no se convirtieron en realidad. Y el oficialismo no hizo esfuerzo alguno para que el agro ingrese en la agenda legislativa.