ROSARIO.- Julio Berdegué, el mexicano representante de la FAO para América
latina y el Caribe, fue oportuno con el elogio por el lugar donde lo pronunció.
En el 25° Congreso de Aapresid y el 7° Congreso de Agricultura de Conservación
que se realizó en Rosario y contó con 40 países participantes, dijo que la
agricultura de conservación es el camino para el "desarrollo sostenible" y que
se trata de una "contribución sólida" frente al cambio climático (ver página 5).
Hoy, a nivel mundial, la agricultura de conservación, con 130 millones de
hectáreas, representa el 10% de la superficie cultivada. Es un porcentaje bajo
si se mira la foto global.
Contrasta con realidades como las de la Argentina, con un 90% de penetración, o de Brasil, con 60%, o también con el 25% en Estados Unidos. En este contexto, varias preguntas se imponen: ¿por qué no crece más en el mundo?, ¿cuáles son los desafíos que enfrenta el sistema?, ¿cómo pueden los productores en siembra directa capitalizar su aporte para mitigar el cambio climático?
En Aapresid, LA NACION conversó sobre estos puntos con Pedro Vigneau,
presidente de la entidad; María Beatriz "Pilu" Giraudo, coordinadora de
políticas para el desarrollo sustentable del Ministerio de Agroindustria; Saidi
Mkomwa, secretario de la Red Africana de Agricultura de Conservación (ACT), con
sede en Kenya, y Alfonso Sleutjes, presidente de la Federación Brasileña de
Siembra Directa e Irrigación, y Rafael Llanillo, secretario de la misma entidad
brasileña.
-¿Por qué no avanza más la agricultura de conservación?
SM: -En toda África hay 2,68 millones de hectáreas con agricultura de conservación, y de ellas 1,67 millones están en Sudáfrica, el país de mayor crecimiento, porque son más agricultores comerciales que de subsistencia. Pero hay en otros lugares muchos productores pequeños. Allí el conocimiento para hacer este sistema no es accesible para todos, y ése es un problema para que se vuelque más gente. Además, hay empresas que no ven un negocio en los pequeños productores, y ése es otro problema.
PV: -Hay lugares donde hay problemas culturales, y como tienen inviernos más fríos están con una cultura de decir que necesitan mover la tierra para generar temperatura. Sin embargo, en esos mismos lugares se hace siembra directa y el sistema funciona perfecto. También hay intereses de jugadores a los que no les interesa que avance nuestro sistema. Hay empresas que deberían adaptar sus productos a estos nuevos sistemas y ven como una amenaza que la agricultura de conservación avance. Pero también hay una presión de la sociedad por ir hacia sistemas productivos que cuiden el ambiente y estas mismas empresas están cambiando su postura.
MG: -Creo que los Estados Unidos, y Europa sobre todo, tienen un sistema de gobierno muy protector con los productores, y eso hace que los productores tengan todo solucionado con un resultado económico atractivo sin tener que entrar en cambios de paradigma. Esto arrastró otro problema, que es que las poblaciones en las áreas rurales son de gente cada vez más grande, lo contrario de lo que vivimos acá, donde el modelo es atractivo para los jóvenes.
RL: -Otro factor que influye es que en las regiones donde hay baja cantidad de lluvias existen más dificultades para formar la cobertura permanente en el suelo con rastrojo y plantas vivas. Eso es un problema en África, Oceanía y también en América Central.
AS: -En Brasil, sobre 60 millones de hectáreas, entre un 55 y un 60% están con siembra directa. Es un proceso que viene creciendo por la calidad del sistema, y ése es el mayor desafío. Hay productores que practican la siembra directa para frenar la erosión. Sin embargo, hay productores que ante los problemas de malezas se volcaron a la labranza (convencional) para controlarlas. Son productores que no usan la tecnología de manera adecuada y eso trae consecuencias.
-¿De qué manera como productores buscan que ante problemas como el cambio climático sea reconocida la tecnología?
RL: -Tenemos un sueño, que es que los agricultores que hacen agricultura de conservación tengan una ganancia extra, que sean reconocidos, que se pague por los servicios ambientales o se pague menos seguro y haya financiamiento.
MG: -Pretendemos un reconocimiento y un fin a las políticas que van en contra de estas tecnologías. Hay una embestida muy grande, sobre todo de la Unión Europea, en contra de las tecnologías que utilizamos. Son políticas que no responden a la ciencia. Nosotros tenemos el compromiso de producir para las demandas básicas de la población y cuidar el ambiente. Empezaron a verse iniciativas, como la del cambio climático (COP 21), donde pudimos entregar un manifiesto para mostrar a la agricultura de conservación como una solución, porque disminuye las emisiones que calientan la atmósfera y secuestra carbono para mantener los suelos fértiles. Quedó claro que el planteo de América del Sur es el adecuado para producir. Durante mucho tiempo, Estados Unidos y Europa volcaron dinero a África, pero sin una estrategia productiva que cambiara la situación.
-¿Qué puede pasar en África más allá de lo que está ocurriendo en Sudáfrica, donde la tecnología tiene mayor avance?
PV: -Muchos están mirando a África porque es la próxima frontera y se está discutiendo cómo va a ser allí ese desarrollo. Nosotros estamos haciendo un esfuerzo para que nuestra tecnología se imponga en África para que se vaya a planteos que cuiden el ambiente. Ahí se está jugando un partido interesante.
-¿Qué le dirían a la sociedad sobre los beneficios de esta tecnología?
RL: -La agricultura de conservación mitiga el cambios climático, mitiga inundaciones. Es un sistema más resiliente a los desastres naturales que la labranza convencional.
PV: -Podemos ser claramente una solución para el cambio climático desde el momento en que capturamos carbono y lo incorporamos al suelo. Tenemos que buscar que la sociedad entienda ese rol que nos toca jugar y las herramientas que nos van a permitir alimentar a la población con los mismos recursos.
MG: -El apoyo que hubo de la FAO acá es el reconocimiento que necesitamos, porque los organismos multinacionales que avalan estas cosas son los que impulsan a que los países las adopten.
-¿Cómo se perciben los avances del sistema en las regiones donde es más lenta su utilización?
SM: -En África, estamos teniendo una economía del agua del 60%. En África hay mucha inestabilidad climática y hay que apostar a sistemas que sean más estables. El productor se vuelca al sistema por esto. Además, la tecnología es rentable y hace que crezca. Nadie quiere perder plata arando; se puede ahorrar dinero haciendo siembra directa.