En Israel deciden la producción de manera distinta a la de la Argentina. En nuestro país, los productores piensan cómo producir más y luego se preocupan en vender. En Israel, donde por obligación deben generar productos con mucho valor, el concepto es otro. Se preguntan: ¿qué puedo vender? A partir de la respuesta se organizan hacia abajo, produciendo lo que la demanda actual exige.
"Están permanentemente poniéndose en la cabeza del cliente y pensando cómo
inducir la compra de lo que ofrecen", indica Federico Mayer, integrante de la
consultora Globaltecnos SA, que organizó un viaje para conocer de cerca el
sistema de producción y las tecnologías empleadas, y analizar la posibilidad de
su aplicación en nuestro país.
Así, desarrollan hortalizas tradicionales y otras especiales en invernáculos
para captar nuevos gustos de los compradores. Por ejemplo, sandías para consumo
individual o sin semillas, calabazas con sabor a castaña o zanahorias de varios
colores, que se venden porque "entran por los ojos".
"Estuvimos en el kibutz agrícola de Hatzerim, en medio del desierto de Négev.
Al traspasar la entrada, parece que se entra en un jardín de un hotel de cinco
estrellas. Los israelíes hicieron muchos oasis en el desierto, sobre un terreno
en el que no crecía nada", grafica Sebastián Salvaro, otro integrante del grupo
viajero.
Como en el terreno pedregoso y arcilloso las plantas no pueden desarrollar las
raíces, en los invernáculos se dispone encima una capa de plástico y una cama de
arena, cáscara de arroz u otro inerte donde desarrollan las raíces. La nutrición
es atendida con fertilizantes aplicados mediante el riego por goteo.
Antes de desarrollar cualquier cultivo, se esteriliza el suelo para evitar ataques de hongos e insectos. Esta operación se concreta sin productos químicos, con un riego sobre el suelo original y colocación de una manta plástica por encima. La intensa radiación solar del desierto hace el resto: eleva la temperatura edáfica y neutraliza el desarrollo de agentes adversos.
Según la zona, el riego se practica con agua que se reutiliza de aguas servidas o se extrae del subsuelo y del mar. Israel reutiliza el 70% del agua, vs el 13% de España, que es el segundo en el ranking.
Para obtener el agua subsuperficial, deben hacer perforaciones de hasta 1500 metros para obtener un producto salino, que llega a la superficie a 60°C. Esta especie de salmuera es diluida con agua de mar (del Mediterráneo y del Mar Rojo) que se desaliniza por osmosis inversa: se hace pasar por una serie de membranas a alta presión, para separar las sales del líquido.
Con el agua asegurada y con fertilización, las tierras desérticas se convierten en muy productivas. Sobre ellas desarrollan hortalizas para consumo interno y para exportación: tomate común y cherry, pimiento, zanahoria, pepino. También, pomelos, mandarinas, granadas, flores, frutillas y ajo con los que intentan llegar a los mercados europeos en contraestación.
Casi toda la producción se desarrolla en invernáculos, que cubren 10.000 hectáreas del territorio. En ellos hay mucha tecnología y continuamente experimentan nuevos materiales como un polímero especial que dura 20 años sin deteriorarse ni reducir su transparencia.