Esta semana, el Ministerio de Agroindustria se convirtió en el ombligo de todo tipo de especulaciones. ¿Será Ricardo Buryaile candidato a senador en Formosa en las elecciones legislativas de octubre o continuará su gestión como ministro? ¿Quedará Agroindustria fusionado con el Ministerio de Producción y bajará al rango de Secretaría de Estado? Son sólo dos de unos cuantos interrogantes que levantaron una buena polvareda.
El primero se ocupará de develarlo en forma exclusiva el presidente Mauricio
Macri antes del próximo sábado. No es una decisión fácil. Si pone a jugar un
candidato competitivo, que tiene como sueño desbancar a Gildo Insfrán, que ocupa
desde hace 22 años el sillón de gobernador de Formosa, pierde un ministro que es
respetado en el sector, que conoce los problemas y que sabe contemporizar y
limar a tiempo las asperezas. Buryaile cuenta con un formato que viene dando
resultados: 70% de político y 30% de técnico, conocimiento avalado por sus años
de trajinar como ganadero del Norte.
Por ahora, la única certeza es que vendrán cambios en Paseo Colón. Si sale a buscar la bancada de senador se desencadenará el proceso de reemplazo con la redefinición del equipo. Y si Buryaile se queda en el ministerio se cree que habrá un reajuste de funciones. Es inevitable entonces que el río esté revuelto, por más que los funcionarios se esfuercen en vender el "por aquí no pasa nada".
El segundo interrogante, si Agroindustria puede llegar a perder su categoría
ministerial al quedar bajo el ala de Producción, fue generado en los pasillos de
la Casa Rosada a partir de la decisión de Macri de evaluar alternativas para
reducir el gasto para 2018 y el número de ministerios y secretarías. Hoy
funcionan 23 ministerios, el mayor número de la historia.
La movida es parte del plan de ajuste fiscal que se viene para después de octubre. Si se tienen en cuenta las crecientes necesidades financieras para paliar el déficit fiscal, el plan se hace imprescindible. Entre 2017 y lo que se calcula por 2018 suman 80.000 millones de dólares. Como se sabe, el actual desequilibrio de las cuentas fiscales tiene su gran parte de responsabilidad en los problemas de competitividad que están enfrentando las exportaciones. Por más que ahora sobren las intenciones y la buena voluntad de los clientes externos, muchos negocios no se terminan de cerrar o hay que emplear un fórceps para llevarlos a buen puerto. Esto ocurre o comienza a ocurrir en las exportaciones de frutas, carne, leche y maquinaria agrícola.
La posibilidad de que Agroindustria pierda su estatus ministerial generó de
inmediato las críticas de las entidades del campo. En todo el arco, desde la
Federación Agraria (FAA) hasta Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), pasando
por las economías regionales de la Confederación de la Mediana Empresa (CAME),
se levantaron las voces de alerta.
La dirigencia está más que enterada de que el sector sufriría una fuerte pérdida de representatividad. Al fin y al cabo, un ministro habla directamente con el presidente, mientras que un secretario tiene que pedir permiso.
A lo largo de la historia, muchas de las políticas y medidas anticampo se pueden explicar por las diez cuadras de distancia que separan Agroindustria de la Casa Rosada. "Cambio los dos edificios de Paseo Colón por una oficinita en el Ministerio de Economía", reflexionaba el ex secretario de Agricultura Gabriel Delgado, haciendo alusión al peso que tiene estar en el lugar donde se toman las decisiones.
Como un dato anecdótico, pero que sirve para pintar los vaivenes políticos y económicos que sufrió el país, vale recordar que el peso del campo en el organigrama de gobierno supo estar en el mismísimo sótano. En 2001, se le redujo el rango a Subsecretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, cuyo titular fue Eduardo Manciana.
Después del malestar exhibido por los productores y dirigentes quedó claro que el presidente Macri pagaría un fuerte costo político. La decisión de bajarle el rango a Agroindustria iría además a contramano de su discurso que apuesta que la producción de alimentos será el motor del desarrollo del país.
Aunque la iniciativa permanece aún latente, en las últimas horas perdió algo de su fuerza inicial, si se toman en serio los mensajes privados que envió el jefe de Gabinete, Marcos Peña, calmando las aguas. "No hay nada de eso", escribió.