Hay una falsa grieta en la prensa argentina. Consiste en dar por sentado que a una denuncia contra Cristina Fernández tiene que corresponderle una igual, del mismo "tamaño" e impacto, contra el gobierno de Mauricio Macri.
Son los periodistas "fanáticos" del "así como te digo una cosa te digo la
otra". Los representantes de una imparcialidad impostada. No hacen periodismo
con datos ni información verdadera. Sólo están ocupados en que no se los
etiquete. No quieren que se los confunda con el periodismo militante K. Y
tampoco desean que se suponga que están de acuerdo con un gobierno "de derecha".
Como no trabajan en base a datos verificables, cada tanto se les nota la
hilacha. Entonces un día fuerzan un argumento anti-K y al siguiente sobreactúan
una crítica al Presidente. Se presentan a sí mismos como neutrales, pero en el
fondo son dogmáticos. Hay una broma para identificar su equidistancia de
"mentirita". Se dice de ellos que no pertenecen ni a Corea del Norte ni a Corea
del Sur, sino a un país que no existe: Corea del Centro.
¿Cómo reconocer a esta clase de "profesionales"? Cuando las papas queman y su público se los demanda, estos cultores de la falsa grieta plantean un temario mixto y son capaces de dedicar el mismo tiempo al caso de los bolsos de José López que a la denuncia contra Gustavo Arribas, a quien un cuevero de San Pablo acusa de haber cobrado más de 800 mil dólares en coimas. Como todos sabemos, López está preso. Fue atrapado infraganti con 9 millones de dólares en efectivo y armas de guerra. Ya se probó que lavó dinero y que se enriqueció de manera ilegítima. A la denuncia verbal contra el jefe de la AFI, para empezar la comparación con López, el cambista Fernando Meirelles -o cualquier otro ciudadano- debería sumar, por lo menos, la documentación que pruebe la denuncia. Un periodista equilibrado debería agregar que se trata nada menos que del jefe de Inteligencia de la Argentina y que es un íntimo amigo del Presidente. Tanto, que vive en el departamento que es propiedad de Macri. Pero lo que debería importar, en todo caso, es si es mentira o es verdad que Arribas cobró dinero ilegal y esgrimir las pruebas que lo demuestran. Demás está decir que Arribas viene del mundo del fútbol, donde las operaciones en negro y los retornos son moneda corriente. Pero esto no lo hace culpable de haber recibido coimas de la constructora Odebrecht. No hasta que los desembolsos que dicen que le hicieron aparezcan en sus resúmenes de cuenta.
Para no aburrir al lector con las decenas de hechos de corrupción perpetrados entre 2003 y 2015 recordemos sólo lo que pasó en los últimos días: acaba de ser procesada la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, porque la encontraron responsable por el desvío de 200 millones de pesos que le giró el Estado para la construcción de viviendas, la mayoría de las cuales no se llegaron a terminar; la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, además de las acusaciones por proteger a la ex presidenta y perseguir a funcionarios del actual gobierno, incurrió en una contradicción que complicará mucho su situación en la causa de la compra de un edificio de 44 millones de pesos, por la que se habría cobrado una coima de medio millón de dólares.
Quizá los equidistantes de siempre supongan que para contrapesar esta información haya que dedicar un buen tiempo, por ejemplo, a hablar de lo que dijo Elisa Carrió, quien afirmó que todo el mundo, incluidos funcionarios y dirigentes de Cambiemos, trabajan para la impunidad de Julio De Vido. La pregunta adecuada para los periodistas de Corea del Centro sería: ¿ustedes consideran que hay tanta corrupción en el gobierno de Macri como la que imperó bajo los mandatos de Néstor y Cristina? ¿Es lo mismo el gravísimo problema del conflicto de intereses por el Correo que los dos procesamientos a la ex presidenta como miembro y líder de una banda denominada asociación ilícita?
Después de más 35 años de actividad profesional estoy casi seguro de que, a medida que pasen los días, se irán conociendo más casos de corrupción protagonizados por los representantes del oficialismo. Porque la corrupción es directamente proporcional al tiempo que los dirigentes se mantienen en el poder. Y cuando aparezcan los nuevos hechos, los periodistas que nos dedicamos a investigar los revelaremos, como lo venimos haciendo desde antes de 1983. No hay que pararse en una falsa medianera para dar imagen de imparcial. Porque se corre el riesgo de ser confundido con un periodista "filo-K", trasnochado. O "filo-M", recién estrenado. Lo mejor es ser coherente a través del tiempo, por encima de la falsa grieta.