Desde el Banco Central y algunos pocos economistas sostienen que el tipo de cambio está en equilibrio o, si se prefiere, el dólar no está artificialmente barato. Cómo se sabe, cuando el dólar está artificialmente barato, los costos de producción suben en esa moneda y se complica la competencia con productos importados.
La pregunta es, ¿tenemos hoy el tipo de cambio artificialmente atrasado o solo existe un problema de costos de producción elevados como consecuencia del gasto público, la carga impositiva, etc. que nos descoloca como competidores en el mercado?
Antes de responder a la pregunta que acabo de formular, quiero aclarar que no soy los de los que creen que con una devaluación se solucionan los problemas estructurales. Ninguna medida financiera, cambiaria o monetaria puede ser sustituto de las reformas estructurales. Es costumbre en Argentina tratar de tapar las ineficiencias estructurales con una devaluación. Se aguanta hasta que se puede y de golpe producen una devaluación y una llamarada inflacionaria para licuar los costos en dólares y el gasto público en términos reales. Esto ocurre una y otra vez porque los gobiernos, de todos los signos políticos no se animan a bajar el gasto público, cambiar el sistema tributario, la legislación laboral, etc.
Yendo a ahora a la pregunta que formulo más arriba, mi visión es que la economía argentina tiene un doble problema. Por un lado sus costos de producción son altos por la ineficiencia que le transfiere el gigantesco gasto público, la presión impositiva, las restricciones a la competencia, la economía cerrada, etc. Pero por otro lado, también tenemos un problema de tipo de cambio artificialmente alto por dos razones: 1) el endeudamiento del tesoro para financiar el déficit fiscal genera una sobreoferta de divisas que hace que el tipo de cambio sea artificialmente bajo y 2) la suba en la tasa de interés para retirar pesos que sobran del mercado hace que se produzca un arbitraje adicional de dólar versus tasas, en que los inversores venden dólares para hacerse de pesos y colocarse a tasa esperando obtener una ganancia en dólares del 26% anual. Como esa tasa de interés es inconsistente con el sector real de la economía, es decir, si una empresa toma créditos a esa tasa se funde, la tasa y el tipo de cambio están desalineados por definición. Puesto de otra manera, ¿a quién puede prestarle el BCRA fondos al 26% anual en dólares y esperar que le devuelvan el préstamo antes de quebrar?
Las formas de financiar el gasto público son las siguientes: 1) impuestos, 2) crédito interno, 3) crédito externo y 4) emisión monetaria. Cada uno tiene un impacto diferente sobre la economía. Si financio el gasto con emisión monetaria tengo inflación. Si lo financio con deuda interna desplazo al sector privado del mercado crediticio. Si lo financio con impuestos le quito poder de demanda al sector privado y si lo financio con deuda externa afecto el tipo de cambio.
Por definición el gasto público debería financiarse solo con impuestos. Si se acepta esta premisa, entonces toda intervención del estado en el mercado de crediticio tomando deuda afecta de alguna manera el tipo de cambio y el endeudamiento del sector privado.
Lo que ocurre es que tanto se habla de déficit fiscal que perdemos el foco del problema. En el peor de los casos prefiero un déficit fiscal de 5% del PBI con un gasto público del 15% del PBI a equilibrio fiscal con un gasto público del 48% del PBI, porque es el nivel de gasto público es el que le quita competitividad a la economía, no el déficit fiscal. Obviamente que, para volver al inicio de esta nota, la combinación de un tipo de cambio artificialmente bajo junto con un gasto público gigantesco que le quita competitividad a la economía, tenemos una combinación letal.
En síntesis, tenemos un serio problema cambiario derivado de la forma de financiar el gasto público con deuda externa, pero lo que tenemos que meternos en la cabeza es lo siguiente: el problema no es el déficit fiscal, sino el nivel de gasto público. No es lo mismo bajar el déficit con mayor presión impositiva que con menos gasto público, deuda externa o emisión monetaria. A la ineficiencia de un gasto público alto e ineficiente se le suma las distorsiones que trae la forma de financiar el déficit fiscal.
Sería importante que Macri tomara nota de este tema, porque si quiere integrar la economía argentina al mundo, tiene que darle competitividad y eso implica, entre otras cosas, bajar el gasto público.
Fuente: Economía para Todos