“Fue uno de los períodos más secos de los últimos 50 años”, dice Sean Cameron, productor de Pieres, en el partido de Lobería, a escasos kilómetros de Necochea, en pleno sudeste bonaerense.
La falta de lluvias se hizo sentir en la primavera y principios del verano. “En octubre, noviembre, diciembre y enero cayeron unos 40 milímetros promedio por mes. Mientras que en febrero llovieron unos 70. En todo ese período necesitamos entre 80 y 100 milímetros mensuales”, aclara el productor.
Cameron sembró su girasol en el mes de octubre y logró un rinde de 3.000 mil kilos por hectárea. “Estoy apenas en un 5% o 10% menos de lo normal, pero me fue bastante bien teniendo en cuenta el clima”, explica.
Natali Lazzaro es la presidente del Círculo de Ingenieros Agrónomos de Tandil. “No ha sido una campaña excepcional pero la superficie sembrada fue bastante mayor que en años anteriores, alrededor de un 15% más. Esto se debe a que el girasol volvió a ser rentable y a que en 2016 los productores habían obtenido buenos rindes”, argumenta.
Pero la variable fue la lluvia, que ocasionó realidades muy diversas en todo el sur bonaerense. “Al mismo tiempo que en Benito Juárez llovían 50 milímetros, en Tandil solo 10. Así, en poca distancia, te encontrabas con girasoles de 3.500 kilos por hectárea, con muy buena estructura, y otros con capítulos muy pequeños y muy desuniformes”, ejemplifica la especialista y destaca que los lotes más afectados rindieron entre 800 y 1000 kilos, y la media ronda los 2200 a 2400 kilos por hectárea.
“En octubre hubo algunas lluvias que ayudaron a quienes sembraron más temprano. Pero los que sembraron un poco más tarde se encontraron con la falta de agua. En la zona de Tandil y Necochea las siguientes precipitaciones ocurrieron recién en diciembre”, agrega.
En esta campaña, la disponibilidad de agua y la calidad del suelo fueron clave. A la mayoría de los productores de la zona la suerte no les ayudó y han sufrido graves pérdidas. “Los suelos profundos, hacia la costa, son los que tuvieron rendimientos aceptables”, relata Cameron.
“En el sur bonaerense la calidad de los suelos es bastante heterogénea. El girasol los prefiere más sueltos y arenosos. Los mejores están en Miramar, Necochea y parte de Tres Arroyos, por una cuestión de cercanía a la costa. En esos lugares, donde llovió bien en floración y la calidad del suelo era la adecuada, se lograron resultados de 3200/3500 kilos”, detalla la especialista.
Además de las lluvias, en el manejo global de cada planteo están algunas de las respuestas al éxito. La tecnología CL continúa siendo la solución para el control de malezas en la zona. “La estructura del girasol es muy competitiva”, dice Lazzaro. “Si uno logra que cierre el surco lo antes posible, las malezas quedan relegadas a la parte inferior. Generalmente no hay muchos problemas, salvo en algunos lotes que ya vienen con un mal manejo de malezas”, aclara. En este sentido, el productor de Pieres, Sean Cameron, advierte sobre la aparición de “nabo” resistente a Cl, una de las novedades de la campaña.
A pesar de los inconvenientes ocasionados por la sequía, Lazzaro espera que la recuperación del área sembrada se reafirme. “Durante los últimos años hubo una caída muy grande y ahora se está empezando a remontar. El que planificó hacer girasol para el próximo año no va a cambiar de opinión. Estamos tendiendo a las buenas prácticas y quienes estén bien asesorados van a seguir por ese camino”, concluye.