La luna de miel de la sociedad con el Presidente es un recuerdo ya lejano, y aunque todavía no se pueda hablar de desilusión, el estado de ánimo que caracteriza a la población es de impaciencia. Entre los analistas de opinión pública hay coincidencia en que, mientras no exista una percepción arraigada de crecimiento sostenido de la economía, el desasosiego ciudadano seguirá reinando.
Para que el macrismo gane las elecciones legislativas del 22 de octubre no
sólo será indispensable que la inflación baje sensiblemente y que la actividad
económica se reactive. Será necesario que la mayoría de la ciudadanía perciba
que la economía ha vuelto a crecer.
Tanto economistas como funcionarios gubernamentales confían en que este año
llegará el tan esperado rebote económico. No obstante, subsisten dudas acerca de
si ese rebote se traducirá en beneficios tangibles para el bolsillo de los
votantes hacia agosto, el mes de las primarias abiertas.
A la economía argentina le restan dos meses para empezar a crecer en serio. Este cálculo, que hacen distintos analistas, se explica porque la población suele tardar entre tres y cuatro meses en percibir en carne propia los efectos favorables desde que se producen indicadores concretos de crecimiento. En otras palabras, si la economía no empieza a moverse con vigor hacia abril, no será fácil que la buena onda llegue a la gente en agosto, cuando se ponga en marcha el proceso electoral.
Al problema de que la economía estaría demorándose más de la cuenta en dar señales de revitalización se suman los errores de comunicación desde el Gobierno. Muy pocos consumidores vieron favorablemente los cambios impulsados con el declarado propósito de transparentar los precios. Hubo leves bajas en algunos artículos electrodomésticos abonados al contado, pero la mayoría se quedó con la desazón derivada de que el financiamiento en cuotas resultaba más oneroso que antes.
Los desaguisados provocados por el ahora abandonado acuerdo entre el Estado nacional y la empresa Correo Argentino, de la familia Macri, y por el fallido recálculo de los aumentos en los haberes jubilatorios contribuyeron a aumentar el malestar general.
Si bien parte de la ciudadanía puede ver la marcha atrás presidencial en tales temas como un buen síntoma y como la contracara del cuestionable estilo de Cristina Fernández de Kirchner, que jamás admitía sus equivocaciones, la repetición de errores en el gobierno de Macri que deben ser corregidos, antes que un gesto de responsabilidad, termina siendo percibida como un signo de ineptitud.
Como sugiere Rosendo Fraga, más que ensayos de "prueba y error", el Gobierno ha cometido verdaderos "errores de cálculo", tras los cuales retrocedió al evidenciarse el enorme costo político de esos actos fallidos.
A diferencia de cuando asumió, 14 meses atrás, hoy la situación de Macri es distinta. Antes, el primer mandatario podía recalcular, neutralizando los costos de un error original. En la actualidad, por el contrario, apenas puede aspirar a disminuir algo el daño generado por una decisión errónea.
Entre los electores que votaron a Macri, el tema de la corrupción es la segunda preocupación en relevancia luego de la inseguridad, y por encima de la situación económica, según la analista de opinión pública Mariel Fornoni. El Presidente pudo haber tenido en cuenta ese dato al ordenar que la cuestión del Correo pasara a "foja cero".
La estrategia electoral del oficialismo sigue pasando por polarizar con el cristinismo. Y para eso es vital que el Gobierno no exhiba flancos débiles en materia de transparencia pública.
Un segundo eje de campaña pasa por recuperar imagen e iniciativa a través de la política exterior. Cierta sobreactuación tras la conversación telefónica del presidente argentino con Donald Trump brindó una primera pauta de eso. El viaje presidencial a España, con una numerosa delegación de empresarios, fue otro indicador. En Madrid, Macri se preocupó por hacer algunas referencias a la herencia recibida del kirchnerismo al hablar de la necesidad de que las empresas españolas vuelvan a la Argentina tras años de desconfianza.Pero no podrá olvidar un mensaje que se escuchó cerca de la Puerta de Alcalá: "Los primeros que deben invertir son los propios argentinos".