Es la impresión que provoca el contraste entre el vapuleo de la última semana en Buenos Aires y la recepción excepcional que le ofrecen en Madrid. La calidez de esa bienvenida se explica, como es obvio, por otro contraste: para casi todos los españoles Cristina Kirchner es la personificación de los maltratos. Macri proyecta también hacia el campo diplomático el interminable ballottage con su antecesora. Va desde la parsimoniosa serenidad de los discursos hasta la puntualidad del protocolo. Pero esa contradicción no alcanza a explicar el éxito de la visita. Felipe VI y Mariano Rajoy, por distintas razones, aprovechan el relanzamiento del vínculo argentino para relanzarse a sí mismos. La consigna parece ser "cambiemos" también al otro lado del Atlántico.
La convergencia se advirtió ayer en una de las instancias más relevantes de
este viaje: el encuentro de Macri con Rajoy. El tema más importante fue la
asociación entre el Mercosur y la Unión Europea. Para Macri es un objetivo
estratégico. Uno de sus desafíos principales es dotar de mayor competitividad la
economía. Y aspira a que la integración internacional alivie algunos costos del
proceso. España es el socio ideal de esa estrategia. Se trata, acaso, del único
país avanzado de Occidente en el que el malestar social no se tradujo en un
repliegue proteccionista. Los españoles eligieron al librecambista Rajoy el 26
de junio del año pasado. Tres días antes los británicos habían optado por el
Brexit.
Estas dos agendas se cruzaron ayer. Macri explicó a Rajoy lo que significa la
apertura comercial para su ecuación económica. Y escuchó las prioridades de su
interlocutor: avanzar en una mayor integración europea, tal vez con la adopción
de un primer ministro comunitario, y mantener la apertura. Durante la cena de
gala que ofreció a Macri, el rey también reivindicó el comercio libre, indicando
que no es una posición del gobierno del PP, sino del Estado español. Un mensaje
para los izquierdistas de Podemos, que se oponían al tratado entre Estados
Unidos y Europa. Donald Trump coincidió con ellos y suspendió las
conversaciones. En este nuevo contexto, la negociación entre el Mercosur y la UE
se vuelve más significativa. "Después de las elecciones en Francia, que se opone
al acuerdo por presión de los agricultores, aceleramos", propuso Rajoy durante
la charla.
Macri le contó que, hace tres semanas, insistió ante Michel Temer para que el
tratado se defina antes de fin de año. En diciembre Cecilia Malström, la
comisaria de Comercio de la UE, estará en Buenos Aires por la cumbre de la OMC.
Macri cree que puede arrancar esa conquista de la fragilidad brasileña, que no
tiene fin: acaba de renunciar el canciller José Serra, citado en la causa Lava
Jato. Macri detalló ante Rajoy: "La aproximación con Europa nos va a obligar a
liquidar los problemas que tenemos en el Mercosur". Algunos detalles favorecen.
El responsable de las relaciones con el Mercosur en el Parlamento Europeo es
Ignacio Salafranca, hasta hace quince días embajador de la UE en Buenos Aires.
Ayer Salafranca defendió el acuerdo en el diario ABC. Las transacciones están
muy avanzadas. Queda por acordar la rebaja de aranceles del 10% de los
productos. La aprobación parlamentaria definitiva sería en 2019.
Rajoy y Macri también concordaron sobre Trump. Ambos creen que la globalización
es irreversible. Pero no están dispuestos a enfrentar al presidente de los
Estados Unidos para que lo entienda. Coincidirán en otras áreas, como la condena
a Nicolás Maduro. Trump recibió hace una semana a la esposa de Leopoldo López, a
quien Maduro mantiene en cautiverio. Ayer, en su conversación pública con Mario
Vargas Llosa, Macri dialogó con el padre de López, exiliado en Madrid. Rajoy
venía prestando su embajada en Caracas para la mediación que encabeza José Luis
Rodríguez Zapatero, a pedido del gobierno de Barack Obama. Tal vez ahora sea
menos hospitalario. A propósito: ¿será el empresario Bill Durham el embajador
norteamericano en Buenos Aires?
Rajoy no necesitó plantear a Macri las quejas de Telefónica por la nueva regulación de las telecomunicaciones. Anteayer, después de intensísimas reuniones con Mario Quintana y Leandro Cuccioli, la empresa desistió de reclamar ante el Ciadi por lo que consideraba un favoritismo hacia el Grupo Clarín.
Macri quiso corroborar que la calidez que le prodigan es una distinción. Durante la cena en el Palacio Real, comentó a Ana Pastor, la presidenta de los diputados: "Ustedes son de aplaudir mucho, ¿no?". "No -contestó Pastor-, estamos entusiasmados porque tu antecesora fue una pesadilla." El kirchnerismo está en baja entre los españoles. Ni siquiera la defensa de Milagro Sala, encargada a Podemos, funcionó.
Rajoy tiene motivos antiguos para festejar a Macri, quien como jefe de gobierno porteño organizó su campaña entre los españoles que votan en la Argentina. Ambos mantienen un contacto permanente, sobre todo a través del senador por Valladolid Miguel Ángel Cortés. Pero hay factores menos personales para esa simpatía. Macri es el líder con mayor consenso interno de toda la región. Para sus colegas Temer, Enrique Peña Nieto, Juan Manuel Santos o Maduro, las encuestas son un calvario. Por eso su llegada sirvió para que sus anfitriones cambien de aire. Rajoy pudo, por fin, recibir a un jefe de Estado después de un largo vacío de poder. Además, superada una crisis que lo obligó a mirar sólo hacia Bruselas, ahora puede iniciar una diplomacia iberoamericana. Ejemplo: hace dos semanas se ofreció a Peña Nieto como abogado frente a Trump.
También Felipe VI homenajeó a Macri para autohomenajearse. Después de la tormenta que envió al exilio a su hermana, llevó a prisión a su cuñado y forzó la abdicación de su padre, aprovechó esta visita para recuperar la escena con todas las luces. Eso explica varios récords. Por primera vez un rey recibió a un huésped en el patio de armas del Palacio Real, con el despliegue completo de su guardia, y no en El Pardo. Por primera vez la reina Letizia, que cultiva un look "progre", calzó la gran tiara de Victoria Eugenia. La cena de gala, televisada para todos los españoles, permitió exhibir desde el grandioso Salón del Trono, donde Tiepolo pintó la apoteosis de la monarquía española, hasta la espléndida mesa del comedor, que supera en dimensión a la de Windsor.
Macri se adaptó bien a ese protocolo, que Carlos V tomó de la corte de Borgoña. Aunque el centro de atención fue su esposa. Él lo admitió con esta frase: "Soy el señor que acompaña a Juliana Awada en esta visita de Estado". Fue lo que dijo Kennedy de Jackie, en una ocasión similar: París, mayo del 61.
Esos halagos y satisfacciones, tan esquivos durante su última semana en Buenos Aires, quizás explican la confesión de Macri ante los reyes: "Mi hija Antonia quiere quedarse en El Pardo". Sabrá el doctor Ahumada si no estaba hablando de sí mismo.