El discurso de Donald Trump, al asumir como presidente, y las primeras medidas tomadas anuncian el cumplimiento, en principio, de las promesas de campaña.
El Trump que veíamos a lo largo de la campaña, ahora, ahora es el que es.
La idea central de su programa se basa en el proteccionismo. Es decir, el cierre al ingreso de productos del exterior con el presunto propósito de elevar la cantidad de empleos.
¿Es que se propone establecer una suerte de neo-mercantilismo? Pareciera que sí.
De hecho ya hay muestras de ello. La administración de Donald Trump acaba de suspender por 60 días el ingreso de limones argentinos pese a que su ingreso fuera aprobado en diciembre pasado por Obama.
¿Enfrentamos un escenario de cierre de fronteras y de baja en el volumen del comercio internacional?
El mundo está expectante y muy preocupado frente al objetivo declarado de Trump: devolver a EE.UU. su grandeza mediante un fuerte cierre de su economía.
Sin embargo, el planteo del nuevo presidente encierra una suerte de contradicción: para crecer pretende aumentar las exportaciones del país. El problema es que cuando se cierran las importaciones, los países afectados suelen tomar represalias y así se afectarían las exportaciones de EE.UU.
Si miramos para atrás, advertimos que las exportaciones ya venían creciendo, a lo largo de los dos últimos años, con una tasa anualizada del orden de 3,6%, en buena medida merced al crecimiento de las exportaciones a China.
Es cierto que en la balanza comercial EE.UU. tiene un gran déficit. La cuestión es hasta qué punto le conviene proteger excesivamente la producción nacional. Sus principales socios comerciales son los países del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que incluye a Estados Unidos, México y Canadá con el que está renegociando los términos.
Y luego, China, que tiene el superávit comercial más grande con EE.UU.
Trump llegó a acusar a China de “violar” a EE.UU con sus exportaciones baratas. Así, China pasaría a ser una suerte de “enemigo”.
Pese a que el intercambio de China y EE.UU. favorece al primer país, la realidad es que China es el tercer mercado en importancia para los productos norteamericanos, después de Canadá y México.
Así las cosas, Trump se dispondría a generar una suerte de guerra comercial con principales importadores de productos procedentes de EE.UU. Justamente con Canadá, México y fundamentalmente China. ¿Será tan así?
Ello incentivaría la depreciación de las divisas de los países restantes como respuesta, a fin de competir con las exportaciones de EE.UU. lo que traería una apreciación aún más acentuada de la moneda de EE.UU. Y ello no es bueno para los precios de los granos.
Pero vamos a lo nuestro.
Brasil y la Argentina representan alrededor del 25% del total de alimentos importados por China. En cierta forma, podemos decir que el Mercosur aporta el 25 de las importaciones china de alimentos. Le sigue en importancia EE.UU. con el 20%.
Vale destacar que aproximadamente el 30% del total de sus importaciones agrícolas corresponden a porotos de soja. En rigor, se trata en primer lugar de importaciones de porotos de soja (30%) y le siguen las importaciones de algodón (4%), leche en polvo entera (3%) y aceite de palma (3%).
Si las cosas son así, vale esperar que, frente a una política agresiva de EE.UU. frente a China, ésta aplique represalias. Entonces, seguramente, obstruirá las importaciones de soja y otros alimentos procedentes de América del Norte.
Acá está la contradicción que surge del programa proteccionista. Y que podría favorecer los intereses argentinos, al menos en lo que respecta a alimentos.
En suma, la demanda de China viraría principalmente a nuestra región. En medio de tanta convulsión este aspecto del comercio internacional podría ser positivo para nuestro país.
Veremos cómo sigue el proceso que acaba de iniciarse.