Fue un hecho que celebramos con mucha alegría, era realmente todo un logro.
En el año 2000, cuatro años después, la Argentina es declarada como país
libre de aftosa. Pero lamentablemente dicho status fue suspendido al año
siguiente a raíz de la reaparición de la enfermedad. La industria había
invertido mucho los años previos para obtener la certificación, lo que terminó
provocando pérdidas millonarias, despidos masivos y la clausura de las
importaciones tanto en Estados Unidos como en Canadá, país que suele tomar como
referente al primero. Por otro lado, tuvo un impacto directo sobre las
posibilidades de habilitación de otros importantes mercados como Japón y Corea
del Sur.
En 2011 la situación de la industria siguió agravándose. La falta de medidas
estatales en la industria, sumado a restricciones administrativas como los ROES
rojos y la imposición de derechos de exportación crearon un contexto negativo,
restando estímulos para la producción ganadera y registrándose un proceso de
faena anticipada de terneros y animales livianos. Tal hecho produjo un efecto en
cadena y, además de perderse al menos 10 millones de cabezas de ganado, muchos
frigoríficos debieron cerrar sus puertas debido a la falta de rentabilidad.
Pese a esta situación, desde el sector no nos quedamos de brazos cruzados.
Continuamos avanzando las gestiones hasta que logramos que, en 2014, el Servicio
de Inspección de Salud Animal y Plantas de los Estados Unidos aprobase a la
Argentina nuevamente como país libre de aftosa. Pero las malas relaciones
políticas entre ambos países en aquel momento, sumado al lobby de los ganaderos
norteamericanos y de los fondos buitre, frenaron ese proceso y evitaron que se
concretara el primer embarque.
Este contexto pareció revertirse al asumir a fines de 2015 el gobierno de Macri,
que anuló las trabas sobre las exportaciones y empezó a forjar las bases para
insertar nuevamente al país en los mercados globales. En el primer semestre de
este año, se decía que para fines de 2016 se podría estar haciendo el primer
envío.
Estos días vino una delegación del Servicio Sanitario del USDA a la Argentina, quienes estarán hasta mediados de mes recorriendo nuestros frigoríficos de exportación con el objeto de verificar la fiscalización que realiza el SENASA a los procesos industriales, a fin de comprobar si son equivalentes a los que se realizan en Estados Unidos, en cuanto a inocuidad y calidad de la carne.
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Este proceso técnico es importante ya que luego del triunfo de Donald Trump
surgieron interrogantes acerca de los acuerdos económicos con los Estados Unidos
y un incipiente temor frente al proceso de reapertura del mercado de carnes
bovinas.
Sin embargo, nosotros consideramos que por el momento nada de esto va a suceder dado que se trata de un proceso que finalizará tal como estaba previsto según su propio marco legal, independientemente de cualquier gobierno de turno. De hecho, es posible que el informe final se expida antes de la asunción del reciente electo presidente de los EEUU.
Mientras aguardamos esperanzados el acceso al mercado estadounidense, continuaremos trabajando fuertemente junto a las autoridades para que esto se concrete lo antes posible. Si bien la Argentina cuenta con una cuota arancelaria de tan sólo 20.000 toneladas, lo que podría reportar ingresos por alrededor de US$ 100 millones, se trata de un mercado clave tanto por su capacidad de importación como por ser referencia para muchos otros importantes destinos internacionales.
El autor es presidente del Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas ABC