Sin embargo, para quienes analizamos y sufrimos en carne propia los nocivos
efectos culturales y sociales de los últimos doce años no hay duda: la
corrupción y la pobreza representan las dos caras de una misma moneda. Es más:
la corrupción, la pobreza y la mentira bien podrían ser consideradas como las
tres caras de una misma falsa moneda. Para que se entienda bien: la falsa
moneda de tres caras que hizo circular el Frente para la Victoria y que todavía
muchos usan y defienden, como si se tratara de una moneda de curso legal. Como
si la mentira que armaron fuera la más absoluta verdad. Porque desde mayo de
2003 hasta diciembre de 2015 no podría entenderse la enorme pobreza estructural
separada de los bolsos de José López, las licitaciones truchas que hicieron
multimillonario a Lázaro, a Néstor y a Cristina y la manipulación de los datos
del Indec, que empezaron con el índice de precios al consumidor y terminaron con
la escandalosa decisión de dejar de medir la pobreza y la indigencia.
¿Se podría haber enquilosado la denominada pobreza estructural sin la
megacorrupción de Estado que impusieron los Kirchner?
No.
Porque quien puede lo más, logra lo menos.
Si la administración de Néstor Kirchner pudo imponer la manipulación de las
cifras del Indec, tres años después de haber asumido, cuando cualquier argentino
podía darse cuenta, con solo hacer las compras en el supermercado o en el
almacén, que Guillermo Moreno y su patota nos estaba mintiendo en la cara ¿por
qué no arriesgarse a robar, a utilizar cada caja del Estado como si fuera
propia, a transformar los subsidios del transporte en coimas contantes y
sonantes, a formatear a los entes de control de manera tal que nada ni nadie le
impidiera al matrimonio recaudar para la política?
Si lograron imponer como una verdad una mentira tan evidente ¿cómo no iban a
sentirse los dueños de la Argentina en materia de corrupción, con lo fácil que
es robar en este país sin ser detectado, investigado, imputado, procesado y
finalmente condenado?
La pobreza, la corrupción y la mentira son el combo completo del sistema
perverso del gobierno anterior.
De nuevo: mientras Moreno nos mentía en la cara, Néstor y Cristina usaban a
Lázaro Báez y Cristóbal López para hacerse multimillonarios e intentar
perpetuarse en el poder.
Todo al mismo tiempo. Y por el mismo precio. Por eso, para quienes argumentan
que Moreno no es igual a Néstor, Cristina, De Vido, a López y los demás, porque
no se quedó con un peso, la respuesta es: el ex supersecretario no es inocente.
Porque fue el mayor propalador de la gran mentira nacional. La mentira que
destruyó la estadística y ocultó las cifras reales del desastre. Y lo hizo
mientras Ricardo Jaime visitaba al ex presidente a última hora de la tarde para
llevarle los primeros bolsos con dinero que registró la crónica periodística.
Y lo siguió haciendo mientras en la Rosadita el hijo de Lázaro, Martín Báez,
y sus cómplices contaban dólares, tomaban whisky y fumaban habanos. Y continuó
mintiendo para acompañar la otra gran mentira de Cristina, el día en que la ex
presidenta, nada menos que en la FAO, en marzo de 2015, se le ocurrió repetir,
sin ponerse colorada, que su gobierno había hecho descender la pobreza a menos
del 5 por ciento.
Y prosiguió con el engaño ante la barrabasada de Aníbal Fernández cuando
aseguró que en Alemania había más pobreza que en la Argentina. Y ni siquiera se
inmutó cuando el ex ministro de Economía, Axel Kicillof, confirmó, oficialmente,
que el gobierno había decidido dejar de medir la pobreza, porque lo consideraba
inútil y estigmatizante.
Puede ser, como juran los dirigentes de La Cámpora, que Kicillof no se haya
quedado con dinero público.
Puede ser que no se le haya ocurrido robar, porque la corrupción personal,
dicen, no era el motor que lo impulsaba a gestionar.
Sin embargo su decisión de dejar de medir la pobreza fue funcional, de nuevo,
a un régimen político que se caracterizó por mentir de manera continua. Y la
pregunta, otra vez, se cae de madura. ¿Si eran capaces de faltar a la verdad en
algo tan importante como las estadísticas oficiales de pobreza por qué no lo
harían con el saldo de una caja chica, una caja grande, los programas sociales,
el Plan Qunita, una represa o todos los subsidios que se llevaban una buena
parte del total del PBI?
Me resisto a creer que los u$s 1200 millones que Cristóbal López no pagó de
impuesto a los combustibles para poder comprar un multimedios de comunicación
militante no tenga nada que ver con la pobreza. Me parece una ingenuidad suponer
que los miles de millones de pesos que Lázaro recibió por la obra pública que no
terminó no representan, de alguna manera, dinero que se pudo haber usado en
combatir la pobreza inmediata y también la estructural, por medio de incentivos
al trabajo genuino.
No me parece lógico que se pretenda presentar a la masacre de Once como un
hecho aislado, cuya responsabilidad recaería en un maquinista que tuvo un mal
día, y no pensar en las víctimas. Es decir: argentinos que no tenían más remedio
que ir a trabajar en un transporte público deficiente, porque no les alcanzaba
el dinero para una alternativa mejor.
Es cierto: ni la pobreza, ni la mentira ni la corrupción empezaron con los
Kirchner. Pero ellos consolidaron los tres fenómenos juntos, como no lo había
hecho antes nunca ningún otro gobierno. La provincia de Santa Cruz fue la prueba
de laboratorio que devino en "El huevo de la serpiente". Porque, aunque nadie,
ni siquiera quienes se ufanaban de haber conocido a Néstor Kirchner desde la
cuna, pudieron anticipar que el ex gobernador y su sucesora le harían a la
Argentina tanto daño político económico y cultural como le hicieron a su
provincia, lo peor terminó por suceder.
Cuando parecía destinada a transformarse en una de las provincias más ricas y modernas del país, con miles de millones de dólares cobrados de las regalías petroleras, muchos pozos de petróleo y muy pocos habitantes, hoy Santa Cruz está en bancarrota. Y sobrevive gracias a un endeudamiento multimillonario que le acaba de aprobar la Nación. ¿Cómo se construyó semejante desbarajuste? Igual que pasó con la Argentina: ocultando el crecimiento de la pobreza, mintiendo y desinformando sobre todas las variables, usando tiempo extra para acumular plata de la corrupción.