Comenzó la campaña de girasol y la siembra del cultivo viene bajando de norte a sur del país. Una de las tradicionales zonas girasoleras, el oeste bonaerense, está próxima a iniciar la campaña. Por eso, productores y técnicos ya se alistan para las tareas y le cuentan a Clarín Rural sobre la vuelta de la oleaginosa a las rotaciones.

En Trenque Lauquen, se reunieron cuatros productores girasoleros que renovaron sus expectativas con el cultivo para esta campaña. Ellos ponderan la importancia de este cultivo como una herramienta de diversificación y hablan de las expectativas y los desafíos para esta campaña.

Jorge Harguindegy es asesor técnico para una empresa con base en América, más la siembra de otros campos en Bolívar y Saliqueló, todos en Buenos Aires, también en el este de La Pampa y en el sur y norte de Entre Ríos.

Según el técnico, una de las mayores preocupaciones en la planificación y para encarar la siembra de un cultivo competitivo esta campaña es que no hay un valor de referencia. “Las empresas pagan un precio de futuro que sigue siendo menor que la soja y teniendo en cuenta que el girasol ya no tiene retenciones”, explica el técnico.

De izq. a der., Fernando Negri, Rubén Radío, Jorge Harguindegy y Fernando Eleno se esperanzan con volver a las buenas prácticas de manejo.

De esta forma, dice que termina ocupando un lugar en la rotación dentro los peores ambientes, tampoco se puede determinar crecer en el área sembrada o decidir la aplicación de más tecnología.

Uno de los temas importantes que está caracterizando la campaña es la confianza de los productores para seguir pensando en la coyuntura o hacerlo definitivamente en el largo plazo, teniendo en cuenta que el contexto cambió.

De acuerdo a Harguindegy, “todavía está muy metido en toma de las decisiones del productor el corto plazo, por eso hay poco interés en las inversiones. Es cierto que la visión de este año no es la del año pasado, pero de ahí a pensar en cambios estructurales aun falta mucho”, aclara.

Ese mismo contexto al que hace referencia el técnico también impactó en el manejo del sistema con la adopción de prácticas que detonaron diferentes problemáticas.

Al respecto, Harguindegy opina, considerando que su empresa siembra en muchos ambientes frágiles, que “en en el oeste no se verá lo que vieron nuestros padres que fue la erosión pero, obviamente, en fertilidad bajamos un escalón. Y las malezas son el problema más grave de corto y mediano plazo”, advierte, a lo que agrega que hay más cuestiones que lo están alertando sobre que en los sistemas algo está pasando.

La paloma es uno de los mayores problemas de la región.

“En años con muy buenas lluvias, como la campaña pasada, en aquellos lotes con buena historia agrícola tuvieron rendimientos superiores contra los lotes en monocultivo. Ese es un síntoma claro de que los sistemas está resentntidos. Las decisiones actuales nos están endeudando a cuenta de un futuro. Hoy esperemos volver a las rotaciones, a la planificación, a la tecnología y devolver algo de eso que nos llevamos en estos años”, se lamenta.

Otro girasolero de la zona es el productor Fernando Negri. El es parte de una empresa familiar, El Mallín, que maneja campos en Trenque Lauquen y 30 de Agosto, Tres Lomas, Daireaux, en Buenos Aires, y también en Catriló y Macachín, La Pampa.
Negri también repasó los principales puntos que destacó Harguindegy.

“Para sembrar girasol el año pasado lo único que había era esperanza y que como productor uno pensaba que se si se sembraba poco, quizás se podía capturar un mejor precio. De lo contrario, no había ninguna razón lógica para hacerlo. Este año tampoco hay un mercado firme que siga alentando pero, al menos, es un cultivo sin retenciones que se hará con mejores expectativas”, sostiene el productor.

Ya pensando en el nuevo ciclo, dice Negri, “la condición es muy buena. Las condiciones hídricas actuales son buenas, aunque no te aseguran nada pero, entre los cultivos de la gruesa, el girasol es el que está con mejores condiciones para sembrarse. Y también el maíz temprano, dependiendo el ambiente”, sostuvo.

En ambientes frágiles, las rotaciones aportan estabilidad.

Negri también hace un apartado para destacar que los sistemas del oeste bonaerense perdieron potencial.

“Los cambios no son medibles como si se puede cuantificar un cambio de fósforo en el suelo, por ejemplo, pero sabemos que ciertas decisiones que tomamos fueron en contra de la sustentabilidad. Normalmente, estas decisiones las tomamos bajo presión o se deciden estrategias de manejo defensivas se comenten errores”, reconoce y añade que, por esas carencias de estos años, su empresa ya decidió apostar a elevar la dosis de fertilizante en un 30-35 por ciento en nitrógeno, fósforo y azufre para este año.

Al concluir, Negri pensó en su última reflexión y reafirma, a modo de desafío. “Nuestro objetivo, a partir de ahora, es estabilizar los rendimientos de los cultivos que sembramos y eso lo haremos a base de más sustentabilidad”, señala.

Fernando Eleno, asesor técnico de la empresa Lartirigoyen para esa zona, atendió claramente las opiniones de sus colegas.

“Veníamos manejando producciones de subsistencia ya que el productor hacía lo que lo mantenía en la carrera de este negocio. Entonces, se intentaba sembrar de la forma más rentable con el menor gasto o costo. Nadie pensaba en una rotación o en aplicar fertilizante”, dice Eleno.

Sin embargo, rescata una de las fortalezas de los sistemas rotados y que incluyen a la oleaginosa. “El girasol aporta estabilidad. Quizás no sea el cultivo más rentable, pero incluirlo le baja el riesgo al sistema”, aclara. Y, pensando en el presente y el futuro, dice que los últimos años difíciles generaron nuevos desafíos y a la vez que dotaron a los productores de la capacidad de adptarse y superar momentos difíciles”, concluye.

También Rubén Radío es contratista de siembra y productor en el oeste bonaerense.
Respecto a la coyuntura, Radío dice que, este año, mantendrá la superficie con girasol y apostará a la diversificación con la siembra de los distintos hídridos. “Sembraré un 40 por ciento con girasol convencional, 30 por ciento de alto oleico y 30 por ciento confitero”, describe.

Y concluye que, en los años difíciles perdimos la capacidad de desarrollar. Fue un desafío mantenerse, crecer y eso te obligaba a hacer manejos distintos o te involucrabas en otros aspectos tercearizados. Sin dudas, nos pegó a todos pero también agilizó, entre los aspectos positivos”.