Cualquiera diría que están cerrando los detalles de una operación de compra o de fusión, como las que vienen sacudiendo a la industria en los últimos meses. Frente a la consulta, le aclaran al cronista que no, que nada de eso ocurre, que están ahí para hablar de una preocupación que los une: una industria que podría generar inversiones y miles de puestos de trabajo pero que en la Argentina está en retroceso. Para ellos no deja de ser un hecho paradójico. El país está en una de las pocas regiones del mundo en condiciones de satisfacer el aumento de la demanda de alimentos.
Ambos ejecutivos creen que las semillas están en el centro del debate por el
tan mentado "agregado de valor". Coinciden en que sin un reconocimiento a la
investigación en desarrollo del mejoramiento genético y biotecnología ese
proceso tendrá un tiempo limitado. Los protagonistas de este encuentro son
Antonio Aracre, director general de Syngenta Latinoamérica Sur, y Gerardo
Bartolomé, presidente de Don Mario.
Una vez que se desenfocó la imagen del conflicto por el pago del canon tecnológico a la soja resistente a insectos de Monsanto la cuestión por la propiedad intelectual en semillas parece quedar nuevamente en las sombras.
Tanto para Aracre como para Bartolomé, éste es el momento ideal para discutir la ley de semillas. "Hay que preguntarse cuántas industrias están en condiciones de generar inversiones y puestos de trabajo en el corto plazo como la nuestra", dice el directivo de Syngenta. Según sus cálculos, tomando como base lo que ocupa el maíz, si hubiera una norma y un sistema que garantizaran el respeto a la propiedad intelectual en autógamas, sólo en soja habría inversiones de los semilleros y los multiplicadores por 1000 millones de dólares y se crearían unos cien mil puestos de trabajo en todo el país. Este impacto positivo se dará si el mercado de semillas pasa de abastecer los 3,5 millones de hectáreas que hoy comprende a la totalidad de la superficie sembrada, por 20 millones de hectáreas.
Por la magnitud de este impacto, según los ejecutivos, la discusión no debiera quedar circunscripta a las entidades gremiales de productores o a las cámaras que representan a las industrias. "También tendría que intervenir el Ministerio de la Producción o las provincias", dice Aracre, que hace unas semanas le presentó esos números al jefe de Gabinete, Marcos Peña.
El argumento de la industria es que ha cambiado sustancialmente el contexto
que regía en 1973, cuando se elaboró la ley de semillas actualmente en vigor.
Los avances de la ingeniería genética, tanto para la biotecnología como para el
desarrollo de nuevas variedades, colocan en una nueva perspectiva las
inversiones en investigación y desarrollo.
El uso propio gratuito ilimitado hizo crecer el fenómeno de la "bolsa blanca". Para los semilleros uno de los efectos que provocó esa práctica es el achicamiento de la industria. Según recordó recientemente Oscar Domingo, ex presidente de la Asociación de Semilleros Argentinos (ASA), en 1994 había 18 empresas dedicadas al mejoramiento de soja, 20 años después, sólo quedaron nueve.
Lo que propone la industria es el uso propio oneroso, con las excepciones que se establezcan para la agricultura familiar.
El otro efecto que provoca la desactualización de la ley de semillas, creen, es el riesgo de quedar en un atraso tecnológico. Esto podría evitarse, dice Bartolomé, si hubiera un "círculo virtuoso, entre los agricultores y los proveedores para generar valor". En rigor, sostiene, "el productor no tiene hoy todo lo que podría tener". En soja hubo una ganancia genética anual de 1,5 % en los últimos 15 años. "Eso podría llevarse al dos o tres por ciento", con nuevas reglas de juego, añade Bartolomé.
Fenómenos nuevos, como el crecimiento de la resistencia en malezas, podrían encontrar respuestas no sólo con la investigación en moléculas, sino con el desarrollo de variedades o la incorporación de eventos transgénicos, coinciden.
Los ejecutivos se miran y piensan a quién recurrir en su reclamo y en sus propuestas. Rápidamente elaboran una lista que va desde la Casa Rosada hasta los funcionarios del Ministerio de Agroindustria, que prometieron elaborar un proyecto de ley y presentarlo el mes próximo. Esperan tener novedades.