Hasta la actualidad, los campos más buscados eran los que menos riesgos
productivos presentaban, o sea, los que menos probabilidades de quebranto
ofrecían. Y dentro de esta búsqueda de lotes se destacaban siempre los
"ambientes con napa". En estos ambientes, el agua subterránea permitía en parte
independizarse de las lluvias del ciclo cuando el mismo lograba generar un
sistema radicular que "se cuelgara de la napa" y atenuar, así, la principal
limitante de los cultivos en secano, que es la falta de agua.
Hoy, con ya dos campañas muy complicadas respecto de los excesos hídricos, la búsqueda de estos ambientes con napa empieza a estar bajo la lupa y tanto su análisis para incorporarlo dentro de la superficie productiva como también qué hacer con ellos obliga a realizar una reformulación en su análisis del riesgo.
Como siempre, el no poner todas las fichas en el mismo lugar diversifica las
posibilidades de afrontar sus consecuencias, sin tener hoy para ofrecer "una
sola estrategia salvadora" ya que todas comparten algunas cosas positivas y
otras no tanto.
Si, por ejemplo, decidimos emplear cultivos invernales para empezar a "bombear" agua desde las napas en momentos del año en los que las demandas ambientales son menores, se contribuirá a disminuir los niveles críticos de agua subterránea. A su vez esto nos obliga posteriormente a involucrar cultivos estivales de segunda fecha de siembra que modifican los momentos de implantación y sus períodos críticos.
En tanto, el maíz permite trazar una estrategia de siembra en la que se pueden contemplar siembras tempranas y tardías, permitiendo adecuar su implantación de acuerdo al análisis del ambiente y su pronóstico. Por ejemplo, si se esperan lluvias importantes para el final del ciclo, la siembra quedaría temprana. En cambio, si estamos en un campo saturado en septiembre y se espera un año seco o normal la siembra puede ser diferida a diciembre.